OKUPAS EN PALACIO

Uno por uno, todos los escaños le han sido usurpados a la soberanía nacional; y va a costar recuperarlos.


En el año 2015, ‘fíate.es’ inició su crónica de España. Apenas unos meses después de empezada aquella singladura, el blog de la fundación Fíate publicó un artículo en el que ya daba cuenta de los rasgos principales del drama social que, bajo capa de normalidad, nos aflige hoy. Se veía venir 
En estos ocho años no hemos dejado de hundirnos en un viscoso fango de calamidades, enfermedades y muerte. En último extremo, el agente que está vehiculando esta ruina voraz es la ocultación del sentido de la vida. Por bien trabajadas influencias, el alma ardiente de España se va enfriando muy rápidamente; y una enfermiza melancolía atenaza hoy las mentes y los corazones de nuestra querida patria, con devastadoras consecuencias.
Esta semana, ya preelectoral, cuando convenía que las aguas del debate reposaran, para que se viera bien el fondo turbio en que se mueve el gobierno, los diseñadores de la política española agitaron pícaramente el ágora de San Jerónimo, con el efecto de hundirnos más en el desánimo.
Con las modernas técnicas de dominación social, partiendo de nuestro esquema mental, en el que las instituciones son los sillares del edificio social -y el parlamento uno de los principales- se hizo escarnio de ellas, reduciendo a caricatura una de las herramientas de garantía democrática más potentes, la moción de censura, y ello con el fin de minar la moral de la población.
Sin darnos explicaciones, nos metieron en la lavadora de cerebros, y al terminar, mareados, estrujados y arrugados, nos expusieron al sol quemante del “Sánchez sale reforzado”.
Si todavía hay alguien que no se haya enterado de que vivimos en la tercera fase, le animo a que abra los ojos. Aquí ya nada es lo que parece; y, llegado el caso, se intentará que parezca que nada es lo que es.
Sánchez es un prodigio, un adelantado a su tiempo, el proto-líder –monstruoso- del ‘post-humanismo’: un gobernante sin moral. Ha devastado a España, pero ni la sangre que derramó (en tantos dramas ocultos), que clama justicia, le hace reconocer su crimen.  
Entró al parlamento un intelectual, y gracias a eso vimos que aquello era la casa de la impiedad, de la que no cabe esperar nada, y en la que la poderosa mafia que busca adueñarse de la familia, de la propiedad privada y del Estado, ha comprado o hipnotizado a todos sus habitantes, y los tiraniza.
‘El Padrino’ ha decretado que Sánchez permanezca otros cuatro años; que los puntos cardinales de España sigan siendo la izquierda, la derecha, los amigos de Sánchez, y los extremistas de VOX; que siga cayendo sobre nuestra tierra la lluvia ácida; y que no se permita más crítica que la de los aspirantes al martirio.
Por deseo de los magnates, del mismo modo que aún no tenemos una ley orgánica de información, nos mantenemos con una ley electoral caduca, de hace casi cuarenta años; y que ya no garantiza la seguridad del voto. En las últimas elecciones generales colaboré con un partido en la vigilancia del proceso electoral, y observé algo inquietante: a media jornada, los representantes municipales –de aspecto hermético- cogieron, con gran sigilo y sombrío gesto, las actas parciales de la votación para llevárselas a las autoridades… El sentido común, y una pizca de ciencia, nos dicen que el procesamiento de esa actualización conformó el resultado de la jornada electoral al gusto del Jefe; y dio luz verde al abrazo traidor de esa misma noche, el cual, en apenas tres años, iba a reducir a polvo las murallas seculares de España.
Este año intentarán que ocurra algo similar; pero como la cosa está al rojo, harán ganar a Núñez para que no haya una revuelta, aunque por la mínima, para que tenga las manos atadas y pueda, con esa excusa, seguir demoliendo las últimas piedras que quedan en pie de la España honrada, alegando que, si no hace tal o cual daño, vendrán los malos y nos comerán.
Le pido a Dios una señal para que toda ‘la buena gente’ pueda ver que lo que estoy diciendo es cierto: que lo que vamos a votar es seguir con un gobierno que no teme a Dios o cambiarlo por uno que, aunque diciendo temerlo, no lo hace, pero al que podemos influir para que lo haga; y ruego también para que coincidamos en que esta opción se puede conseguir mejor si los que la deseamos votamos unidos -al PP-; y al mismo tiempo exigimos cambios en la ley electoral antes de las generales.
Imaginemos una mayoría absoluta del PP ¿quién puede negar que gran parte de ella somos personas temerosas de Dios? Y entonces ¿qué excusa puede poner Núñez cuando intente perpetrar un desmán que ofenda a Dios? Pero si le dejamos la posibilidad del juego de fuerzas –un VOX al lado- le será más fácil escurrir el bulto… Porque los políticos saben muy bien que lo que los españoles no perdonamos es el engaño. Y aunque también es verdad que mientras podamos llenarnos el vientre nos da lo mismo quién gobierne, aún nos queda el suficiente sentido común para, ante la pregunta '¿Qué prefieres, un subsidio o un trabajo tranquilo?', elegir la segunda opción. Y si en esto me equivoco, aún nos queda Dios…
Santa María, Virgen valiente, que diste el mismo a la etérea aparición del Ángel que a la maciza realidad de la Cruz, ¡ruega por nosotros, ruega por España!


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