ESPAÑA, TIERRA DE MARÍA

 

La mirada de María nos introduce en el corazón del Señor.




¡La paz, hermanos!, y ¡Feliz fiesta del Pilar! 
¡Dichosos los que escuchan la Palabra del Señor y la cumplen!, es el mensaje del Evangelio de hoy; el que acogió María, y por el que llegó a ser nuestro modelo, abogada, y guía. 
Jesús, recién dejado su pueblo para dedicarse a anunciar la Buena Noticia, se encuentra con su madre en una boda, y ésta "le saca" el primer milagro de los muchos que va a hacer en los tres años de su vida pública. Los novios, como también nos pasa a nosotros en muchas ocasiones, no se habían percatado de que tenían un problema (se les estaba acabando el vino -la alegría), pero 'habían invitado a María' a su boda, y ésta, como madre atenta, solícita y discreta, intercede en su favor ante 'el que todo lo puede'. La pareja no se enteró de nada, pero los sirvientes sí, porque María, después de hablarle a Jesús, les habló a ellos: "Haced lo que Él os diga"; y estas palabras han quedado para siempre como el sumario de lo que un cristiano tiene que saber para ir al cielo.
Es curioso que en ese favor no sean los agraciados los que 'tienen que hacer algo', sino que su buena suerte depende de lo que otros hagan. La revelación del poder de Jesús, su primer milagro, se produce en una boda: ese misterio que San Pablo asocia a la unión de Cristo con su Iglesia. Al igual que en los desposorios que tienen lugar en la Cruz, en los humanos es también la iniciativa de Dios la que garantiza la fidelidad y la indisolubilidad del vínculo (las cuales, en 'el enlace' del Calvario, son el amor sin condiciones y para siempre de Cristo a su Iglesia); y a los contrayentes sólo se les pide que vivan en comunión -que acepten la invitación que Cristo les hace a comer en su banquete- y que estén en esa comunión con María. En el sacramento del matrimonio Dios mismo se compromete con los esposos a que no les falte lo necesario, y, aún sin que ellos lo pidan, les hará llegar, por medio de la comunidad, el auxilio oportuno.
San Pablo VI, en su exhortación apostólica Mariális Cultus dice: 
La misión maternal de la Virgen empuja al pueblo de Dios a dirigirse con filial confianza a aquella que está siempre dispuesta a acoger sus peticiones con afecto de madre y con eficaz ayuda de auxiliadora; por eso los cristianos la invocan desde antiguo como "Consoladora de los afligidos", "Salud de los enfermos", "Refugio de pecadores", para obtener consuelo en la tribulación, alivio en la enfermedad, fuerza liberadora de la esclavitud del pecado; porque ella, libre de toda mancha de pecado, conduce a sus hijos a vencer con enérgica determinación el pecado. Y, hay que afirmarlo una y otra vez, esta liberación del mal y de la esclavitud del pecado es la condición previa y necesaria para toda renovación de las costumbres cristianas".
La tribulación, la enfermedad, y la tristeza que provoca el pecado, son hoy realidades de rabiosa actualidad. Y por eso María es más necesaria que nunca. Hemos de invocar a María para sobreponernos a todas esas dificultades, con la confianza con que uno se dirige a su madre, y aún más. Y con la convicción profunda de que nada es imposible para Dios, ni, por tanto, para la que 'estando con Él, intercede por nosotros'. 
De la Virgen sabemos que, como hebrea, 'aguardaba el consuelo de Israel', el Mesías, llevando una vida piadosa en todo momento, cumpliendo fielmente la Palabra de Dios, la cual aceptó dócilmente cuando el Ángel vino a ella a pedirle que acogiera al verbo en su seno. En su humildad sincera, no hizo remilgos ante ese encargo; antes bien, llevando en su vientre al que venía a servir, ella misma se puso en camino para prestar sus servicios a su prima Isabel. Sin poder entender lo que ocurría, todo lo guardaba en su corazón para irlo meditando; y con piedad sincera trataba asiduamente con Dios e intentaba agradarle... agradeciendo sus dones, rezando y celebrando con la comunidad, mostrando fortaleza y confianza en las pruebas; ejerciendo su maternidad heroicamente, al igual que su fuerte amor conyugal. María es el modelo que ha de guiar la renovación del mundo y sus costumbres; hacia quien debemos dirigir nuestra mirada, y dar un culto ferviente.
Si nos fijamos en su vivir cotidiano, la vemos como una perla de gran valor en su casa, mansamente hacendosa, y acogiendo la presencia del cielo con sencillez; y, después de la visita de Gabriel, la vemos ir presurosa a ayudar a su anciana prima, que está encinta; y cuando le llega a ella la hora, acepta dócilmente los contratiempos que rodearán su parto; y después, y para siempre, se volcará en los cuidados de su Hijo, poniendo en Él toda su fe, su amor y su esperanza. No tembló su fe cuando le dijeron que su hijo no estaba en sus cabales; ni prendió la turbación en su interior cuando fue torturado... Su amor fue siempre superior a sus dolores, y nos dio ejemplo de entereza ante la adversidad. María es la columna firme que mantiene en pie a la Iglesia, de cuya piedra angular fue fiel custodia.
No podemos prescindir del ejemplo y de la intercesión de la Virgen María en estas horas difíciles para nuestra religión. Y en este mes, dedicado al Rosario, es menester redoblar nuestra plegaria por la Iglesia y por España.
Preguntaba yo el pasado sábado, día de la Virgen del Rosario, si no se iba a celebrar como todos los años el entrañable Rosario de la Aurora, recorriendo de madrugada las callejuelas de Toledo; y como me dijeran que lo habían tenido que aplazar... me dio pena, porque 'la tarea' de encomendarnos a María es inaplazable... porque se oye un grito desgarrador saliendo de las entrañas de España; el de Abel y el de Raquel... el de Sodoma y Gomorra... dureza en los corazones que sigue hoy llagando el de Jesús. 
Se dan toda clase de vilezas, ofensas que dañan profundamente nuestras vidas, que comprometen el futuro y hacen estéril el presente. Y ante ellas se rasgan las vestiduras pero no los corazones. El pecado alardea de sus triunfos en las plazas, y se sienta en las tribunas a mandar como un tirano.
No hay poder humano que le haga frente al mal si no es el de la Nueva Eva, la mujer que venció al Dragón. Sólo ella nos ha de llevar a la victoria. Mañana, viernes, a partir de las quince treinta, comenzarán su peregrinación a Guadalupe un grupo de jóvenes de Toledo; desde el bullicio al silencio, del festivo puente del pilar, a las serenas aguas que transparentan a Dios. Renovados en presencia de María, instruidos por ella, esos jóvenes serán luego los sirvientes que llenarán de agua limpia las tinajas, para que el Señor la convierta en vino bueno para los necesitados. 
A los que yacen en camillas, no les bastará con saber que hay aguas que curan, ni con estar cerca de la fuente, habrá que meterlos en la piscina milagrosa, y si hace falta, descolgarlos hasta ella con cuerdas (la fe con obras de la comunidad de los creyentes). ¿Quién renovará esa fe? ¿Quién hará de un pueblo débil uno fuerte?
Sabemos que San Pablo expulsó de la comunidad a algunos que pecaron y no se arrepintieron. Los entregó a la vida sin Dios, al espanto... para ver si así aprendían y se convertían. Él los conocía, las Iglesias que se iban formando los conocían... Pero hoy no es igual. Somos una Iglesia pobre, no sabemos cómo vive su fe el de al lado, no sabemos siquiera cómo vive el pastor... el rebaño está desperdigado...
¿De qué sirve que expongamos públicamente nuestros trapos sucios? Las primeras comunidades agradaban a los extraños porque veían cómo se amaban, y lo aprobaban. Ofrecían una alternativa de vida, y muchos se les agregaban...
Vivimos una situación excepcional desde todos los puntos de vista. La debilidad de la Iglesia es proporcional a la descomposición social. En el mundo reina la mentira, y nosotros seguimos a la verdad; no hay componenda posible entre Dios y el mundo; sus lenguajes son distintos... los que son sólo terrenos hablan desde la mentira, queriendo dar vuelta al orden creado por Dios. Si queremos que el mundo se salve, es hablando entre nosotros el lenguaje del amor como lo conseguiremos, y no haciendo nuestras las ideas del mundo.
Con el pecado no se pueden hacer migas; la misericordia no se mezcla con el pecado; lo auxilia desde la verdad, con el ungüento del amor; pero no fingiendo que hay verdad en él... El principio activo que limpia el pecado es el amor que brota de la cruz: subir en nuestra cabalgadura al necesitado, cargar con su cruz, soportar en silencio la flaqueza ajena, perdonar la ofensa... perder la vida para encontrarla.
No es prudencia creer lo que dice el necio, o el mentiroso; y urge separar el bien del mal, que están demasiado confundidos; a fuerza de mentir y silenciar la verdad, ya no es fácil distinguir lo bueno de lo malo. Pero por los frutos se conoce al árbol.
¿Qué nos ha traído de bueno el espíritu de modernidad? ¿Dónde está la vida próspera? ¿Es esta incertidumbre aquello para lo que nos hemos desgastado estos cuarenta años? 
El mundo necesita a Dios, y sin Él proliferan los ídolos, los dioses de mentira, que no salvan sino todo lo contrario. Y uno de ésos está haciendo mucho daño a la Iglesia, que se ha dividido. Y no sólo en Alemania, sino en cada país, en cada diócesis y en cada parroquia. Se afanan los partidarios del ídolo por hacer parecer mentira la verdad, y viceversa; y al mismo tiempo abandonan el rebaño: no curan a las enfermas, ni vendan a las heridas, novan tras las descarriadas y no buscan a las perdidas; y, a las lozanas, las maltratan hasta matarlas. Observad la higuera...
¿Adónde vamos a acudir, Señor? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna. Si miramos internet, o La Prensa, quedamos inquietos y confundidos... No sabemos de quién nos podemos fiar... hay quien se hace pasar por católico y no lo es... y nos abruman todas esas malas noticias que se suceden sin descanso... Del drama que vive España prefieren no hablar, y llenan las páginas con el conflicto de Oriente Próximo, el más viejo y enrevesado del planeta... Para colmo del retorcimiento, se bombardea la explicación más sensata -la de que el toxi.covi.crania fue sólo el inicio de la manipulación de masas por medio de artificios mediáticos- y se anuncia el fin de la libertad de expresión por motivos 'de seguridad'. 
El embrión de esa censura fue anunciado en Bruxelán hace apenas una semana por una comisión que preside Von der Layen. Puede suceder que de la noche a la mañana nos encontremos con que estamos incomunicados y sometidos definitivamente. Entonces sí que cobrará sentido y sensatez la propuesta que formulé en mi último artículo: que, privados de todo medio material de comunicación, Dios mismo pondría a su legión de ángeles mensajeros al servicio de su pueblo para que sea posible seguir viviendo en libertad. Entre tanto, es preciso tomar conciencia del ataque que el mundo está sufriendo, y, en este día especial de fiesta, del que está padeciendo España, que vuelve a ser (por algo será) la diana principal del incesante ataque de los sin Dios
En este mar encrespado vuelven a formar ante nosotros, arrogantes, 'las naves enemigas', en número y equipamiento muy superior al nuestro... Pero, a pesar de que han pasado cinco siglos desde el glorioso Lepanto, ni la más leve mancha de óxido ha deslucido el brillo del arma que entonces nos dio la victoria: el Rosario. Es hora de empuñarla de nuevo; el momento es apremiante; está ante nosotros la muerte o la vida, el infierno o el paraíso. Si os dicen que no es para tanto, que todo es normal, no lo creáis; eso decían también los falsos profetas antiguos, que buscaban sólo su bien. ¿No oís los gemidos de los bebés en los vientres de sus madres? ¿No sentís la angustia de los niños que no entienden por qué sus padres no se quieren? ¿No os apena la desolación de los jóvenes por la violencia que impera en sus relaciones? ¿No os dais cuenta de la soledad de los ancianos, víctimas del maltrato y la exterminación, después de haber entregado sus vidas para dejarnos un mundo mejor?... No hay descanso para la gente honrada, los hogares están siendo bombardeados sistemáticamente, para que no quede ni el más mínimo reducto de paz, para que doblemos la cerviz, impotentes, ante la insolencia e inmoralidad del dios-dinero. 
Pero de nuevo se equivocan los que siguen a un dios que no puede salvar; porque no se acabarán las imágenes que nos recuerden que tenemos una Madre poderosa, que ya venció al Dragón y lo volverá a vencer. Porque esto es España, tierra de María; y aunque cien mil demonios nos claven sus tridentes, no podrán evitar que en nuestro interior la miremos y la invoquemos... y seamos salvados por ella. 
¡Santa Virgen del Pilar! ¡Ruega por nosotros, salva a España!


































 




















  






















 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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