MANIFIESTO JOVEN POR LA PAZ

Los jóvenes: artífices de paz.

Desde aquel ‘¿Qué es la verdad?’, de Pilatos, hasta hoy, los crímenes de estado han encontrado su excusa en la imposibilidad de la razón para conocer la verdad, y en la consiguiente necesidad social de caminar con hipótesis de salvación. Y tal parece que a esa cadena se suma también el eslabón Núñez.
El viernes asistí a una conferencia suya dirigida a los jóvenes, y me dio una impresión muy mediocre. Midiendo en todo momento sus palabras, desgranó un discurso rancio, pobre y sin brillo; puramente político, en el peor de los sentidos.
A personas jóvenes, de treinta y cinco años para abajo, crecidas en una sociedad en descomposición, intencionadamente privadas de referentes culturales, y deformadas en lo propiamente humano, les pintó un cuadro oscurantista, en blanco y negro, donde a lo bueno lo llamó ‘la democracia que llegará conmigo’, y al resto, egoísmo y/o violencia. 
“Ese buen régimen, dijo, nació en la antigua Grecia, y avanzó con gobiernos que, mirando siempre a los jóvenes, intentaron conciliar la experiencia con la innovación, y lo urgente con lo trascendente, mediante el diálogo y la ciencia; y en ocasiones, como la presente, esos gobiernos toman el toro por los cuernos y afrontan reformas de calado, que una vez explicadas son deseadas, y que hoy en día, por la globalidad de las comunicaciones, exigen pactos entre todas las economías libres.” 
“En ese marco, los jóvenes estaréis forjando vuestro propio futuro, frente a un populismo que afirma, sin ninguna base real, un orden que prescinde tanto de vosotros, por consideraros exaltados, como de la historia, porque está vacío de contenido, y no es más que manipulación de los sentimientos de la gente, a la que ofrece soluciones ilusorias.”
Tal vez estuviera Núñez hablando de VOX al hablar de populismo; si fuera así, su enemigo político sería un pueblo que ha tomado conciencia -¡por fin!- de que desde hace más de una década está siendo diezmado por una clase política disfrazada de coro de plañideras, que al tiempo que plañen, engullen las viandas que habrían de consolar a los deudos. Ese pueblo, ciertamente, no tiene medios para darse a sí mismo leyes e instituciones que garanticen una convivencia en paz perdurable, pero sabe que cualquier cosa es mejor que seguir confiando en esos falsos dirigentes. Y por eso, a pesar de que VOX está trufado de agentes enemigos del pueblo, aún podría servir, a poco que los vientos le fueran favorables, para acoger los malestares individuales y levantar una hoguera ingobernable de pasiones patrióticas. En el país vecino, el partido Francia Insumisa está movilizando un sentimiento del pueblo similar, que ya no se puede ocultar; y en otros muchos puntos del planeta crece igualmente por momentos la marea del descontento popular. A los que han probado el jamón de pata negra no les basta que les regales toda la mortadela del mundo, porque, aunque no puedan pagárselo, seguirán añorando lo bueno, y harán lo posible por recuperarlo. Y lo bueno es la prosperidad en libertad de la que gozábamos no hace tanto.
Núñez y los suyos siguen, erre que erre, con el rancio discurso excluyente que demoniza la expresión más genuina del malestar social, y se equivocan de estrategia. Así como Newton reconoció la fuerza de la gravedad como la explicación más sencilla para algo que no parecía tener razón de ser, resulta evidente que en la sociedad hay también una fuerza, sin nombre pero real, que explica fenómenos políticos  ‘incomprensibles’, y que no puede ser conjurada por discursos, por brillantes que éstos fueran, que no es el caso. En estos momentos, el mal llamado populismo es el germen de un cambio en marcha, es la expresión de una aspiración que no admite ‘ser cancelada’. Es posible que tenga que pasar por un caos para materializarse en una forma de gobierno, pero también las aguas desbordadas terminan encontrando su cauce. Sería más que deseable, por el bien de todos, ponerse a dialogar ya con esta fuerza viva de la ciudadanía, que tiene en la asunción del protagonismo político, la expresión más elocuente de su vigor. 
Con una nación en duelo, con heridas sangrantes, seguir dándole la espalda a esa realidad es jugar con fuego. Para detener el creciente clamor por la justicia haría falta poner a medio país a reprimir al otro medio… pero ¿quién puede querer eso, salvo las más abyectas mentes? La violencia que Núñez atribuye taimadamente al populismo, es, en realidad, junto al espejismo de creer que nos bastamos a nosotros mismos para erradicar el mal en la Tierra, la otra cara del proyecto que Núñez y Sánchez promueven. 
De hecho, la fibra de la protesta popular está, en el fondo, en íntima relación con esa gran carencia de legitimación que tiene el cacareado 'nuevo orden', y que constituye la objeción más insalvable a su rutilante oferta: ¿Es el aborto, y, en general, el recurrir a matar cuando asoma el sufrimiento, lo mejor para los jóvenes? Porque tanto Núñez como Sánchez y como Díaz Ay… van en esa misma línea. 
Esta fuerte contradicción interna es un muro infranqueable para los dueños de España, porque resalta la vigencia de la única propuesta capaz de superarla: el humanismo cristiano, la única fuerza que ha demostrado históricamente su poder para conjugar la tradición y la innovación, sobre la base de un cuerpo social virtuoso. 
Transcribo un párrafo de la Constitución Pastoral GS, que viene en el Oficio de Lectura de hoy: “En efecto, aunque fundamentalmente el bien común del género humano depende de la ley eterna [*que lleva a plenitud a la Ley Natural], en sus exigencias concretas está, con todo, sometido a las continuas transformaciones ocasionadas por la evolución de los tiempos; la paz no es nunca algo adquirido de una vez para siempre, sino que es preciso irla construyendo y edificando cada día. Como además la voluntad humana es frágil y está herida por el pecado, el mantenimiento de la paz requiere que cada uno se esfuerce constantemente por dominar sus pasiones, y exige de la autoridad legítima una constante vigilancia. Y todo esto es aún insuficiente. La paz de la que hablamos no puede obtenerse en este mundo, si no se garantiza el bien de cada una de las personas y si los hombres no saben comunicarse entre sí espontáneamente y con confianza las riquezas de su espíritu y de su talento. La firme voluntad de respetar la dignidad de los otros hombres [*incluidos los más débiles]… y el solícito ejercicio de la fraternidad, son algo absolutamente imprescindible para construir la verdadera paz. Por ello puede decirse que la paz es también fruto del amor, que supera los límites de lo que exige la simple justicia.”
Como la propaganda no basta para eclipsar esta única alternativa al plan del ‘nuevo orden’, éste recurre al juego sucio contra los que difunden el Evangelio de Jesucristo.  Y combinando hábilmente mentiras, y medias verdades, con la falta de luz de las gentes, diseñan campañas destructivas. 
Hoy precisamente le ha tocado sufrir una de éstas a nuestro querido arzobispo, Don Francisco Cerro. Expresó éste su pena por los católicos que caen en el engaño de las filosofías orientales, que son muchos. Monseñor Cerro se mostró otra vez como pastor solícito de sus ovejas, avisándolas del peligro: ¡Cuidado! Que, con el pretexto de aliviar vuestras tensiones, la cultura milenaria que está detrás de esas prácticas de relajación se puede presentar ante vuestras almas inquietas como una alternativa al Dios cristiano, y, poco a poco, os puede ir alejando de los únicos pastos que sacian; esto es, del cuerpo y la sangre de Jesucristo, Dios y hombre, vivo y verdadero, sin el cual no tenéis vida en vosotros.
Hay una violencia latente y persistente pesando sobre las decisiones de los españoles, y que quedó patente con el delito -impune- del presidente del Gobierno de dar cauce a una norma anticonstitucional, y potencialmente mortal, con motivo de la Alarma pandémica, cuando decretó que hubiera 18 autoridades, siendo que la ley sólo admitía la suya, por obvios motivos de seguridad nacional. Como resultado de esa “caída”, Isabel Díaz Ay…, disolviendo sin legitimación y 'sin sentido’ su asamblea, provocó la caída de Iglesias, a la que sucedió la de Casado, que a su vez trajo a Núñez, que a su vez… para finalmente instaurar el nuevo orden.
Este político de provincias, avezado en trampas (que recién despeñado su jefe y paisano posó ‘besando la mano’ del que había dado el empujón traidor), anda ahora mareando la perdiz para colarse en nuestras casas como ‘hombre bueno’. Y por eso, como chirriaba mucho firmar con el impresentable Doctor Sánchez la orden de envío a la trituradora del ‘tocho de la Constitución Española’, el de Ourense ejecutó una retirada escénica; pero no porque quisiera detener la destrucción de la ley de los españoles, que sus amos ansían, sino para dejárselo a Sánchez, aprovechando que éste ya está amortizado, y apeándose del machito. Lo más probable es que el farol de Núñez sirva para que el gobierno frankenstein, tal y como nos tiene acostumbrados, habilite por la vía de reforma urgente un nuevo CGPJ, y que éste haga lo propio con el Tribunal Constitucional, de suerte que, en cuanto quede formado, se convierta para siempre en estatua de sal. Ojalá que ésta, resbalando como lluvia ignominiosa sobre lo poco sano que le pueda quedar a Sánchez, le sirva como cauterio para su regeneración moral.
El mal que ha hecho a España este político es incalculable. Y por eso llama la atención que haya sido 'una militante de VOX' la persona que ha propiciado que a D. Manuel Murillo, un vigilante de seguridad a punto de jubilarse, aficionado al tiro de precisión, y entendido por tanto en armas de fuego, lo hayan condenado a nueve años de prisión por tener varias armas en casa y bravuconear en una red social con cargarse al presidente Sánchez. Dio muestras este señor en el juicio de estar en sus cabales, así como dio muestras de lo contrario el juez que le impuso tan rigurosa condena. 
Esa maldad infiltrada en nuestro tejido sociopolítico actúa también sobre la Iglesia misma, violentándola. Desde atalayas portátiles, o caballos de Troya al gusto, falsos cristianos siembran confusión en los fieles y los dividen: Un católico zen que habla con el Papa por aquí; un cura crossfitted por allí; otro traficando con drogas -¡alucinante!- en la diócesis del obispo erudito toledano (que suma ya más de ciento cincuenta ‘ISNs’), junto a otros muchos 'pequeños escándalos', van desgastando el tejido sano, sembrando recelo, y enfriando la caridad de la grey. 
Pero el asalto a la Iglesia no es sólo a nivel de escándalos en su jerarquía, sino que está siendo masivo. Cuando muchos cristianos comprometidos con su fe estábamos siendo perseguidos en nuestros hábitats, y otros estaban siendo camelados con prebendas o cargos para neutralizarlos, en las parroquias aterrizaban ‘nuevos fieles’ en torno a pastores distinguidos y organizados con fines particulares. Tal movimiento se está haciendo visible ahora en torno al concepto de sinodalidad, desconocido para los fieles hasta hace unos pocos años, y que estaba reservado hasta entonces a las reuniones deliberativas de los obispos. Como si se tratara de las bases de un partido político asambleario, se instó a los fieles a participar en reuniones parroquiales, de las que saldrían propuestas para Roma, las cuales vienen hoy mismo en la prensa, con su espantoso tufo a género, como era de esperar. 
La invasión del mundo en la Iglesia no es nada nuevo. En el mismo Oficio de Lectura de hoy, antes citado, viene el comienzo del Libro de los Macabeos, que en su párrafo cuarto dice: “Por entonces hubo unos israelitas apóstatas que convencieron a muchos: “Vamos a hacer un pacto con las naciones vecinas, pues, desde que nos hemos aislado, nos han venido muchas desgracias!”.
Gustó la propuesta, y algunos del pueblo se decidieron a ir al (rey). El (rey) los autorizó a adoptar las costumbres paganas, y entonces, acomodándose a los usos paganos, construyeron un gimnasio en Jerusalén; disimularon la circuncisión, apostataron de la alianza santa, emparentaron con los paganos y se vendieron para hacer el mal."
Ayer, en una parroquia concurrida, unos feligreses pasaron el cepillo en el ofertorio, pero, una vez recogidas las ofrendas, en vez de dejarlas al pie del altar, como signo de unión con el sacrificio del Señor, las sacaron de la celebración llevándolas a la sacristía. Venía yo observando a uno de esos fieles desde hacía tiempo, por parecerme extraña su actitud; y al advertirle del despropósito litúrgico de su acción, recibí un agrio gesto de desdén por su parte, reflejo de la impostura que nos está asolando para adulterar, y vaciar de contenido, el carácter sagrado del misterio que celebramos, por medio de la introducción de criterios mundanos.
Decía ayer De Prada, en una desafortunada coletilla final a uno de sus buenos artículos, que la fruta social está ya madura para el advenimiento del Reinado del Anticristo. Si bien la interpretación de los signos de los tiempos actuales que hace el periodista es sensata, me parece inadecuado dar por hecho el final de la historia, siendo que no nos corresponde a nosotros conocer los tiempos, y que en nada nos puede ayudar una actitud derrotista. Entiendo a De Prada, que se pasa largas temporadas sin que le saquen, por ser veraz, y que tiene que sufrir mucho por ello. Y todos los que amamos a la Iglesia experimentamos la fricción de los acervos ataques del mundo. Pero nos conviene, por medio de la oración, permanecer en pie frente al enemigo, y esperar contra toda esperanza; porque en cualquier  momento puede surgir, como en tiempos de los Macabeos, un líder celoso de la Ley, como Matatías, que se levante frente al tirano con coraje, y suscite un movimiento de masas que restituya al pueblo en la pureza de sus costumbres. ¡A ti, Señor, encomendamos nuestra causa! ¡No nos desampares! 

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