METAMOR...
El Amor es paciente, bondadoso... |
Yo pensaba que el
metaverso tenía que ver con la poesía, pero no. La palabra alude a ‘un universo
que está más allá’, un universo por descubrir, y pretende hacernos pensar que nuestra
idea de lo que existe, del universo creado, está desfasada; y que en realidad no
hay cosa tal como un universo que con sus leyes condiciona nuestra existencia.
Pretende, ya digo, hacernos creer… que la Tradición en su conjunto es una mera
interpretación, por completo prescindible. O sea, que, si nos ponemos a ello, podemos
en poco tiempo hacer tabla rasa del mundo y escribir en ella lo inimaginable, lo
prohibido y lo eterno…
En la puerta de la Estación de Autobuses de Toledo hay
pintada una línea que lleva a los turistas hasta el remonte que sube a
Zocodover. Este invento, en su metaversión, está disponible ya para llevarnos a cualquier
rincón del mundo, con tan solo ponernos unas gafas que
cuestan lo que un móvil; vas andando y vas viendo una línea pintada en el suelo… ¿a
quién le importa que sea real o virtual?
Los sucesos de los últimos años nos han ido preparando
para dar el salto a esta nueva versión del mundo: Largos encierros que han
obligado a teletrabajar, a tele-entretenerse y a tele-quererse; abrupta
descomposición de la información para que perdamos el interés por ella; y en
paralelo, masiva invasión de otros focos de interés vasallos del metaverso…
Parece imparable la deriva rupturista, todo apunta a su pronta irrupción en nuestras vidas. Si en unos meses las calles se
llenan de seres con gafas o cascos especiales, no nos extrañará; si nos vemos
obligados a meternos en el salón para trabajar o para la reunión de vecinos o
de padres del cole, nos parecerá normal; y si nos encerramos solos en el
dormitorio para intimar… tampoco nos resultará raro.
Nos estamos despidiendo de un mundo que de puro libre
se había vuelto muy complicado, dicen. Después de una fase de impasse, en que se
nos vendió la idea de un mundo de autómatas a nuestro servicio, hemos
arribado al proyecto definitivo, muy distinto a la fase previa: En vez de crear
seudo-humanos, que es cuasi-imposible, mediante ingeniería social se induce la atrofia
de las funciones superiores en la masa y, una vez ‘a oscuras’, se la encierra
en un mundo virtual llamándolo libertad. No habrá protestas porque la mayoría,
adocenada, no dudará en dar por bueno que tener los apetitos del cuerpo cubiertos es el progreso.
Ayer temprano vi en la tele un cajón que rodaba solo
por la ciudad entregando paquetes. Luego, cuando volvía a casa para comer, vi a
media cuesta a un repartidor con la bici en la mano, y cara de cansado. Según me
acercaba, bajé la ventanilla y con tono amable le dije: ¡ánimo, chico! Su cara,
que al principio se me mostró a la defensiva, se distendió de repente devolviéndome
una sonrisa agradecida. Después de aquello los dos nos quedamos mejor; él sintiendo
que era importante para alguien y yo sintiendo que no estoy solo. En aquel
instante surgió en el mundo una ráfaga de eternidad, una luz nueva
inextinguible. Me explico.
En la vida que viene, todo sucederá en la inmediatez,
nada dejará huella. El trabajo será mecánico, simple aplicación de protocolos, y
se desarrollará en parcelas estanco. La iniciativa personal habrá desaparecido,
ya que todo estará teledirigido... los autómatas de que nos hablaban, seremos a
la postre nosotros. Terminada la rutina del
trabajo, el deseo nos llevará a otra no menos esclavizante: la de dar satisfacción
a nuestras bajas pasiones. En eso, y en acallar nuestras conciencias con
adicciones diversas, se nos irá la vida.
La ilusión necesaria para vivir – que se escribe en las
páginas de un futuro imaginado- será cosa del pasado, porque en el metaverso
tendremos al instante todo lo que podamos ‘concebir’. A fuerza de ‘escuchar’ a
nuestro cuerpo, privados del uso de lo propiamente humano -inteligencia, memoria
y voluntad- y bajo la amenaza de ser expulsados del grupo, a casi nadie se le
ocurrirá hacerse preguntas sobre el sentido de la vida. Entonces sí que se dirá,
del que intente compartir esa inquietud, “Me contó su vida en verso”, o en
metaverso.
La actividad política no tiene otra finalidad que
allanar las dificultades para dar el salto definitivo a esa nueva realidad.
¿Qué sentido tienen, si no, los esperpentos parlamentarios a que nos tienen
acostumbrados? ¿qué explicación hay que dar al repugnante caos en que se ha
convertido la información? Haciendo de la actualidad social un vertedero se
busca que el ciudadano se aparte de ella y se centre exclusivamente en sus
cosas, en darse gusto. Y para que no nos cueste tanto, se nos encierra en
peceras con cebos para todos los gustos, y tarde o temprano picamos.
Entretanto, en la escena política salen tipos chuscos para
que les lancemos tomates, mientras los diputados aprueban leyes que nos
apretarán las tuercas. Casero sirve para que no se hable de la ‘ley de protección
de la familia’, o de la de vivienda, nada menos. Así, a traición, se está preparando
la trama que hará posible neutralizar toda la resistencia a la imposición del
nuevo orden.
La deriva rupturista avanza arrasando con todo lo que nos una al pasado. El metaverso tiene vocación de
mando único omnipotente, y ansía acometer lo imposible y hasta
lo divino.
Cabe preguntarse si una vez decretada definitivamente la
democracia, cuando José ya no sea Pepe sino avatar-Pepe, cuando la libertad
tenga apellido compuesto, como Sol-Vodafone, y cuando la Justicia se allane a
la pre-justicia, cabe preguntarse, digo, si el amor será también metamor…
He aquí el talón de Aquiles del mega-meta-proyecto, el
Amor. Porque el Amor... ¡ay, el Amor!, ya se lo dijo San Pablo a los comerciantes
de Corinto, tan acostumbrados a los cálculos como los que hoy impulsan esta quimera:
El amor no empieza ni acaba nunca, es indestructible e irreductible. La
caridad, que es ver a Dios cara a cara, ya se da entre nosotros, pero obviamente
no entre cajones con ruedas, sino entre almas hechas de eternidad.
En el metaverso existirá también el amor, aunque
mermado. En ese nuevo orden perfecto, se
encontrarán dos, juntitos en el malecón virtual, y ella le dirá a él: ‘Cariño,
dime algo con amor’; y él, turbado, dubitativo y balbuceante, le responderá: ‘Con
amor, con amor…. ¡amorfa!’.
¡Buen domingo, hermanos!
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