BAJO LOS CASCOS DE LOS CABALLOS

"LA BOLA", periodismo alternativo.


Las expresiones de tristeza y desánimo que se ven en las caras de la gente tienen una explicación. Desde luego, son por infelicidad, pero en las causas inmediatas hay muchos factores que intervienen. Uno, no pequeño, es la impotencia para combatir sus males, el no saber qué hacer ante esa situación que le resta la alegría. Y otro, también considerable, es el sentirse engañado por la sociedad en la que vive.
En ambos casos, hay dos sectores sociales que tienen mucho que ver con ese malestar: los políticos y la Prensa.
Es verdad que la organización de los países se ha complicado mucho, pero también se dispone de herramientas muy poderosas que, bien empleadas, podrían ser muy eficaces al fin de una convivencia próspera y pacífica. Y una gran parte de esas herramientas son las que manejan los medios de comunicación. Pero está claro que se nos ha cruzado por medio un malandrín encantador para fastidiarnos, y cambiar ese gran poder benéfico de los adelantos técnicos en un instrumento de infelicidad.
Está claro que los políticos han renunciado al noble fin de su oficio, al menos en España. La prueba evidente de esto es que nos gobierna un impresentable aliado con otros impresentables, y entre todos ellos han desmantelado España, dejándola para el arrastre. Pero al mismo tiempo, hemos tenido una oposición que ha asistido durante tres años a este crimen sin abrir la boca; y que esperó a que la demolición estuviera terminada para decir "hay que parar a estos". Y sobre VOX, basta con recordar que gracias a sus votos se aprobó la Ley de Fondos con la que nos van a atornillar en el 'Siniestro Total' que hoy es España. No se salva nadie; y la prueba es que Sánchez puso en Las Cortes un Decreto Real fuera de ley, y todos, desde el ujier al Rey, lo dieron por bueno.
Por si a alguno le queda duda de que esta ruina es real, le leo la crónica política de estos últimos días. Ya en Navidad nos birlaron el repaso al catastrófico año 2022, con la excusa de Benedicto XVI. Y ya lanzados al nuevo ciclo electoral nos encontramos con lo siguiente:
El decano de la Prensa conservadora sacó ayer los segundos más grandes titulares de su tabloide que se recuerdan desde la Moción de Censura a Rajoy. Ayer, los segundos en tamaño, y hoy, ¡los primeros, y con la misma noticia! ¡Y eso que el corrupto es de los suyos! Cuando todos esperábamos un apoyo firme de este diario para quitarnos de encima al impresentable presidente del gobierno, nos pega este hachazo cainita... Aten cabos, y saquen conclusiones, porque además, a ese gran escollo en la carrera de las municipales y autonómicas se le ha arrimado otro, no menos importante: el inoportunísimo acuerdo del gobierno PP-VOX en Castilla y León, pensado -¡caiga la venda de nuestros ojos!- para erosionar las esperanzas y las posibilidades de un vuelco político en España. A este respecto -y me crié en un comercio- la técnica de los que mueven los hilos nacionales es: "El cambio político es inaplazable, pero vamos a ir a mínimos, casi al empate, no vaya a ser que le exijan al que hemos puesto en el PP reconstruir lo que hemos demolido". 
Y ya que hablamos de estos oscuros señores, téngase en cuenta que son los dueños de la comunicación -sin excepciones relevantes. Me pregunto quién nos va a contar el desfalco perpetrado por los que ellos designan para dirigir nuestros asuntos patrios...
En fin, llegados a esta situación de desvalimiento nacional, convocados de nuevo al paripé de las urnas, cabe preguntarse qué pasaría si no fuéramos a votar. A poco que pienso en ello, todo lo que veo son ventajas. Tengo experiencia de la gran vulnerabilidad del poder; tanta, como tanta es la ostentación del mismo que hacen... y se pasan en esto siete pueblos. Los partidos son extremadamente sensibles a la opinión popular... están absolutamente pendientes de la imagen que despiertan. Entre otras cosas porque en medio de la desolación que han creado, las chispas de esperanza incendian y se propagan como fuego por las zarzas. El poder es frágil y oculta esa debilidad haciendo ostentación de fuerza e inoculando miedo a todas horas. Nosotros, en cambio, con la fuerza que nos da defender a nuestras familias, y el colchón del convencimiento de que la muerte no es el final, y de que una muerte honrosa vale más que una vida de sometimiento, podemos plantar batalla, como David a Goliat. 
Tengo la certeza de que después de las elecciones, a nivel del ciudadano corriente, y aparte de cambiar el tinte con el que los medios nos sigan toreando, nada va a cambiar; estoy convencido de que seguirán adelante los procesos pensados para convertirnos, definitivamente, en cabezas... de ganado.
No, no es nada desdeñable la posibilidad de no ir a votar. Nos iban a llover chuzos de punta por parte de los que, sin dejar su confortable sillón, pontifican sobre el valor del diálogo y la democracia, mientras a su alrededor se multiplican los dramas humanos de manera alarmante, sin que ellos se alarmen. Alguno de los nuestros (los héroes son necesarios) sería torturado, o asesinado, para frenar la desbandada general... pero sería el comienzo del final para la clase que ya nos oprime.

 

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