CÓMO SACARLE EL MÁXIMO PARTIDO A TU VIDA (TUTORIAL)



Pascua significa 'Paso'. Esta fiesta cristiana dura ocho días -la octava de Pascua-, más que ninguna otra; por la sencilla razón de que festeja el acontecimiento central de la vida humana, a saber, el paso definitivo de la vida que está destinada a morir,  a la vida sin dolor y eterna, al cielo. "Venga, preguntas..." 
-Pues... si esta fiesta celebra el paso a la vida sin dolor, y vemos que sigue habiéndolo, ¿qué pasa?, ¿que no festeja un suceso real, y los cristianos sois unos ‘flipaos’, o qué?

-Buena pregunta; y difícil de contestar; pero en cuanto al suceso que festejamos, real, sí que es. 

Jesucristo fue torturado hasta morir, sin tener culpa alguna y sin rebelarse. Él asumió esa muerte por obediencia, o sea, por amor a su Padre -Dios Amor. Éste, a pesar de nuestra rebeldía, decidió sacrificar a su Hijo para atraernos a Sí, haciendo de la Pasión y la Resurrección de Jesús el tutorial definitivo -actualizado cada año y cada domingo- que nos enseña a sacarle el máximo partido a nuestro diseño original. En ese espejo aprendemos a rechazar el pecado en el momento de la prueba, porque, contemplando a Jesús crucificado, y después resucitado, adquirimos sabiduría y fuerzas para seguir adelante, esperando nuestro momento de gloria, cuando, pasadas todas las pruebas, seamos también nosotros, como Él, resucitados a la vida bienaventurada.

Obviamente, no es sensato pensar que se nos pide un imposible, que nosotros no somos Dios y no vamos a aguantar lo que Jesucristo aguantó por serlo. La tortura de la cruz del Calvario fue la más cruel de todas las que existen, por distintos motivos, que incluyen los físicos y/o fisiológicos;  y fue con toda intención cuidadosamente elegida por Dios, para que ningún ser humano pueda dejar de encontrar reflejado su sufrimiento en ese tutorial que no pasa. Pero la enseñanza de la cruz no es ‘tenéis que aguantar lo que os toque sí o sí’, sino, más bien: ‘Fijaos cómo os quiero y cómo conozco vuestro sufrimiento’, y, por tanto, también: ‘¡Cómo voy yo a permitir que la prueba supere vuestras fuerzas! ¿Creéis en Dios?... pues creed también en mí, y veréis la Gloria de Dios!’... Y ya voy contestando a la pregunta difícil… 

La Semana Santa comenzaba con una exhortación de Jesús a los doce: “Levantaos, vámonos”; y terminaba con otra, a una mujer que había sido una gran pecadora: “Mujer, no me detengas, que aún no he subido al Padre”.

Próximo el escándalo de un Dios clavado por sus criaturas a una cruz, y traspasado con una lanza, Jesús dice a sus más fieles seguidores: ‘¡Arriba, a caminar!’ 'Pero, ¿a dónde?' "Hacia la luz pascual, pasando por la cruz". 

Jesucristo, una vez resucitado, se deja ver en primer lugar por su madre -es de suponer- y, a continuación, por alguien que había experimentado el desprecio general… una mujer pecadora, una gran prostituta pública. Ésta, la magdalena, le echó mano, la primera de todos, en cuanto le vio resucitado, porque Él era su vida, pero Jesucristo le dijo: “No me detengas, que aún no he subido al Padre”.

A esta mujer quiso Jesús desvelarle cómo quería ser amado, y por eso le dijo: ‘No me detengas, que voy al Padre’. O sea, ‘No es a mí, Jesús hombre, a quien estás llamada a unirte, sino al Hombre-total -hombre y Dios verdadero-, Jesucristo, que habita en la Trinidad’... ‘Por un tiempo tendrás que vivir conmigo escondida en Dios, hasta que se manifieste mi Gloria, y entonces ya tu unión conmigo será completa y se manifestará en plenitud, para ser ya la vida imperecedera y bienaventurada a la que estás llamada’. Llegados a este punto, yo pregunto: ¿No es como para festejar el poder vivir con Dios, aunque de esa vida sólo trasciendan destellos? Desde luego, os puedo asegurar que, comparada con la vida en Dios, la antigua no tiene color. 

Este mensaje crucial es para todos, pero Jesús le encarga a una mujer difundirlo. ¿Por qué? La Virgen nos da la clave. Como María esperó contra toda esperanza, se convirtió en modelo de los que esperan; pero ella era la Inmaculada, y convenía que quien nos transmitiera el  mensaje saludable de la esperanza fuera alguien que hubiera experimentado las consecuencias dolorosas del pecado. Porque, obligados a esperar sufriendo al amado, habría de resultar una ayuda inestimable que quien nos comunicara tan costosa encomienda conociera a fondo la impotencia, el desprecio y el sufrimiento; de tal manera que quedase patente que sus fuerzas para esperar le venían de haber sido renovado su corazón -su capacidad de amar- por el perdón de sus culpas. 

¡Qué grandiosa novedad!: “No busquéis entre los muertos al que vive”; dijo el ángel del sepulcro; y al decir 'muertos' se refería a los humanos anteriores a la resurrección -incluido el mismo Jesús; porque muertos estábamos, sin esperanza (de vida eterna, que es la única digna de ese nombre), antes de que Jesús pasara por la muerte -como por un camino- a la verdadera vida, cosa imposible para cualquier otro ser humano desde Adán. 

El ángel anuncia algo nuevo; y Magdalena lo ve; no al principio, sino cuando el Jesús de cuerpo glorioso -nuevo- la llama por su nombre. Porque, al nombrarla, la renovó, con esa fuerza que ahora tiene para renovarlo todo; y de esa manera la dispuso para entender y cumplir su encargo: "Ve a decirle a tus hermanos que me has visto y que te he dicho que subo a mi Padre que es también el vuestro’... Y allá que se va corriendo la consolada a dar la buena noticia; pues ya no ansía tocar a Jesús, sino obedecerle por amor. Ahora se sabe unida del todo a su amado en condición de hermana; se ha perfeccionado su amor, que hasta aquel momento era aún terreno y pasional.

Este mensaje crucial queda desvirtuado en algunas traducciones bíblicas que cambian ‘detengas’ por ‘retengas’. Jesús no es tajante, y, sin embargo, en esta primera aparición como resucitado emplea una expresión que en cierto modo lo es: ‘No me detengas’. Dirige estas palabras a una mujer sufriente que ha ido, cuando aún era de noche, a verle muerto, y que llora amargamente al no encontrarle en el sepulcro; en estas circunstancias, es obligado pensar que, si Jesús elige hablar taxativamente, es por el bien de la mujer, por lo importante que es para ella entender lo que Él le está diciendo. El término ‘detengas’ enfatiza que el camino de Jesús -del hombre- termina en el Padre, que está en los cielos. Esta primera aparición del resucitado toma a una mujer pecadora como representante de la raza humana, herida por el pecado, y el mensaje que le transmite adquiere el relieve de revelación fundamental de Jesús, la cual va directamente a curar la herida de nuestro corazón, ésa que nos hace desear la plenitud del amor aquí en la tierra, sin tener que morir a nosotros mismos. 

Retengas, en ese sentido, hurta su eficacia sanadora al texto original, dando cancha a un trato a ras de tierra con Jesús; como si éste, en un caso extremo, pudiera admitir cierta demora en su Misión (de subir al Padre) para ahorrarle sufrimiento a la mujer. Pero no, antes al contrario, toda ambigüedad en este punto perjudicaría a la mujer, abocándola a optar por caminos sin salida en las encrucijadas de la vida. Porque nosotros, los bautizados, los hijos de Dios, estamos muertos al pecado, como Jesús, y vivos para la vida eterna; nuestro corazón ansía unirse al que ya no puede morir, y sólo encontramos verdadero descanso en tratar íntimamente con ese Sagrado ❤️ de Jesús.

El cambio de sistema, de ciclo, de gobierno, de civilización, y de todo, ya se ha producido. 

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