EL HUMO DE SATANÁS...
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...Entró en la Iglesia y en sus hijas y las de-generó. |
Otra vez llego a casa desanimado. La abogada no había hecho nada de lo que le pedí; ‘Que no quería descubrir sus cartas’, dijo. ¡Como si ella hiciera algo por su cuenta, sin el permiso de mis enemigos! Le pedí que solicitara las Actas de la reunión de vecinos que me eligió presidente y de la que me destituyó al mes siguiente por haber abierto aquel armario pútrido… Con eso bastaría para hacerle evidente al Juez que todo viene de atrás, de algo que los viejos vecinos quieren tener tapado… Pero la pobre letrada hace lo que puede, lo que le dejan. Mi propia vecina, un tanto desfondada al recibir el revés de mi hallazgo de la grieta, dejó escapar un día este lamento-consuelo: “Bueno, como ya sabemos en manos de quién está todo…” Y tanto que lo sabemos… en última instancia de Don Din, que cree que lo puede todo; y que compra voluntades como si comprara pan; y por eso mi abogada, que no me dejaba hablar para que no se le olvidara lo que le ordenaron que me dijera, al final me soltó: “Espero que te hayan quitado los Antecedentes Penales por abrir aquel apartamento encubierto sin permiso del Amo… Sí, yo creo que no tienes antecedentes, así que pienso que no tendrás que ir a la cárcel.” ¡Dios mío, ven en mi auxilio!
¿Por qué te quedas callado, Señor, no vas a decir nada? Puesto que la Biblia es intemporal, me atrevo a pensar que lo que le dijo a Isaías hace tres mil años, es lo mismo que dice hoy:
“¡Ay, pueblo mío!, tus opresores son niños, | mujeres te gobiernan | ¡Ay, pueblo mío!, tus guías te extravían, | confunden tus senderos. (…)” “Por cuanto tus hijas son altaneras, | y andan con el cuello estirado, y guiñando los ojos, | y con sus pies hacen tintinear las cadenillas”, rapará el Señor el cráneo de tus hijas y destapará su desnudez. En aquel día les quitará el Señor sus adornos: peinados, tobilleras, lentejuelas, ropas finas (…) Por debajo del bálsamo habrá hedor, por debajo de la faja, soga, por debajo de la peluca, rapadura, por debajo del traje, refajo de arpillera, y por debajo de la hermosura, vergüenza.
Tus gentes a espada caerán, y tus campeones en guerra. (Y habrá lamento y desolación)” (Is 3)
“Aquel día siete mujeres se disputarán al mismo hombre | diciendo: “Comeremos de nuestro pan, | nos vestiremos con nuestra ropa; | tan solo déjanos vivir a tu sombra, | quita nuestra afrenta” (Las orgullosas hijas del Pueblo de Dios aceptarán ser amantes y no esposas) (Is 4)”
“Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien, | que dan oscuridad por luz y luz por oscuridad, | que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! ¡Ay de quienes son sabios a sus propios ojos | y se tienen por discretos! ¡Ay de los fuertes para beber vino, | de los valientes para mezclar licores! (los que confunden lo que es la hombría), ¡Ay de los que absuelven al culpable por soborno | y quitan al justo su derecho! (Is 5)”
Sobrevendrá la ruina, seguro, sobre este pueblo infiel, y quedará juzgado cuando se levante el Hijo de Dios; porque no han querido recibirle. Su vida se verá amenazada por graves tormentos; de los que sólo Dios les podrá librar. Pero su obstinación hará que muchos tengan que padecer en el fuego eterno.
Hoy mismo, cuando de nuevo el desafuero de muchos anega la honradez, en el silencio de los hogares se libran horrorosas batallas; y está habiendo muchas víctimas… Luego se encubre la causa de la muerte… Pero para Dios todo está a la vista; Él es quien pesa las acciones, quien juzga las conciencias y da a cada cual según sus obras. De nada le servirán al impío las mentiras con que se engaña a sí mismo, cuando se presente ante el Juez supremo; entonces sus rodillas chocarán una contra otra, viendo lo que le espera; ante la luz sucumbirá.
Muchos tranquilizan sus conciencias diciéndose a sí mismos que gracias a ellos el mundo pronto será mejor, que una nueva luz le sacará el brillo que la herrumbre ha tapado; que a Dios no se le ha sabido entender en estos dos mil años… y que 'ahora', gracias a ellos, se verá que Él no es injusto... Esto dirán movidos por su egoísmo.
(Y para ese 'buen fin')… Convenía empoderar a las mujeres y así hacer caer a las familias una tras otra, para empezar de cero ‘El Proyecto’. Convenía halagarlas para que ‘viéndose con poder después de siglos de sumisión’ se entregaran en cuerpo y alma al Proyecto, ‘milicianas del Amo’. Y rugen ya como la marabunta reclamando ese juguete que nunca pudieron disfrutar; han mordido el anzuelo y ya nunca se soltará de su boca hasta que lo mande el Amo.
Así piensa el Malo, que, incapaz de ser humilde, se convence a sí mismo de que esta vez no fracasará, que arruinará definitivamente el plan de Dios y pasará a ocupar él – LuzBell – su trono para toda la eternidad…
Pero ¿es eso de verdad lo que está pasando? Mirad atentamente por esta ventanita:
Los demonios andan sueltos y seducen a las damas: ‘Nuestras mujeres están siendo violadas ante nuestros propios ojos. Por la fuerza, reducidos los varones a la impotencia, nos las arrebatan los demonios, y quedan presas en sus infestas redes’.
Unos novios sencillos, que se casan con lo puesto y se quieren como son, pobres seres humanos, cargados de heridas, de defectos, de costumbres inútiles, de ignorancia… pero que confían -al menos lo intentan- en el Señor… Que viven unos añitos de la ilusión primera, fieles al Señor; que crían hijos, se ocupan luego de sus padres mayores, empiezan a agobiarse sin darse mucha cuenta de lo que les pasa, y que de pronto, un día, descubren que están viviendo como enemigos.
“Pero ¿cómo es posible? No conozco a mi mujer; es otra, no es la persona con la que yo me casé.” Y es verdad, durante años, en el silencio, un veneno que le metieron los de-generados fue haciendo su efecto, obrando una transformación profunda en su psicología, y más adentro…
“Es que no es ella… se ha revestido de dureza y altivez… la veo y tiemblo… y a menudo me pasa también que vuelvo a verla normal y respiro aliviado, pensando que todo había sido un mal sueño, fruto de mi inseguridad… pero en esas ocasiones, estando así blandito, me doy la media vuelta para ir a otra parte, ella dice algo y siento que un dardo abrasador se me clava en la espalda, sin esperarlo… y una tremenda desazón me invade…”.
‘Queridos, – dice San Pedro – no os extrañéis de veros como habitando en un fuego devastador, en continuas pruebas, como si os sucediera algo extraordinario…’ Y San Juan, por su parte, describe con precisión esa ‘prueba de fuego’ que nos parece extraña:
Del humo salieron langostas (esas personas que tenemos a nuestro lado). Su aspecto es de caballos aparejados para la guerra; llevan en la cabeza una especie de corona dorada y la cara parece de hombre; las crines son como pelo de mujer y los dientes parecen de león. Tienen el pecho como corazas de hierro, y el fragor de sus alas diríase el fragor de carros con muchos caballos que corren al combate. Tienen colas con aguijones, como el escorpión, y en la cola la ponzoña para dañar a los hombres durante cinco meses...
Esos cinco meses pueden llegar a ser eternos si la prueba nos pilla viviendo como gente sin piedad; pero si nuestra vida está asentada en roca, podremos resistir y vivir para contarlo (muchos mueren, y esas muertes se ocultan, porque se trata de víctimas de la guerra sucia que nos está asolando).
En el momento presente nos gobiernan mujeres; y los hombres morimos en ratoneras… en la fase siguiente, a ellas se les quitarán los poderes y se destapará su desnudez; y entonces, las que ahora se muestran altivas, desearán ansiosamente vivir con un hombre y hasta les parecerá bien compartirlo. Ése será el momento de las tinieblas, cuando la justicia, ultrajada y vejada, estará rodando por el suelo… Y ese momento se aproxima, ya está cerca, cabalgando viene raudo, como ejército aguerrido ansioso por arrasar al pueblo de-generado… por agarrar su botín, por hacer rapiña en un pueblo corrupto.
Algunos os preguntáis, viéndonos juntos a mi mujer y a mí, qué pasa en nuestras vidas. En general, aunque en el fondo no os cuadre del todo, aceptáis la versión oficial de que somos dos ‘desastriños’, y acalláis (todo lo que podéis) las dudas que os inquietan en lo profundo… Habéis oído cosas de nosotros que os han asustado, o confundido, y, en cualquier caso, lo que sí tenéis claro es que “hay algo raro en nuestras personas” y preferís guardar las distancias, aunque por momentos nos veáis ‘normales’, o incluso hasta muy centrados. ¡Qué difícil es en estos tiempos tener certezas! La desconfianza reina, la mentira se sienta en las plazas, y nos acecha el desánimo.
Al Juez Calamita le condenaron en 2009 a dos años y pico de inhabilitación, recurrió al Supremo y éste le subió la condena a diez años, o sea, le retiró definitivamente de la judicatura. La resolución dice: “La entidad del delito cometido por el exjuez es "difícilmente compatible con la idea de rehabilitación" teniendo en cuenta la gravedad de la actuación cometida: "el daño por el propio servicio público a la justicia y la relación directa con el desempeño del cargo". La actuación había consistido en cierta demora en el proceso de la adopción de una niña recién nacida por parte de la mujer emparejada con la madre biológica, demora que se consideró malintencionada. Cuando leí eso de ‘el daño por el servicio público a la justicia’ no pude evitar pensar en la abismal desproporción entre la falta del Juez Calamita y la del presidente del Gobierno, que, también “en relación directa con el desempeño de su cargo”, hizo burla de la Constitución Española haciendo aprobar un Decreto de Alarma que vulneraba la Ley Orgánica de Alarmas (por la que una emergencia nacional debe ser gestionada bajo la única Autoridad del Gobierno, y no bajo 1+17). Pero mientras que el juez de familia contrariaba los planes de-generados de Don Din, el segundo les daba cobertura: en la ‘pandemia’ aumentaron los divorcios, el irreversible deterioro de las familias, los suicidios de menores, etc. etc. etc.
Las familias libramos una guerra de guerrillas. A mí, por ser asturiano dinamitero, me toca ir por delante, y sortear fuego cruzado, nunca mejor dicho. El otro día acudí con mi esposa a cambiar los datos del padrón, para figurar inscritos en la calle Roma. Nos dieron tres justificantes, uno por miembro, pero al pedir yo uno colectivo me dijeron que no me lo daban porque en ese domicilio ¡aparecían inscritas otras personas! Sí, ciertamente, ver para creer. El asunto podía quedar en una anécdota si no fuera porque se inscribe en un rosario de ataques a mi familia.
La víspera de la vista oral para incapacitarme judicialmente -imaginaos cómo estaba yo- me llamó mi abogado y me dijo que todo había cambiado de pronto, que el informe forense nos era muy favorable. Estoy convencido de que lo que inclinó la balanza fue el texto que publiqué en FB unos días antes, y que pego a continuación.
“El 27 de diciembre fui a Mendigorría citado por el IML, ¡por cuarta vez! Mientras esperaba mi turno me decía a mí mismo: “Recuerda que todo lo que vas a ver y a oír es parte de un engaño”. Lo primero que se presentó a mi imaginación, al traspasar la puerta, fue la típica escena del joven rebelde citado por la asistente social: “¡Dame buenas noticias!”, me dijo, animosa, la forense. "¿Buenas noticias?"
La pregunta me situaba en el contexto de la persona envuelta en problemas por su mala cabeza… Le dije que todo iba como siempre, o sea, bien, mi vida seguía regida por los mismos sólidos principios de siempre, gracias a Dios.
Entonces fue más concreta: “Me refiero al trabajo… Tú ya sabes que estás aquí por el trabajo…”
Nadie me aclaró nunca por qué a mí se me instruía una causa de Incapacitación Judicial; lo único que sé es que llegó a tomarse esa decisión por mentiras flagrantes de los Servicios Sociales del Ayuntamiento; mentiras como que no tenía familia ni ingresos conocidos.
Naturalmente, una vez resuelto ese embrollo, sólo les quedaba a mis perseguidores atacarme por el tema del trabajo, donde la pinza del linchamiento mediático y el falaz abuso de la Administración me tenían atrapado. La doctora quería que yo le dijera que me habían jubilado por Incapacidad Permanente… pero como aún me queda presentar Recurso de Reposición, no le regalé los oídos con esa noticia, sino que le pedí que se explicara mejor.
- “Sí, hombre, la última vez dijiste que te querías jubilar en diciembre”
- Pues sí, sí, pedí retirarme al cumplir los 60 con el cien por cien, tengo casi 38 años cotizados…
- … ya, ya; ya sé que has trabajado un montón… ¿Te lo han concedido o no?
- … todavía no lo sé
- … entonces tendré que citarte otra vez antes del juicio del día 14 de enero
- (?)
La cita tenía por objeto obtener la confesión de culpabilidad (“Soy Incapaz”) para darle al Juez armas para su veredicto: “Este señor, tal como está, seguirá siendo un peligro para su familia y para la sociedad (“mi daño al vecindario, a mi familia, mi aislamiento social, mis desquiciadas opiniones públicas…”, esa repugnante salsa infame, cuyo tufo no me deja un instante, arroparía la decisión del Juez para justificar lo injustificable): “Decreto que este individuo quede sometido a una curatela de por vida, para que le suministren a su hora, por su bien, una nutrida ración de neurolépticos.”
El fiscal, de porte distinguido, tuvo la última palabra: “Desestimo la demanda contra…” Me fijé en sus manos en el momento de hablar: temblaban; sin duda alguna, toda su persona se conmovía por una grave sensación de fracaso. Y no me extraña, porque si bien yo tengo constantemente sobre mí el oprobio de mis enemigos, tengo al mismo tiempo la asistencia de la gracia del Señor, que hasta en sueños me sostiene; pero el fiscal no.
Temblaba también D. Ángel de los Reyes -masón grado tropecientos- cuando conté en la red que fueron sus hijos los que me despejaron todas las dudas sobre el siniestro plan que se ponía en marcha con el confinamiento. Y ya nunca más me inquietó con su presencia, poder del que venía haciendo alarde desde que -hundida mi esposa por la misma inmunda presencia que él me transmitía- vino a sentarse entre nosotros en la iglesia, como Ángel de muerte. Recuerdo que le escribí a nuestro consejero espiritual: ‘Vivo con mi mujer experiencias muy insidiosas, ayer se sentó entre nosotros, en San Juan, un hombre que me parecía la viva representación de todos los Hans Küng del mundo’. La excitación que mostraban sus hijos al entrar en Leroy Merlín la víspera del encierro -expresada con toda su persona- contrastaba con el desconcierto que pesaba sobre el común de los mortales; ellos sabían -como también yo lo sé- el significado profundo de lo que estaba empezando.
El hijo de D. Ángel, el Sr. Puebla, ya me había mostrado su mala disposición hacia mí cuando, en aquella fiesta anual del colegio me atacaron dos colaboradores de Escuelas para el Mundo por reprocharles la usura que habían empleado con los alumnos. Yo había tenido que salir corriendo de aquellos dos adultos que querían pegarme y busqué refugio entre los grupos de padres que se repartían por el patio charlando, y me paré con uno en el que sólo conocía a los hijos de D. Ángel, y a su hijo le molestó… Los que me perseguían no eran cooperantes de una ONG sino personas que metían en su bolsa lo que la gente aportaba para una obra benéfica, y como eran ladrones, eran también violentos y torpes; y por eso cargaron contra mí amenazándome con pegarme, empujándome, e insultándome a voces delante de muchísimos padres y niños que me conocían, y lo peor de todo, delante de mi propia hija, de diez años; y tal vergüenza llegó a suceder porque habían oído decir de mí que estaba loco, que lo habían dicho en la tele, y obviamente se lo creían.
Aquel año estaba, como todos los años, Don Juan vendiendo tickets; y con él, D. Fernando Martín, el que fuera Jefe de Personal Docente en la Delegación, y que, junto con su esposa, mandaban mucho en el centro, y que ejerció un papel muy activo en el acoso administrativo que casi acaba conmigo, cuando me tuvieron ocho meses de baja sin hacerla constar en mi expediente, y de la cual me han robado cada resguardo de los partes médicos reglamentarios que siempre presenté en la Delegación puntualmente.
Don Juan no faltaba a esa fiesta ni al rastrillo, donde también se recaudaba para aquella dudosa organización benéfica, porque los hombres que tienen los mismos vicios – en este caso el abuso de alumnos- se sostienen mutuamente. Dios me dio certeza sobre ambos asuntos. Aparte de una acción educativa contraria a los valores evangélicos, dirigida por la pasión que lo dominaba, y que maleaba a los niños -en las fotos del grupo se trasluce perfectamente-, este profesor llevaba años de cuidador en el comedor, y allí, con la ayuda de la cocinera, abusaba de los niños. Sor Agustina sabía que esto estaba sucediendo, y antes de que su conciencia pudiera impulsarla a colaborar con mi denuncia, la desalojaron del colegio. Yo, a pesar de no lograr que me diera su testimonio, acudí a Comisaría con los indicios que obtuve sobre el caso. Me llevaron ante el Grupo IV, y un inspector -de aspecto innoble- rehusó dar curso a la denuncia. A él se debe que el delito haya quedado impune, las víctimas sin posibilidad de reparación, el colegio diocesano mancillado, y un abusador, sin corrección ni redención. Y no sólo frenó toda investigación policial, sino que alertó al delincuente, disuadió al director del centro de tomar en serio el caso y extendió la difamación sobre mi persona.
Hace poco me confesé con nuestro arzobispo y le pedí oraciones. Él todavía estaba en Cáceres cuando mi suegra, que había sido profesora suya en el Instituto El Brocense de aquella ciudad, estaba muy enferma en una residencia y mi esposa vagaba por allí perdido el norte. A ésta, a pesar de que él la conoce desde antes que yo mismo (de cuando él estaba poniendo en marcha el Centro de Espiritualidad de Valladolid) y la quiere -nos dio ejercicios de mes a ambos, definitivos para nuestra vocación, la cual sellamos ante el altar de El Salvador a las tres semanas, a escasos metros del Centro de Espiritualidad, donde, por especial gracia del mismo D. Francisco Cerro, y como primicia absoluta en la historia centenaria de aquel lugar, pudimos celebrar el banquete de bodas (en el propio refectorio donde seminaristas y religiosos comieran durante siglos) y tener alojados en sus celdas restauradas y gozando de sus jardines y capillas, a todos los seres queridos que nos acompañaron en aquel gozoso lance - pues, como digo, a pesar de todo eso, a mi mujer le dedicó monseñor Cerro un recuerdo amargo durante aquella confesión, mientras que a mí me halagó. Repetidas veces le había explicado yo que, al morir su padre, mi esposa había caído en un pozo profundo por la influencia de algún mal espíritu. Pero D. Francisco siempre se había mostrado poco receptivo a esa explicación, tal vez por efecto del consejo que le di antes de que tomara posesión de esta plaza, de que se cuidara de ciertas personas que iban a ser estrechos colaboradores suyos, por haber faltado éstas a la caridad pastoral debida a la grey, en público y notorio suceso. Eso no le gustaría, claro, y tal vez le predispuso en contra mía. Supe de sus labios que esas personas le mintieron sobre mí, y por lo que se ve siguen ganando ascendencia sobre él, lo cual explica acciones ajenas a su estilo, como el despropósito de ciertos nombramientos que a todas luces van contra la economía pastoral, o que siga ignorando carencias fundamentales en el servicio a la grey, como la de un exorcista que crea en la existencia del Malo y no abandone al rebaño a su suerte.
Cuando se levantó esta última polvareda de los abusos en la Iglesia, comuniqué a nuestro arzobispo que en Infantes había abusos, y le pedí que hablara con el director. Este me dijo hace unos días que Don Francisco no se había puesto en contacto con él. “¿Qué extraño?, pensé, cuando esconder la cabeza significa en estos momentos asumir un importante riesgo de escándalo... Sólo se me ocurre que quienes le hubieran aconsejado ningunearme sean quienes dirigen la caza de brujas de la pederastia dentro de la Iglesia. Así sí tendría sentido que hubieran linchado a buenos sacerdotes y que casos como el que yo denuncio se escondan. Porque, verdaderamente, todo este alboroto no es para proteger a los menores sino para acabar con la verdadera Iglesia.” En ese caso, esos colaboradores de Don Francisco estarían yendo también a por mí, pues van a por las vocaciones auténticas, y, llegado el caso de que le pidiéramos al Primado que testificara que nuestro matrimonio había sido según Dios, podrían hacerle callar amenazándole con explotar en su cara el artefacto de “Vd. encubrió la pederastia en el Colegio de la Diócesis.” ¿Sería porque ya están usando con él alguna de estas armas que tuercen el juicio, por lo que aludió a mi esposa como 'la que no tiene salida'?... ¿Y que también por eso accedió a ciertos cambios recientes en la curia…? Verdaderamente, me voy quedando sin apoyos, y llegado el momento de reescribir el pasado de mi vida, hasta puede ser cierto que 'no estoy casado'…
Me quedé de piedra cuando tomó las riendas del acoso vecinal a mi familia el reputado letrado V. Beato- el Cruzado. Se me hizo evidente entonces que si un destacado jurista toledano como él, ‘de honor y fe indiscutibles’, se personaba en nuestra acusación, era porque alguien dentro de la Iglesia buscaba también mi daño. Un día nos dijeron que el abogado de la acusación decía que no estábamos casados (!). Casado y viviendo con mi esposa estoy, ¿qué trae entonces entre manos este pájaro de mal agüero?
Anticipo un grave choque con el arzobispo. Hoy supe que la nulidad matrimonial puede ser instada por un fiscal o por familiares. Comoquiera que sobre mi esposa pesa también una demanda de incapacitación civil, en la que se personarán sus hermanas, barrunto que el entorno del arzobispo maniobra para deshacer nuestro matrimonio. Miré la actividad del tribunal eclesiástico de la diócesis: ha aprobado todos los casos de nulidad que se le presentaron. Intenté averiguar la composición del tribunal y no hallé esa información por parte alguna; quería saber si el abogado que gestiona la acusación vecinal contra nosotros estaba entre sus miembros; porque me he enterado de que, además de penalista, este letrado que promueve la causa de estos vecinos mentirosos, blasfemos, torcidos y depravados, contra nuestro matrimonio, es experto en romper vínculos sacramentales. Para colmo, de los dos Defensores del Vínculo, ambos conocidos de nuestra familia, y de los que podíamos esperar una defensa justa, el uno ha caído infartado hace unos días, y el otro, colega en el instituto, ha estado sometido estos últimos años al estrecho marcaje de Doña Concepción, que llegó como profesora de Religión a la Laboral hace cinco años fuertemente pertrechada con los nuevos métodos de evangelización, como bailar bachata o reguetón con los chavales, o moverse como pez en el agua con todo tipo de agentes anti-cristianos; y todo apunta a que ha sido aleccionado para considerar el caso de mi esposa como un caso siquiátrico, que, por estar desatendido debido a que ella cohabita con un incapaz, no puede ser curado. Si yo pudiese hablar con él -cosa que no es posible porque me tienen prohibida la entrada a aquel recinto escolar- le recordaría lo que él mismo había ya visto en mi esposa cuando prensa y agentes nos apretaron el lazo hasta casi estrangularnos, a principios del 2019: que su caso no es propiamente siquiátrico – ningún diagnóstico se ha mantenido en estos cuatro años y la última prescripción eran fármacos para los cuatro grandes grupos de dolencias, a saber: depresión, obsesión, sicosis y bipolaridad; por el mero hecho de que en distintos momentos había mostrado síntomas compatibles con ellos. Y le diría también a Galdeano que la raíz del mal de mi esposa no sólo la había visto él, sino que también Uceta -que algo aprendió del P. Amorth en Roma, y al que también han causado baja por cirugía intestinal- lo vio también claramente en su día, aunque posteriormente perdió esa claridad por las opiniones ‘de autoridad’ que le fueron llegando.
Luego hay sorpresas sobrevenidas. Fui a un abogado con una de mis causas; y como todas son casos perdidos, me puso un precio disuasorio. Al poco -cuando se hubo informado- me llamó diciendo que se había equivocado, que lo mío era mucho más barato. Al volver por allí vi en su pared varios títulos de especialista en canónico… y me excusé. Luego contraté a una abogada, veterana y bien relacionada. Se había hecho la encontradiza con cierto presbítero de buena fama, para coger un poco de ella y hacerse también su sitio en el derecho matrimonial, el cual, para terminar ‘gloriosamente’ su carrera, había recientemente estudiado e incorporado a su ‘carta profesional’. Al principio no le di importancia, pero pasados 77 días de nuestro trato, sin haber tenido una sola noticia de cómo va mi caso, y tras haber desoído mis ruegos de citas y haber eludido mis visitas, no puedo sino concluir que se ha sumado también a la cruzada para romper mi matrimonio.
El asunto está claro. Con las mil asechanzas que me tienden, teniendo que ocuparme del hogar y la crianza de nuestra hija, teniendo destrozada a fondo mi fama, ahora, en la última fase, se dirigen a demonizar a mi mujer. Me preguntaba yo cómo era que algunas viejas amistades o conocidos, apartaban la vista de mi esposa cuando nos cruzábamos. Sucede que pronto se llevarán a mi mujer ante los tribunales y demandarán su incapacitación, y ya se están empleando a fondo para que prospere. Serán testigos sus hermanas, prestigiadas para la ocasión, y sus compañeros, que por lo que ya me han mostrado los más cercanos, no la consideran tal (el otro día fui a buscarla porque llovía, y no la encontré -porque nos habíamos cruzado- pero al merodear por allí vi que subían los profesores a un claustro; entonces pasó por delante de mí su habitual colaborador en el puesto adaptado que ahora ocupa, y le pregunté si la había visto y si estaría en el Salón de Actos, a lo cual respondió como si los dos diéramos por hecho que ella no formaba parte del claustro: -“Pero ella ¿va a ir al Claustro?” La dirección tenía su correo electrónico, pero no la convocó…). El Dr. Ull, el médico de trabajo que fue determinante en el fraude de mi jubilación por incapacidad, la citó a principio de curso a su despacho, y yo la acompañé; y hace unos días llegó una citación para el EVI por inicio de expediente de jubilación en base al dictamen de ‘no apta’ emitido por este médico, en el que textualmente dice que ella no acudió a su cita con él…)
Y también llamarán a dar testimonio a familias que ahora se muestran condescendientes con nosotros y nos hablan con la boca blanda, pero que llegado el caso escupirán con furia detalles y sucesos que deformarán nuestra realidad a gusto del fiscal. Porque el caso de mi mujer, muy desgraciadamente, no es único, sino al contrario. La inmensa mayoría de las mujeres casadas de nuestro entorno están afectadas por la misma impureza que a mi mujer, pionera en este fenómeno, le afectó coincidiendo con desgracias personales, y la colaboración de estas mujeres, por tanto, en tumbar nuestro matrimonio, está más que garantizada. La diferencia con entornos no cristianos es que la descomposición familiar es en nuestros matrimonios más lenta. Y ahora mismo, como nosotros ocupamos un lugar visible para la comunidad de Toledo, por habernos señalado ante ella, no por voluntad propia sino por permisión de Dios, urge a los enemigos de Cristo acabar con nuestro matrimonio el primero de todos, porque, en cayendo el nuestro, caerán luego los otros como fruta madura, si es que por la verdad de su amor aun representan una amenaza para ‘el Proyecto’.
El menú está servido: Jubilación por IP e Incapacitación civil para mi mujer - pena de cárcel para mí- ingreso en una fundación ‘semi-pública’ de mi esposa- demanda de nulidad por causa síquica instada de oficio por el fiscal- nulidad concedida- ¿y la niña?... ¿A quién le importan los niños? Están vendidos, van cayendo con mil engaños en manos de la impiedad, para que les destrocen el alma y tengan muy difícil conocer al Dios-Amor.
Cuando estábamos aun en Recodo del Pinar, una vieja vecina, uña y carne de nuestra acérrima perseguidora, se fue de su piso (obedeciendo órdenes) y lo alquiló. A su inquilina le cedí dos butacas al instalarse, y en diciembre, al irnos de allí, le dejé una nota con mi teléfono para recuperarlas. Dos notas más tuve que dejarle porque no me llamaba, y entonces fue su casera la que me telefoneó; me amenazó con tono duro ‘por acosar’ a su inquilina. Ésta, una mujer joven, había llegado al Recodo con un bebé y el padre de la criatura. Pero este chico me dijo que no iba a vivir allí con ella, y nunca le volví a ver. Conocí a varios acompañantes de esta mujer, y de vez en cuando hacía fiestas en plena madrugada. Una de ellas fue la noche antes de irnos. Precisamente esa noche, había querido nuestra hija pasarla en el estudio, con todas sus cosas, para despedirse; y sucedió que al día siguiente me dijo que había dormido mal, que se había despertado varias veces. A las siete de la mañana había visto yo a dos hombres, que apenas se sostenían, en el portal, apurando el último trago, con aspecto alicaído, como el que fracasa en algo. Esa noche corrió peligro nuestra hija. Un día después de aquello me acerqué a Recodo y estaba a la puerta la inquilina, a la que jamás vi en el portal pues siempre salía en coche; sin duda buscaba el encuentro conmigo para acusarme de acoso; y hoy fue a la casera a la que me encontré, preparada para salir del garaje cuando iba yo a entrar a pie en él; retrocedí rápidamente al verla, y me quité de su vista, pero ella se bajó del coche y fue a mi encuentro; y tuve que salir corriendo, pues su actitud es violenta.
En el verano del 2020 llegó una parejita a vivir a Recodo. Supe que eran colaboradores de la Policía porque la chica, sin formación, se delató. Dijo que había llamado seis veces en cuatro meses al CNP porque hacíamos ruido y no iba a consentirlo. Esto lo confesó al decirle yo que había llamado a Comisaría y me habían dicho que habían estado hablando con una pareja… ella preguntó “¿con qué policía hablaste?”. Y en otros renuncios la pillé. Tendría poco más de veinte años, y ella y su chico se entendían bien con el Sr. Fongang. Tenían un perro y vivían en un dúplex, a más de 25 m de nuestro piso, del que decían que les llegaban los ruidos molestos. Al día siguiente oí a mi esposa cantar alto al entrar en el portal, y se me ocurrió subir al rellano de esta parejita a escuchar… No se oía nada, y el rellano estaba un piso por debajo del piso superior del dúplex… Lo conté en la red, y desde entonces ya no volví a ver nunca más a aquellos jóvenes vecinos. Pregunté sus señas a la Junta Directiva para obtener reparación por el daño que nos habían causado, pero de nuevo ningunearon mi petición.
En las acusaciones que vierten los vecinos contra nosotros constan muchos atestados de policía, muchos como estos seis que la maldad ha escrito.
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