HISPANIA DESDE HISPALIS

Tras estos muros, enfrente de mí, en el sagrario de San Gil, está Dios

Qué oportunas, lindas y acertadas, las palabras de Juan Manuel de Prada: que el barroco es el arte más puramente español, el que mejor expresa la gravedad de nuestro carácter, el pulso dramático de vivir entre la aspiración de trascendencia  y las ataduras de la condición material. ¡Y qué feliz coincidencia que su reflexión nos llegue en el momento en que la Iglesia está en la transición del viejo al nuevo año Litúrgico!; porque es un momento propicio para volver la mirada hacia lo fundamental, a saber, que el destino del hombre es la salvación del alma. En este sentido, el principio que no debemos perder de vista es la buena noticia de que Dios es infinitamente bueno, de que Dios es amor, y que por amor bajó del cielo, para estar a nuestro lado. Ese es el comienzo de todo; y, al mismo tiempo, el fin hacia el que nos tenemos que orientar: Que somos producto del amor de Dios, hemos nacido de Él y vamos hacia Él.  Estamos a punto de entrar en Adviento, donde el pueblo se prepara para ese gran acontecimiento del que estamos hablando, la venida de Dios al mundo. La Iglesia, santa y madre, nos instruye en estas fechas sobre los aspectos generales de la vida que nos conviene tener siempre presentes. Hoy mismo, una de las lecturas de la misa nos recordaba que, a lo largo de la historia, ha sido y es muy fácil para el ser humano caer en el olvido de lo verdaderamente importante. Decía el texto que, desde los tiempos antiguos, el hombre se embrutece dándose a los placeres que la vida material le procura, y que por eso envió Dios un castigo al mundo; para mostrarle el error de vivir así. Resultando tan grande aquel castigo, Dios prometió no volver a mandarnos otro igual, pero como el hombre persistiera en  su error, acontecería, siglos después del Diluvio, la Encarnación de Dios.

                                


Tenemos que pensar que el fin del hombre no es pasárselo bien los pocos años de su existencia, como si después le esperara la aniquilación, como si no hubiera nada más allá de la muerte. La verdad es que el fin del hombre en esta vida es aprender a amar a tumba abierta, y, después, morir en paz. Este final es ya de por sí un premio, pues supone un conocimiento pleno de lo que somos, de la verdad de nuestro ser, y eso es la aspiración última de toda persona, pero es que, además, esa visión última y plena, contemplativa, es para toda la eternidad, y sin sombra alguna.  

Este fin de semana, el Señor nos ha traído a mi esposa y a mí a Sevilla, donde tengo yo una tía viviendo en una residencia. Se trata de una mujer de 95 años que ha vivido una vida recta y sobria, de misionera en su primera juventud y como maestra vocacional después. Fruto de su vida contenida es la espléndida ancianidad que está viviendo ahora, plena, en su condición, de facultades físicas y mentales. Desde mi infancia ha sido una consejera preciosísima para mí, y aún hoy, con esa edad tan avanzada, encuentro en su trato una ayuda y consuelo de gran valor. Compartimos la perplejidad por el momento histórico presente, y la convicción de que tiene su origen en un profundo alejamiento de Dios. Puedo hablar con ella de todo, y no se escandaliza cuando le cuento la dura persecución que sufro por denunciar la violencia que ejercen los enemigos de Jesucristo. 
A propósito del apoyo que tengo en esta tía, hago un brindis a la bondad de Dios, que sabe acompañarnos incluso en los momentos más difíciles de nuestra vida. En efecto, ¿qué pueblo tiene a Dios tan cerca como lo tenemos los católicos? Resulta obvio que sólo por compartir nuestra condición de hombres puede Dios entendernos tan bien. 
Tres semanas de sufrimiento se cumplen hoy en España por un violento aluvión mediático; veintiún días de abusos, insolencias y maltratos para esconder la criminal manipulación de un fenómeno meteorológico común. Como en el covid, el rigor científico-informativo en la gestión de la emergencia fue sacrificado en aras de objetivos políticos inconfesables, aunque de todos conocidos: "Para la España grave, tradicional y católica, caos y más caos, hasta que nos suplique de rodillas que la metamos en el Nuevo Orden". Ciertamente, la dura servidumbre a que nos someten los amos del dinero deja tan poco tiempo para la reflexión que, el ciudadano medio, privado de la claridad de visión que da la fe, cae fácilmente en el engaño de creerse informado por atender a las explicaciones que dan los medios. 
A vista de pájaro se distingue perfectamente que la historia en este siglo ha caminado rápidamente hacia la emancipación total de Dios, y cae de cajón que esa deriva conduce a la producción de seres humanos en los laboratorios. Es igualmente obvio que en ese camino hay una meta volante insoslayable, que es la destrucción de la Iglesia. Este enfoque, tristemente el verdadero, ilumina y torna diáfanos todos los acontecimientos de la actualidad socio-política. ¿Qué ha pasado en Valencia? No lo sabemos, pero sí sabemos que en la prensa fueron portada mentiras gordísimas, que estamos vendidos, y que, imposible de ocultar tanta manipulación, el malestar de la gente crece peligrosamente, y se intenta tapar con más mentiras. Y con subvenciones, por cierto, de modo que la masa se acomode sin atender a la vulnerabilidad en que esa política le deja; y que además crece por la continua implementación de medidas demagógicas. 
Este siniestro itinerario viene siendo vehiculado por los modernos medios de comunicación, y son constantes sus ataques mendaces y crueles a la Iglesia. Quien intente hacerse una idea de lo que se cuece en política a través de los medios, forzosamente resultará engañado. Los bombazos del 11 M dieron la salida al nuevo poder de la prensa. Los políticos comenzaron entonces a ser servidores del dinero, y su lugar en la toma de decisiones de la cosa pública lo ocuparon los asesores. A éstos les abrieron paso las feministas portavoces del gobierno de Zapatero, María Teresa Fernández de la Vega y Carmen Calvo, en una época en la que nadie sospechaba la  potencia destructiva de esa corriente ideológica, precursora del género; y es muy significativo el hecho de que ambas ministras se atrevieran a llevar sus pretensiones hasta  el mismísimo Vaticano. En torno a Rajoy, después de que Zapatero vaciara las arcas públicas, se concitaron distintos cerebros-asesores, que, en realidad, planeaban su fin contando con que Redondo estaba manejando a Sánchez. Este Iván -también muy terrible- gestionó un destrozo enorme a España; tanto, que, como Calvo e Iglesias, colmado su cupo de maldad, hubo de ser retirado de la escena pública por exigencias 'del relato'. 
Pues sí, hace tres semanas, en este desquiciado iter político del nuevo milenio, irrumpió flagrante, con las lluvias del levante, este otro crimen doloso de quienes nos gobiernan; y con el agravante de que, habiendo sido descubiertos los malhechores en su fechoría, han tomado al país por rehén y lo retienen todo este tiempo embarrado hasta las cejas para enmascarar su delito. 
No es raro, pues, que en medio de toda esta inmundicia aflore otra vez a la superficie de los medios el genio agitador del Sr. Redondo (LV, 15-XI). Con una profecía tenebrosa -El Futuro Terror- no le ha temblado el pulso para inocular en el agónico cuerpo patrio una sobredosis perversa de engaño y odio; tampoco es casual que su conjuro empiece citando la devastación causada por la dana y termine rememorando aquel año 2016 en que, debutando él,  pegadito al ‘Dr  No es No’, el país quedó paralizado y convulso durante todo un año, dando paso luego a un estado de descomposición creciente y espasmódica, la cual, en la amarillenta confusión actual, hace temer ya por la vida del paciente: ‘Duros contra blandos', ‘autoritarios contra demócratas’, 'Trump, el ogro', y una hábil combinación de principios tóxicos pensada para seguir embarrando y corrompiendo, a ver si revienta de una vez el país. 


Los 'males patrios' son un país arrasado por su clase política, y vendido como esclavo a los mercaderes. Y la 'desinformación' es la carta blanca dada a esos magnates para encadenarnos con los medios.



La crisis social de la vivienda es otra mentira. He recibido informaciones de aquí y de allí que, a la luz del principio explicativo que estamos ilustrando, confluyen en que lo de la vivienda es otra crisis inventada para desarticular las sociedades modernas y encadenarlas al proyecto vector: "No tendrás nada y serás feliz". He deambulado por la ciudad buscando pisos y un trastero, y me he encontrado multitud de pisos polvorientos y cerrados; los causantes han sido los bancos en el 2010, y son los agentes inmobiliarios ahora, reconvertidos unos y otros en agentes del nuevo orden por fuerza mayor. No son elucubraciones, sino la explicación más plausible de lo que está ocurriendo. Todos proclaman que no hay viviendas: los políticos, la Prensa, las agencias, el cine, y hasta Cáritas; y mientras tanto se arruina a los españoles con las leyes de género, con la okupación dirigida, o negándoles directamente un puesto de trabajo que luego se les entrega a los marroquíes, generando artificialmente bolsas de pobreza española; y así van preparando la redistribución fraudulenta de viviendas 'en zonas tensionadas', para, una vez arrasado el trabajo autónomo, acabar de este modo con los últimos bastiones de resistencia económica de la clase media.
Por todo lo anterior calibramos hasta qué punto nos gobiernan traidores, gente sin principios... enemigos de Jesucristo. Que Él nos socorra en el momento del aprieto, o que, al menos, la muerte nos pille confesados. Amén.


























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