Este pantallazo dice la verdad: Google es una persona.
¿Quién tiene más poder que el dueño de la red? Este señor tiene al alcance de un botón un relato completo de cualquier persona que viva sometida a una legislación. Y si un fulano no le gusta a este señor, se la lía bien liada. El billete para Sevilla lo saqué con mucha antelación, con el riesgo que eso supone para alguien que vive sometido a muchos sobresaltos y contratiempos; pero, salvando el hecho de que el descampado de Delicias estaba en obra, y tuvimos que pagar un extra de 150 euros por el coche, y llegar sin aliento al embarque, esta vez me salió bien la jugada y llegamos a Sevilla el jueves a las 21:30 h. No obstante, como al Sr. Google no le caigo bien, antes del viaje tuve una buena agarrada con "la red". El lunes fui al banco y no podían darme mi dinero porque se había caído el sistema; volví dos o tres días más tarde y la misma cantinela; y esto sucedía estando yo sin tarjetas porque me habían robado el móvil unos días antes y las había dado de baja. Por fin, unas horas antes de coger el tren, se arregló 'el sistema'; pero entonces choqué con el muro de reservar alojamiento; y ya sabéis el estrés que producen los tropiezos en la red: nunca sabes cuándo se debe a tu incompetencia y cuándo a la acción del mayor liante del mundo. Y así, con eso pendiente, nos subimos al tren, sin reserva para dormir esa noche. Yo, consciente de que mi móvil y mi conexión son volátiles a más no poder, voy siempre a todas partes con un cajón de Mc Gyver; y una vez acomodados, viendo que 'la red' y sus entresijos empezaban a marearnos, eché mano del cajón y, dejando a mi esposa en su asiento, me lancé a la caza de un alma caritativa que gestionara con su manomóvil inocente la reserva que a mí se me resistía. En todo el tren sólo vi a una persona capaz de hacerme ese favor. Buscaba a alguien con cara de bueno y listo, y en condiciones de ser abordado. Del vagón "Executive Class", en la cabecera del tren, hasta la cola, donde estábamos nosotros, tan sólo este joven de buena planta, que ocupaba una butaca en clase Premium, me pareció idóneo. Me senté a su lado y le dije si me podía hacer un favor; y, tal como yo había imaginado, ni se sintió incómodo, ni asustado, ni molesto, y enseguida se prestó a escucharme. Como le viera muy espabilado le pregunté si era ingeniero, y me dijo que no, que era un especialista en Ciber-Seguridad, en viaje de trabajo; y desde ese momento ya nos entendimos mejor. Le hablé de Al Cielo y abrió el sitio delante de mí; le enseñé la foto de la Calle Gómez Ferrer en sus dos versiones; y dijo que lo miraría despacio. Con él funcionó todo sin problemas; y en poco tiempo tuve la reserva de un apartamento muy cuco al lado de la Macarena, para tres días, y por 333 euros... números redondos, señal de que mi querido Jesucristo había metido la mano. Poco después, estábamos entrando en Santa Justa, menos de dos horas y media de viaje. Estos sofocones son mi pan-nuestro-de-cada-día; ¿cómo, si no, un padre de familia atacado por los cuatro costados podría escribir estas crónicas que les ofrezco? Por Todos los Santos fuimos a Asturias mi esposa y yo. Llegamos a coger el AVE a Chamartín 'sacando el pañuelo blanco por la ventanilla del coche', el cual, más que aparcarlo, lo dejamos tirado en la primera plaza de parking que vimos, que estaba 'casualmente' al ladito de la entrada; acto seguido, abrazando yo mi maletita como si fuera mi bebé para ir más rápido, me lancé hacia la puerta principal, la abrí, vi... y a correr por la estación porque la entrada a nuestro andén estaba justo al otro extremo. Como yo corría y ella no, "¡ALMUDENA!", grité desde lejos a mi esforzada esposa, que, desde setenta metros de distancia, miró hacia donde yo estaba; se vino al control lo más rápido que pudo, y pasamos; faltaba un minuto para la salida, y una larguísima rampa y medio andén nos separaban del tren; me precipité rampa abajo a todo correr, llevando tras de mí la maleta, y flexionando, para bajar mi centro de gravedad y evitar que el bulto despegara del suelo; hacia la mitad del andén estaba la azafata; y, corriendo yo, el último de los viajeros, hasta su puesto, al tiempo que le tendía el billete me volví para señalarle al fondo, a la persona que bajaba por la rampa -mi señora- pidiéndole que por favor la esperaran... y, ¡milagro!, porque aunque el reloj ya había rebasado la hora de salida, la buena mujer retuvo el tren. ¡Esto nunca más! me amonestó mi angelito en cuanto recuperó el resuello... Pero en aquella estancia en Asturias tuve un rato para examinar la famosa foto de los coches amontonados, portada del ABC... Cuando llegamos al apartamento de la Plaza de San Gil, una vez visto todo, y ya instalados, puse la tele. El primer canal que apareció ante nuestros ojos fue 101TV#Sevilla, y me quedé atónito ante la primera imagen que vi: unos tertulianos hablando sobre cosas de la Semana Santa en un plató, y de fondo del mismo la leyenda "Al Cielo"; sí, sí, como lo oyen. Pero, ¿quién se atreve en nuestros días a ponerle a su chiringuito mediático el nombre "cielo"? Si el solo mencionar esa palabra repele hasta a las moscas... Así pensaba yo hasta ese momento, pero ahora tenía que aceptar que me había equivocado. Me quedé un rato rumiando mi sorpresa, cacharreando en internet para enterarme mejor de qué iba este asunto, pues no conseguía quitarme de la nariz un tufo a chamusquina... Mi primera experiencia como usuario en la red había sido con el blog "fiate.es", en el 2015; llegué a publicar más de 300 entradas, y tuve miles de visitas; en la primavera del 2021 ya no podía compartirlo en Facebook, y vi de Dios darle el finiquito, porque su publicación me era muy gravosa y había estado a punto de enterrarme. Unos meses antes de cerrar el quiosco, en pleno auge del blog, y tal como acostumbraba a hacer de vez en cuando (y eso aún sabiendo que no le era simpático al 'buscador'), metí 'fiate' en su cuadrito a ver qué pasaba, y me llevé la sorpresa de que le habían puesto ese nombre a un concurso literario (de esos inventados para alguna coyuntura, que aparecen y desaparecen sin que a nadie le importe) y vi que, de resultas, quedaba mi página postergada muchos lugares en el listado del buscador. Me fastidió bastante aquello, pero lo de ahora en Sevilla iba a ser mucho peor, porque Google me enviaba directamente a la celda de castigo: encerrado y sin luz. Tal y como me temía, al escribir "Al Cielo" en la celdilla de 'búsqueda avanzada en español' aparecieron treinta páginas de noticias: ["Al Cielo" primera temporada. La Semana Santa sevillana con Curro Bono]; [Jordi Évole producirá el nuevo programa de Henar Álvarez: "Al cielo con ella"]... ¡Pero ni una vez siquiera se mencionaba mi blog! En los tres años de existencia del presente blog hice ese chequeo muchas veces; tan sólo hace unas semanas lo repetí, y aparecieron rápidamente las últimas entradas que yo había publicado. Curiosamente, este 'Al Cielo' sevillano que come ahora cientos de resultados del buscador, ya existía cuando yo hacía esas búsquedas, porque comenzó a emitirse hace unos once meses. Su presentador había dirigido ya otro programa similar con el nombre de "A Pulso", y parece ser que llevaba ya un año retirado de la parrilla cuando les facilitaron el sacarlo de nuevo pero con el nombre de "Al Cielo". En cuanto al de Évole... ¡qué voy a decir! Si ahora mismo solo con anunciarlo salta a las primeras posiciones, cuando se emita sólo se hablará de él. De todas formas, en la lista de resultados actual aparecen "Al cielo" ridículas, tales como una mención de esas dos palabras en un periódico de provincias... ¡Cuántas veces se habrán pulsado las teclas a-l-c-i-e-l-o en estos tres años y medio en que vengo contando 'historias' tan enjundiosas y 'de tan alto precio' como las que ya conocéis! La pregunta, entonces, que yo me hago es: ¿por qué ahora le caigo peor a Mr. Gúguel que hace once meses?... Porque mira tú que ya dije cosas poco correctas en estos años... Aunque es verdad que, o bien eran demasiado grandes como para caber en cabeza simple alguna -como que Sánchez o Ayuso delinquieron impunemente con gran daño para España, el uno en el Decreto de Alarma, y la otra desmontando su Asamblea a la sombra de ese decreto ilegal- o bien demasiado locales, como el dar nombres de cargos toledanos corruptos. Y, por otro lado, es obvio que las cosas que he contado últimamente son más fuertes que aquellas; vamos, que lo del fraude con muertos en Levante, tal vez levante muertos... Los Reyes y la princesa, el Presidente y los ministros, 'Fonderlayen y Trumputín', los portaaviones de la Armada, los satélites de Hispasat, ingenieros, médicos, meteorólogos y la Alta Inspección, legiones de especialistas en catástrofes y expertos de todo tipo, escuadrones de voluntarios, convoyes de camiones, trenes, y vehículos ligeros de intendencia, simulaciones desde tierra, mar y aire, ríos de tinta y saliva en medios de comunicación, los obispos, los curas y hasta el Nuncio de su Santidad... ¡nunca el barro había manchado tanto! ¡Ha manchado más que la sangre roja que regó Madrid en la atribulada Atocha! ¿Por qué será? ¿Saben Vds. cuánto duró la información masiva sobre el atentado del 11-M? ¡Tres días! Vean la portada del quinto día:
Tres días en la tragedia nacional del 2004, tres semanas en la de 2024. ¡Ay, Carlitos, Carlitos Gardel, qué equivocado estabas con lo de "veinte años es nada"! Que todo es relativo, Carlitos, que todo es según el color del cristal con que se mire... Y mira tú por dónde, ¡estos muertos de ahora valen siete veces más que los de hace veinte años! ¿O no? Me viene a la memoria una anécdota de mis años de profesor: A un catedrático se le escapó un eructo en la Sala del Departamento, donde estábamos trabajando cinco o seis personas en aquellos instantes; entonces, viéndose en la diana, y no pudiendo soportarlo, comenzó a toser, y el acceso se prolongó cerca de ¡diez minutos! Diez minutos que se nos hicieron eternos a los que sabíamos que aquella tos no era tos sino necio encubridor de eructos. Pues igual de molestos estamos ahora los españoles sinceros, los que no nos escandalizamos tanto del crimen como de la mentira institucional; disgustados, preocupados, y esperando a que Dios actúe y desenmascare a los que matan y luego se hacen prójimos de los deudos. Estoy enfrentando en estos momentos amenazas como no os podéis imaginar, presiones que repugnarían a los bien pensantes que prefieren creer que todo esto que digo son locuras, y que cosas así no pueden suceder en nuestra querida España. ¡Ojalá tuvieran razón! Pero no sigamos engañándonos unos a otros; porque si España ha sobrevivido hasta ahora como una gran nación, ha sido por llamar a las cosas por su nombre. Lo contrario es la muerte en vida, y para eso es mejor morirse ya. Como aquel que fue a una entrevista de trabajo y a todo lo que le preguntaban respondía diciendo que de ese tema no sabía nada, hasta que por fin se aclaró el asunto: -Vamos a ver, hombre, si usted no sabe hacer nada, ¿para qué ha venido aquí?; -La verdad, señor, yo he venido aquí tan sólo para decirles que, para este trabajo, conmigo no cuenten... Sí, exacto, como este señor, para fingir, conmigo que no cuenten, porque así no vale la pena vivir. Y en la religión, lo mismo: para comulgar con quienes tanto daño nos han causado a mí y a mi familia, y aún siguen, yo no tengo estómago; a ésos, y a los que siguen 'tosiendo en los medios', yo les deseo lo mejor, les deseo que se arrepientan y vivan, pero si no quieren hacerlo, yo no pienso plegarme a su juego criminal; les perdonaré si me lo piden, pero si no lo hacen, seguiré echándoles en cara su crimen, denunciando su violencia, y, si en este país queda todavía algún juez justo, tal vez se pueda hacer justicia y la paz vuelva a nosotros.
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