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Jesucristo, en la tempestad, duerme y vela. |
En la España que amamos
fue popular, en los ochenta, una película en la que una chica bien plantada le espetaba al ‘bizarro’ mozo que la pretendía: “A mí no me impresiona que todos los tíos
te bajen cabeza, ni que las mujeres no se te resistan; para mí, ser hombre es
dejar todas tus cosas si tu madre enferma, y dedicarte a cuidarla.” Ahí queda
eso, y a chantar tol mundo… porque en España, por encima de todo, se respeta la
verdad. Y si ahora mismo anda tan mustia es porque se le hace la guerra sin
cesar; y sin reparar en medios.Una semana después de que Díaz Ay…, amparada por un ilegal decreto de alarma, disolviera sus cortes para dar oxígeno al proyecto de digtadura disfrazada de libertad, los medios enfocaron a un
trío de pillos: un diputado que dijo que hacían falta más sicólogos, otro que le
mandó ir al médico, y una joyita de plumilla que, insultando a quienes sufren dolencias síquicas, salió en defensa del desgraciado dimputado (in)corrupto.
- ¿Qué me estás diciendo? ¿De verdad?
Pues no, la verdad es que no. El texto del plumilla, que cito más
abajo, parece estar defendiendo a un político impresentable, y atacando a
homosexuales y enfermos (!), pero en realidad es una cortina de humo para
ocultar el delito contra la Constitución de los presidentes de España y de
Madrid, mandados del poder mundial.
Haciéndose pasar por uno de esos que se las dan de
machos mientras sus mujeres pringan, crea polémica acerca de un diputado
del PP bocazas, que dejó ver que su sensibilidad por los problemas de la gente
es tanta como la del gobierno. El texto es claramente provocativo, bronco hasta
el final, y retorcido: llama burros a sus señorías, y falsos (por abuchear al
del PP), y mezcla medias verdades con mentiras; la más gorda de ellas decir que
Díaz Ay… trabaja para la libertad… ¡Ay, Díaz Ay…! El totalitarismo 5G que se avecina
es anti Dios, y los del género son su brazo armado… que desmiembra y
mata bebés y familias, y envenena a ancianos. Más de doscientos millones de
muertes en lo que va de siglo… Al que afrenta a un gay le cae pena de muerte; y
si este lobby cruel ha dejado ‘blasfemar’ a este plumilla ha sido por la urgente
necesidad de tapar el ‘movimiento de tierras’ que perpetraron Sánchez y Díaz Ay para ensanchar la vía a la cárcel digital de los españoles.
“El diputado Romero fue valiente y dijo lo
que nadie más se atrevía a decir, pero seguro que todos los burros de la cuadra
estaban pensando… gritar “vete al médico” es lo típico que te pide el cuerpo
cuando te sacan el tema de los suicidios y…tú eres un tío con dos cojones y los
pies en la tierra.
(…)
si uno tiene libertad [*se refiere a la que ofrece Díaz Ay…], la tiene
primero para decidir no estar triste, sino contento, y para dejar de lloriquear
como una maricona (…) los mismos que te hablan de salud mental son esos
comunistas demagogos que están intentando convertir España en un manicomio.
Tiene cojones, vamos (…) la depresión es la dolencia típica de las
menopáusicas, los adolescentes mimados y débiles mentales. Esas cosas se
arreglan echándole a la vida voluntad y, si el pobre depresivo no la tiene y
persevera en andar amargando a la gente con sus penas y sus caras largas,
siempre nos queda el recurso de pegarle un buen bofetón. Un bofetón dado a
tiempo te quita los pájaros de la cabeza.
Y esto es lo que intentó hacer el diputado
Romero con Errejón. Para que encima lo crucifiquen. El hombre vio un poco
tristorro al de Más País y le animó a ir al médico, (...) su voluntad de hacer
de España un país mejor, libre de amargados y babas lacrimógenas. Desde luego,
la gente es cerril, Romero…”
De lo aquí dicho se desprende que el tal periodista
habla como una Doña Rogelia de trapo, por boca del amo. En realidad, la prensa es
un único vocero, vocinglero si hace falta, y liante siempre, con distintos
muñecos parlantes.
Esta semana leí otro texto suyo, opinando que
habría que tener bajo vigilancia a los enfermos esquizofrénicos, porque en
cualquier momento pueden tener un brote y matar. El mismo tono bronco y
provocativo; la misma impunidad garantizada; y el mismo motivo: la imperiosa
necesidad de arrasar cualquier atisbo de reacción al cruel dictado mundial. El turbador
mensaje ‘venía en el diario El Caso’: “En un lugar de Madrid (denigrado en
cierta serie para hacerlo cloaca donde verter los deshechos del sistema La Condena de un Barrio) alguien,
sin nombre, encontró un cuerpo sin vida con un corte profundo, sin ubicación; y
al lado un cuchillo (sin hoja, y que no tenía mango), y a una persona (sin
identificar y sin dignidad); de ésta se dice que “podría ser una enferma
esquizofrénica y haber tenido un brote”. Lo malo es que no hay testigos, ni
dato alguno que cotejar; y, para más inri, el texto añade que si se quiere
saber más se llame a la policía o al 112. Esta bazofia periodística , servida en
bandeja-portada, de oro, y con el deceso de Isabel II como primer plato, acabó
provocando, lógicamente, una deposición del popular vocero opinador:


Tragar, un día sí y otro también, estos malos ‘alimentos’ que nos sirve la prensa nos mina la salud, nos debilita. Y crece la descomposición social. Ayer volví a hablar con D. Sebastián, por ver si con mis escritos se había movido algo en el colegio. Recordándome que él ya no era nada, empezó diciendo que si yo quería que investigaran tenía que ser más concreto; porque si no, corría el riesgo de que me tomaran por un alterado; y me contó que, estando él fuera de Toledo, por lo de ser director de Infantes, (La importancia de la Educación Católica), le avisaron de que yo había ido a la comisaría a denunciar (!) nuevos abusos en el colegio, y que puesto al habla
con el CNP le habían dicho que se olvidara, que todo mi relato era una sarta de
disparates.
Luego me invitó a dirigirme al nuevo director, aunque
se siguió mostrando interesado en ayudar, y volvió a expresarme sus dudas sobre la existencia de abusos en Infantes. Quiso
saber qué había con las hermanas, y le conté que una de ellas, recién levantada
la liebre, me confesó haber visto cosas, pero que al enfriarse de repente el
pastel (por la visita del dizque policía al colegio), y pasar a estar en
entredicho mi cordura, se había retraído de cooperar con la verdad… y luego vino lo de su fulminante traslado, para sorpresa de toda la comunidad. Al relatarle aquellos hechos, me corrigió D. Sebastián al utilizar la
expresión ‘echar tierra encima’, aclarándome que, de aquella, él había
preguntado a profesores de su confianza si sabían algo, sin conseguir sacar nada en limpio. Y añadió que le extrañaba muchísimo que fuera cierto lo que yo afirmaba, porque D. J. también era de los de su confianza...
De esta conversación deduje que D. Sebastián no conoce, o no lee, mi
blog; porque con la descripción que hice en él haría falta estar ciego para no ver el problema; y también porque no hizo ninguna alusión al homenaje que le dediqué en mi penúltimo artículo. Pero también he sacado en conclusión en esta charla que, si bien él no lee 'alcielo', hay a su alrededor personas que sí lo hacen, y que le cuentan, a su manera, cosas que entresacan de los textos; del elogio que hice de su trabajo, por ejemplo, no le han hablado, pero parece que sí lo han hecho de otros temas.
Haciendo juntos un repaso al asunto de los abusos, y aclarándole
que no estaba zanjado, salió a la luz un malentendido del ex director. Habiéndole dicho en su día que el arzobispo estaba al tanto, él llegó a formarse la idea equivocada de que yo había departido con Monseñor Cerro sobre los detalles del
caso. Esta confusión le vino por alguien -un lector
de mi blog o un miembro o allegado de la curia- que al tiempo que le informó de que yo había sido
recibido por el arzobispo en su casa, le invitó a pensar que el tema de
nuestra conversación había sido el colegio diocesano. - "No, que va"; le desengañé. "Todo lo que yo he hablado con D. Francisco sobre este tema fueron unas palabras
al recibir de sus manos la Comunión; le dije tan solo: 'En Infantes hay abusos.
Hable con D. Sebastián'”.
Sobre el titular de nuestra diócesis pende el silencio
sobre este grave asunto, y que ni antes ni ahora recabó la versión del veterano
director de ‘su colegio’. También pesa sobre sus hombros el haberle cesado con un tema tan sangrante abierto, sin motivo, y sin previo aviso, estando la comunidad escolar de vacaciones. Pero además, siendo ya abultada la lista de cargos, se suma a ella el agravante de despedirle sin ningún acto de reconocimiento oficial a su abnegada labor de casi cuarenta años.
No he visto ninguna mención de agradecimiento en el entorno comunicativo del colegio; y me he enterado por casualidad de que le llamaron para participar en una misa 'de comienzo de curso' presidida por el arzobispo. Resultó, por lo que yo sé, un acto mustio, de los que tienes ganas de que terminen, en vez de una fiesta de acción de gracias; y precisamente fue al final cuando se invitó al saliente director a decir unas palabras. Una persona muy allegada a Don Sebastián me hizo ver su tristeza, al tener que aceptar que esta misa, y nada más, iba a ser su despedida del que fuera para él 'el centro de su vida' durante casi cuarenta años. En cuanto al discursito de pega, pasó como una sombra fugaz por entre las soñolientas y despistadas mentes de los chicos, que entre la súbita aparición mañanera de mayores de negro con caras grises, y el sopor del impostado tono solemne, lejos estaban de darle el significado que en condiciones normales, y con una ayuda adecuada, les hubiera ayudado a crecer como cristianos. Es fácil que una buena parte del alumnado ni siquiera se diera cuenta de que en aquella misa les estaba diciendo adiós el que fuera su director durante, al menos, los diez últimos años de su vida escolar. Entre el Supervisor de la Fundación, el nuevo Director, el Reverendo párroco, Monseñor Martín, el Presidente del APA, etc., Don Sebastián, con su discreta figura, pasaría como uno más; y para cuando le tocara hablar es muy posible que la tristeza estuviera ya ahogando sus palabras... y entre unas cosas y otras, a la audiencia le sonaría como el runrún que anuncia el final del aburrimiento y el feliz momento de echar a correr por fin.
Si mi olfato no me engaña, los cargos que pesan sobre nuestro arzobispo apuntan todos en la misma dirección: intentar echarle a Don Sebastián la culpa de los abusos, sin tenerla, y por medio de la treta de despedirle con sordina, darle carpetazo al asunto. Y que no tiene él la culpa lo ve hasta un ciego, porque, entre otras cosas, los mismos que tendrían que velar por el cumplimiento de las leyes, fueron los que le disuadieron de cualquier intervención. Sin embargo, en descargo de Monseñor Cerro, están las
malas influencias de su círculo próximo, y las relaciones inadecuadas de éste con el
mundo presente. Estas circunstancias son, sin duda, las que están detrás de que la diócesis esté promoviendo este sibilino intento de convertir a Don Sebastián en chivo expiatorio; fin para el cual se ha escenificado una salida suya por la puerta trasera, sin homenaje, sin agradecimiento, sin relieve, en una palabra: falsamente vergonzosa.
Achicar y enturbiar la figura digna y limpia de D. Sebastián a la hora de su retiro, es, ciertamente, una ruindad; y la Iglesia a la que pertenezco nunca despediría así a un sacerdote entregado en cuerpo y alma al servicio de la educación católica durante toda su vida. Don Sebastián habrá tenido sus fallos, como cualquiera, pero no se merece la deshonra de retirarse salpicado, ni siquiera de lejos, por un comportamiento deshonesto; algo totalmente ajeno a su persona. Yo, desde luego, católico por la gracia de Dios, me lavo las manos de esta afrenta.
Hoy, precisamente, vuelve la liturgia de la palabra a enfrentar a los pastores infieles con la verdad. San Agustín recuerda crudamente el grave daño que, por buscar su propio interés, causan estos pastores al rebaño, al ocultarle que la categoría básica del cristiano es ser castigado por su adhesión a la verdad; y al prometerle vida placentera ya aquí, en esta efímera existencia, cosa que nunca hizo nuestro Señor. Y Ezequiel profetiza el menosprecio que caerá sobre la Iglesia infiel, porque al renunciar a ‘su roca’ cavará en la arena su propia tumba… y se verá obligada a arrastrarse, desnuda de boato, mendigando un lugar en este mundo...
Los que me leen recordarán cómo me había guiado el Espíritu Santo hasta la casa del arzobispo, y cómo me había mostrado a nuestro pastor rodeado de lobos; y que aquella visita no tenía ninguna relación con el tema de Infantes. También los que le fueron con el cuento a Don Sebastián lo sabían, sin duda. Y por ello quedan convictos de ser los mismos que le llamaron ése fin de semana que estaba reunido, mintiéndole sobre una nueva denuncia mía que nunca existió. Salta a la vista que buscan utilizar y confundir a Don Sebastián, aprovechando su mucha edad, porque él, con su honesta mirada, incapaz de ver la maldad, es mi ancla de salvación, el testigo de cargo contra los impostores, aquellos que, afirmando ser de la policía, fueron a su despacho a decirle que “uno que no parecía estar en sus cabales había ido a la comisaría a denunciar abusos en el colegio Diocesano”.
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