MONSEÑOR MAGÁN Y LA AMAÑADA TRAMA MAÑA

El párroco de Épila, Miguel A. Barco, se embarcó en darle a su templo 
la torre que desde 1723 esperaba su fiat. Vea cada cual cómo construye.


¡Ave María Purísima! La disidencia 'ideológica' de los católicos es hoy tan heroica como lo fue en los primeros siglos; y por eso cada vez son más los obispos que no la resisten y ceden a la impostura totalitaria. Éstos, y muchos laicos, enfriada su fe por la maldad reinante, llegan a auto-convencerse de que hay vías de salvación que no pasan por la Cruz, y dan crédito, para su desgracia, a los artificiosos discursos de quienes las explican.
En el ámbito civil es aún peor. La disidencia política está secuestrada por falsos líderes, diseminados en el espacio mediático, que engañan con su verborrea a la gente bien pensante, neutralizando su capacidad de reacción (es el caso, por poner un ejemplo, del círculo de Esparza: Más viejo que el hambre).  
Para completar este panorama, los pocos que siguen adelante, leales a Cristo y a la verdad, son sistemáticamente torturados hasta que abandonan, o, si no, son físicamente eliminados con sofisticados métodos anónimos (como el covid, sin ir más lejos).
La férrea ley del silencio y el caos que gobierna en los medios de comunicación es lacerante (y seguimos sin una ley orgánica que defienda el derecho a estar informados). Estamos realmente peor que cuando mi padre, con la oreja pegada a la Marconi, sintonizaba Radio París en onda corta para enterarse de algo. 
De los graves hechos que relaté en el último artículo de este blog no he obtenido ninguna respuesta mediática; absolutamente nada. De modo que, cuando leí ayer que Monseñor Munilla sucedía al obispo Sanz como chivo en la hipócrita campaña difamatoria que utiliza el dolor de las víctimas de abuso, deduje que se había abierto, con mucha prisa, la carrera para renovar la presidencia de la Conferencia Episcopal Española, y completar así, rápidamente, la suplantación del camino verdadero al cielo. 
En el mismo diario, el recién nombrado portavoz de la CEE expresaba, en su primera aparición pública, que Jesucristo no había inventado el matrimonio, ni las 'otras formas de convivencia' que coexistían con él en aquel tiempo; y con ese argumento establecía que estamos obligados a hacer sitio en la Iglesia -se entiende que como propias, aunque no sacramentales- a esas 'otras formas' de vida social. Según él, lo que Jesucristo había hecho había sido “coger el matrimonio existente y decir que cuando se daba entre dos bautizados era un sacramento”; y se supone que, si la cohabitación se daba entre no bautizados, o entre personas del mismo sexo, no era una falta de moralidad sino una falta de plenitud y una ocasión para evangelizar. 
Ciertamente, una cosa es el sacramento del matrimonio, y otra, la institución del matrimonio. Ésta existe desde siempre, y todas las culturas, hasta hoy mismo, la han reconocido como la unión del varón con la mujer destinada a la procreación –y a dar continuidad a la especie. Esta condición de bien natural es puesta ahora en duda, por primera vez en la historia, introduciendo así una fractura cultural de impredecibles consecuencias. A esa impostura (violenta) le salen al paso, unánimemente, la doctrina y la tradición de la Iglesia, yendo al fondo del asunto, que trasciende lo sacramental. Y, en este sentido, sólo se puede decir que las primeras declaraciones del recién nombrado Secretario General de la CEE son desafortunadas y lamentables. 
Da la impresión de que el nuevo portavoz estuviera ansioso por mostrarle al gobierno un nuevo rostro de la Iglesia; pero si la cara es el espejo del alma, y el alma de la Iglesia es Jesucristo, ese nuevo rostro ni existe ni puede existir. Porque ¿acaso puede la Verdad contradecir a la Verdad? Algunos lo quisieran, y se afanan en demostrarlo, pero en vano. Acerca del matrimonio, quien esté interesado en saber lo que dice y ha dicho siempre la Iglesia sobre el tema, puede seguir el siguiente enlace: Casamiento y mortaja, del cielo baja  
Las prisas para la renovación de la presidencia de la CEE, como las de la atropellada elección de su Secretario, son por dos motivos: uno, porque la domesticación de nuestra Iglesia les urge a los magnates del mundo; y dos, porque no deja de aumentar el número de los que estamos avisados y siendo instruidos para resistir. El hecho mismo de que quedaran sin respuesta mediática las fundadas sospechas de fraude sobre el desarrollo de esta última plenaria, confirman la hipótesis de que nos hallamos ya envueltos en la ola de un decidido impulso a la implantación de la distopía totalitaria; ola que amenaza con barrer el nombre de Jesucristo de todos los salones episcopales del mundo. 
Parece claro que hay bastantes obispos partidarios de ese nuevo orden, que en lo religioso se nos está dando a conocer como una especie de idílica fraternidad universal, de la cual, por cierto, ya nos previene el Nuevo Testamento como de una fábula propia de mentes que chochean. Para esos clérigos supone -aparte de un riesgo serio de perder su alma- la posibilidad de zafarse de la cruz y/o de la persecución, lo cual es siempre el trasfondo de las herejías. 
No hay duda de que en esta última precipitada elección de líder en la Iglesia española hubo manipulación para que saliera elegido Monseñor Magán. Éste, de hecho, era un desconocido para la mayoría de los miembros de la Conferencia, pues llevaba tan solo unos meses de obispo, y solo unos diez o doce años de cura en España. Su elección, como tristemente suele suceder en estos tiempos, no fue por méritos propios; y quienquiera que le haya alzado a ese puesto, es el mismo que le ha cerrado el paso a Monseñor Cobo. 
Este poder en la sombra, que va tumbando rivales "conservadores", es también el que colocó al frente de la CEE, en marzo de 2020, al Cardenal Omella. Tampoco éste era popular entre los obispos votantes, ni destacaba por su buen hacer en la Iglesia española. En su elección, teniendo enfrente a Monseñor Sanz y al Cardenal Cañizares, obtuvo 50 de los 83 votos emitidos; y al repasar la noticia, se encuentra uno con la surrealista estampa de una Conferencia de obispos prestando oídos al relato cutre de una trama cutre, con el que, en teoría, se buscaba desprestigiar al candidato que, 'paradójicamente', y contra pronóstico, salió elegido. 
El asunto es enrevesado y propio del mundo oscuro y demencial de Wally, donde el mal se oculta fácilmente en el caos reinante. Sin embargo, Dios da luces a los suyos para descubrir la verdad en medio de tanta confusión...
En aquella plenaria de 2020, en víspera de la elección, 'se presentó inesperadamente un personaje anónimo' para contarles a los obispos una historia trufada de morbo; y consiguió que le prestaran atención usando como cebo el pretexto de dañar a Omella, 'que no caía bien de aquella'... Dándoles a oler unos miserables trozos de realidad descarnada, aderezados con el consabido engolosinador caldo de mentiras y medias verdades, muchos de los que aún faltaban para completar una mayoría absoluta, mordieron la carroña en el anzuelo. En el amañado dossier facilitado a los votantes, con apariencia de prueba de cargo, se hacía relación de los hechos que fundamentaban la supuesta falta del todavía obispo de Logroño, y figuraban una serie de conversaciones suyas incitando a otros a recoger en un informe testimonios que permitieran demostrar una supuesta conducta escandalosa del arzobispo de Zaragoza, en 2014. En realidad, nublada la razón con la avidez por comerse la carnaza de aquel anzuelo (curiosidad malsana), la lectura descuidada, o poco avisada, del culebrón de intrigas suministrado, si bien situaba a Monseñor Omella como uno de los personajes oscuros, obrando por intereses personales, le atribuía sólo un papel secundario, mientras que al prelado destituido lo situaba en el centro de la escena con una espeluznantemente clara descripción de su 'abyecto proceder'; de ese modo, si la acusación contra el de Barcelona era el haber colaborado para apartar a tan dañina figura, el cargo se volvía en mérito, y como tal merecía un premio... Uno como el de dirigir a la Iglesia española, por ejemplo. Lo gordo en este asunto es que también entre líderes espirituales cabe hacer que los que obran el mal pasen por buenos, como cuela igualmente hacer pasar a los sencillos por pillos. 
Varias cosas llaman la atención en el itinerario eclesial de Monseñor Manuel Ureña. En Roma, durante ocho años, cursó la licenciatura, y se doctoró, en Filosofía Pura. Esta formación, y su fidelidad a la Iglesia, explican la sentida carta a su grey que publicó tras la renuncia del Papa Benedicto XVI: "Es una noticia 'bomba', que estremece", dijo, "es una gran pérdida para la Iglesia", "el Papa ha entrado en el sagrado recinto de su conciencia, ha escuchado su voz, y la Palabra de Dios, y ha dicho 'debo renunciar'".  Llama la atención también que, en el mismo día de la muerte de San Juan Pablo II, se diera a conocer su nombramiento como titular de la diócesis de Zaragoza; y en aquel lance, sus primeras palabras fueron: "Tengo sentimientos encontrados, pues Su Santidad me eligió en los últimos días de su vida". Ocupó puestos de responsabilidad eclesial en ámbitos de exigencia intelectual; obtuvo varios reconocimientos civiles de prestigio; y fue Consiliario Nacional de la Adoración Nocturna ¡durante veintidós años! Todo lo que he leído sobre Monseñor Ureña me ha transmitido la voz de un pastor según el Corazón de Cristo; y no me he encontrado con nada sórdido ni turbio en torno a su figura, nada que me oliese a rancio. 
El poder para crear 'realidades sociales' por parte de la prensa es la base de la gran agresión que el nuevo orden está perpetrando contra la humanidad, por la que la aleja o la priva, de mil maneras distintas, de la Verdad que vino al mundo hace dos mil años. A partir de un pequeño núcleo de hechos fabricados exprofeso para la ocasión, esos nuevos ingenieros de estructuras sociales generan artificialmente fenómenos que alteran sensiblemente el curso natural de la historia, tales como pandemias con miles de muertos... o escándalos de prelados a los que entierran en vida. A posteriori, para tapar sus delitos, siembran de cizaña los campos de trigo, y pisotean la hierba virgen para que nadie pueda seguir su pista. Pero, desgraciadamente para ellos, Dios ha determinado que el crimen perfecto no exista...
En esta trama maña, usaron para su inconfesable propósito a cierto zagal que, tras ser ordenado diácono, actuó de liebre para liarla, y desapareció acto seguido. Arrojada su inmundicia en el ágora de los medios, multiplicaron los vertidos sobre ella, hasta formar una riada que arrastró, envueltos en lodo, los honrados nombres de dos clérigos entregados a su vocación. Para cuando cesaron las lluvias, la vida y obra de estas personas quedó 'para el arrastre': Monseñor Ureña cesado y el Padre Barco apartado del sacerdocio. Como corriente de fondo de este remolino de aguas turbias, las bajas pasiones desatadas, las intrigas, y... ¿los crímenes?
Hace poco me hacía eco en este blog de cómo Miguel Roca Cabanellas, arzobispo de Valencia, dejó tras de sí un halo de misterio en torno a su trágica muerte; y ahí sigue, esperando la luz que descorra el velo. Pero en el caso que nos ocupa, hurgando en mi memoria, mientras sujetaba el hilo de las injerencias del poder civil en las cosas de la Iglesia, se me encendió de repente un piloto que tenía hasta entonces en standby con una luz mortecina.
Monseñor Ureña había accedido a la sede metropolitana aragonesa al fallecer San Juan Pablo II; y había hallado muy buena acogida por parte de los fieles. Su respeto a la tradición era manifiesto, y bien valorado, así como sus desvelos por hacer brillar el legado cultural de la Iglesia maña. Tras su paso por Zaragoza, la Real Basílica, y su entorno, experimentaron una grandísima mejora artística (restauración integral de varias capillas, con el mecenazgo de Acciona, el grupo Bartibas-Herrero, Axa Seguros, y otros), así como un notable enriquecimiento ornamental, funcional (instalación de un moderno ascensor en la torre grande), y religioso, arrojando todo ello como resultado la visita anual de más de once millones de peregrinos, por encima de Lourdes, Fátima, y Guadalupe de Méjico. Pero si estos logros visibles del arzobispo Ureña hablan por sí solos contra las disparatadas calumnias sobre su persona, que  encontraron triste acogida en un grupo importante de obispos, a esa fecunda tarea de dar a conocer por el arte a Cristo, une este prelado una eficaz evangelización de su grey mediante el ejemplo de su propia vida piadosa. 
Con verdadero sentido de Iglesia, acogiéndose al motu proprio del Papa Benedicto XVI que permitía celebrar según el rito preconciliar, inició Ureña la misa tridentina en España, abriendo camino para el enriquecimiento litúrgico de los fieles. En su celo pastoral, dio cauce y respuesta a inquietudes profundas del pueblo fiel, tensionado por el sentimiento anticatólico ambiental. Entre ellas, y principalmente, permitió y fomentó diversas iniciativas de prácticas piadosas y devocionales. Y él mismo se puso al frente del rebaño, como ejemplo, ejerciendo durante más de veinte años de consiliario del movimiento de adoración más firme y arraigado de nuestra Iglesia española, la Adoración Nocturna. Y por su ejemplo, en su diócesis prosperaron, además de los frutos materiales, los espirituales, tales como los cenáculos de oración del Padre Pío, cuya razón de ser es la meditación y la contemplación del misterio de Jesucristo, el Verbo Encarnado, redentor del hombre.
En uno de esos cenáculos participó activamente una bellísima persona que nos quería mucho, y bien, a mi esposa y a mí. Recuerdo, como anécdota, que cuando le conté el vacío que me hacían ciertos compañeros de docencia en la universidad me dijo: "No te preocupes, llegarás a ser un gran profesor universitario"; y, bueno, aunque todavía estoy esperando ese momento, sus palabras me trajeron entonces un dulce consuelo, y su bondad me edificó para aspirar a lo verdaderamente importante. Resultó que tuvo esta persona una muerte repentina. Vivía en una casona en las afueras de Zaragoza, en la que, por la confianza que su piedad inspiraba al obispo, obtuvo el permiso de éste para acoger en ella la presencia permanente del Santísimo. En medio de su encantadora afabilidad, en alguna ocasión nos dejaba caer algún lamento por la persecución de que era objeto. Y tanto debía sufrir por ello, que, necesitando cierta intervención quirúrgica, iba posponiendo una y otra vez su entrada en el quirófano, por el temor de que no se hiciera todo lo posible por que saliera de él con vida... Cuando, por fin, se animó a entrar, volvimos a escuchar su timbre jovial al teléfono tras la operación; pero, hete aquí cómo hace Dios las cosas, que, a los pocos días, recibimos sobrecogidos la impactante noticia de su muerte fortuita al caerse por las escaleras de su casa. 
Esta persona vivía sola, y su pariente más cercana, una hermana soltera, y ahora ya realmente anciana, que reside en Madrid, me confió sólo a mí -¡raro designio divino!- que, según la policía, la autopsia había revelado que la causa de la muerte no había sido una caída por las escaleras, al pie de las cuales se encontró el cadáver, puesto que éste presentaba signos de haber recibido un "único golpe mortal...". 
Hay una guerra sin cuartel contra la religión católica, y, frente a la presión, algunos obispos ceden a los discursos engañosos de falsos cristianos infiltrados. Como decía hoy mismo un sacerdote en la hora de adoración de su parroquia, hay situaciones históricas donde vivir la fe no es posible sin un cultivo esmerado de la relación con Jesucristo Eucaristía, o sea, sin una relación de amistad fuerte con Jesús. Un cura allegado al Cardenal Osoro me confió, antes de morirse, que a menudo acudía este prelado a su casa, a desahogar sus penas con él... Tal vez por esa debilidad anímica -fragilidad humana- pudo llegar el arzobispo de Madrid a auto-convencerse de la inconveniencia de que su obispo auxiliar, Monseñor Cobo, apareciera en la terna, persuadiéndose al mismo tiempo de la idoneidad del candidato alternativo. Tal vez, conociendo los que le rodean su labilidad (¡y todo sobre él!) le presionaron, y no halló fuerzas, 'ni razones', para oponerse al 'consejo' de no darle permiso al obispo auxiliar para aligerar parte de su carga en la diócesis, de modo que pudiera compatibilizarla con el desempeño en la Conferencia Episcopal. Lo más probable es que el Cardenal Osoro se dejara llevar por la corriente... de opinión (esa que maneja Don Dinero) que daba como favorito indiscutible (sin serlo realmente) a Monseñor Magán. De haber sido así, aún siendo perfectamente comprensible, no dejaría de ser lamentable. Porque, al final, ahí tenemos, calentitas, esas declaraciones del ya segundo de la conferencia de los obispos, que hacen las delicias de quienes se afanan en arrancar las raíces cristianas de España mediante el crimen y la imposición de leyes inicuas y anti-natura.
La muerte de aquella bella persona, cuya vida enriqueció la de mi esposa y la mía, aconteció a los tres días de conocerse la renuncia del Papa Benedicto XVI, momento que marcaría la apertura de una época definitivamente martirial para la verdadera Iglesia de Jesucristo; su testimonio de una vida al servicio del Amor quedaría sellado con su muerte a manos del odio, gloriosa corona para su cabeza, y más gloriosa aún por ser esa cabeza una de las primeras de la sangrienta lista de los caídos por Cristo en la  "hiper-civilizada Europa". Año y pico después de que se silenciara a esta persona por saber demasiado, tuvo lugar, tras agónica tortura, el linchamiento mediático de su arzobispo, con humillantes calumnias de amoralidad. La persecución y la lista del blanco ejército de mártires va a ser muy larga. En la misma trama maña ha caído también el 'forzosamente ex-Padre' Miguel Ángel Barco, y en otras tramas parecidas se baten ya el cobre obispos como Sanz y Munilla, por citar sólo algunos casos visibles entre los muchos anónimos que sufren lo mismo en el silencio de sus vidas humildes.
[Las acusaciones que apartaron de sus funciones a estos clérigos, que, rezando en latín, edificaron sobre roca en el Pilar y en Épila, respectivamente, y que de rebote ascendieron al obispo de Logroño a la diócesis de Barcelona y al cardenalato, están recogidas en un texto al que les doy acceso con el siguiente enlace: Río Revuelto Pónganse las mascarillas para leerlo, pues en él se vierten, como un vómito, durísimas calumnias. Y mírese todo con lupa, pues, como no podía ser de otra manera, el texto está firmado por el Pintor... del mundo animado de Wally, naturalmente.]
¡Santo Adviento! ¡Maran Atha!

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