PREPARADOS PARA LA ACCIÓN
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Una semana antes del diluvio, hoy hace un mes. |
(1Pe 1, 13-14) Estad interiormente preparados para la acción, controlándoos bien, a la expectativa del don que os va a traer la revelación de Jesucristo. Como hijos obedientes, no os amoldéis más a los deseos que teníais antes, en los días de vuestra ignorancia.
Pero, como dijo el sabio, 'no se puede engañar a todos y siempre'; y ya hace tiempo que a los mentirosos se les está viendo el plumero. El 24 de julio del año pasado, soportando el peso de una nueva burla electoral -vía Indra- y el dolor de ver venir otros cuatro años de destrucción, subí en bicicleta al casco muy temprano; me llamó la atención un vehículo de gama alta con un hombre de cuarenta y bastantes al volante que, abocando a una calle sin salida, hubo de desandar lo andado; cavilaba yo en esto cuando vi repetirse la escena con otro hombre y otro coche de aspecto similar. "No son de aquí -pensé- y vienen a una reunión importante". Siguiendo mi ruta, bajando ya por Reyes Católicos, vi subir conduciendo a un sacerdote, una joven promesa para la curia, que delataba en su actitud -inclinado hacia el volante, con el rostro en tensión- el nerviosismo de acudir a una reunión muy importante y peligrosa, 'extra-eclesial'. Desmonté y me aposté en una esquina; y al poco vi venir otro coche con otro clérigo, un alto cargo de la diócesis, que reflejaba exactamente la misma actitud. Y al poco rato, otro más, al que no conocía.
Ciertamente, en la medida de nuestra fe, el Señor Jesucristo nos da a conocer la verdad; y mucho más si se lo pedimos con insistencia, como es mi caso desde hace muchos años. Le comuniqué al Arzobispo la existencia de una conspiración, y le di detalles. Debo decir que ambos sacerdotes desaparecieron de mi campo de visión desde entonces. A uno de ellos venía viéndolo con bastante frecuencia, pero después de aquello me lo topé sólo una vez y retiró rápidamente la mirada, en la que se reflejaba el miedo.
Muchísimas veces más me enteré de la misma manera misteriosa de planes contra mí u otras personas, y de fraudes o traiciones; como en el caso de la foto 'delatora'. A los tres días de su publicación examiné aquella imagen tan impactante de los coches, que se había propagado en los medios como un reguero de pólvora. Estudié la fisonomía de la calle, los letreros de los comercios ('un forn', una tintorería, un pub en primer plano a la izquierda), el aspecto de los edificios (manchados adrede de arriba abajo), el fondo de la foto (para una avenida de agua tan potente se necesitaría mucha longitud de calle, pero aquí se veía un edificio cerrándola); conseguí leer el letrero del pub (Darkness) y por internet supe el nombre de la calle; abrí G. Earth y busqué el tramo exacto de la foto... Y ya estaba a punto de abandonar mis pesquisas cuando me di cuenta de que había tres señales de paso de peatones mirando en el sentido contrario al supuesto correr del agua y de los coches... (¡vaya!, pensé, ¿cómo es posible que si la calle es de doble dirección aparezcan todos estos coches en el mismo sentido?). Alertado por esta observación, volví a G. Earth, y me costó poco percatarme de que el sentido de marcha de aquellos vehículos era hacia el oeste (el agua que supuestamente los empujaba venía del este, o sea, del mar) con lo que sólo un tsunami, y no una riada, podía haber hecho que la foto fuera real y no un montaje, como de hecho lo es.
Ayer decía con boca grande la Sra. Ribera que se demoró mucho la alerta inicial, y que esto fue determinante en el número de víctimas. Si la foto-composición tuviera alguna explicación inocente ya se habría dado, pero eso no ha sucedido. Por tanto, dando por hecho que esta ministra conoce la torcida intención de esta macabra fotografía, volcada a los medios a las pocas horas de comenzadas las lluvias, hay que pensar que no hay verdad en esta última declaración suya. Entonces, o no se demoró la alerta, o se demoró pero con conocimiento de la ministra, o -y esto es, tristemente, lo más probable- los muertos no tienen nada que ver con la alerta temprana o tardía. No vale decir que 'lo hemos visto en la tele', pues, como ya es habitual, la tele arroja cascadas de imágenes que miramos con el filtro-venda de los titulares, y no con el rigor probatorio que la verificación de una muerte exige. Por otra parte, la foto en cuestión intentaba mostrar una riada extremadamente violenta, lo cual no se confirma ni por la cantidad de agua caída (300 l/m2 en ocho horas) ni por la impresión de los testigos, y eso también nos obliga a preguntarnos con qué intención se mintió tan despiadadamente desde el comienzo del suceso.
El 11-M se saldó con un cambio brusco de la situación política en España. La víspera del atentado, a tres días de las elecciones, todo apuntaba a una consolidación de la tendencia positiva del gobierno del PP; y de la noche a la mañana, de ser un país respetado, próspero, y con influencia, pasamos de la mano de Zapatero a caer por la pendiente de la insignificancia y el esperpento. En la ocasión actual no parece que la tragedia vaya a tener una repercusión tan grande, aunque es cierto que, si la trampa no se hubiera descubierto, Mazón habría sido condenado, y, con él, el PP nacional, alejando así de Sánchez la amenaza de destitución que venía pesando sobre él; y cuando digo Sánchez, hay que entender el proyecto de la Agenda 2030. Pero al descubrirse el pastel todo cambió, y en vez de un rápido apuntalamiento del terror-Franky, estuvimos tres semanas sometidos a un lavado de cerebro con barro, hasta que, finalmente, dándose a las neuronas españolas por bien intoxicadas, se está intentando ahora pasar página de este crimen de lesa humanidad sin mayores consecuencias (en cuanto a 'las menores', pueden y deben crecer hasta llegar a ser un clamor que aturda a los traidores).
A estas alturas hace falta no entender nada para no darse cuenta de que estamos siendo sistemáticamente engañados. Hemos denunciado aquí una acción criminal de este gobierno, y esta denuncia ha suscitado la complicidad delictiva de todas las instituciones del Estado, que hacen así patente la desolación y el desamparo en que está el pueblo. Estremece sobremanera la arrogancia de los medios, que no solo no dan noticia de la gravedad de esta coyuntura, sino que se burlan de deudos y fallecidos exhibiendo un tono frívolo (el 'serísimo EC' se orla de banners chillones para la ocasión); y asusta igualmente el silencio temerario de la clase política, signo más que elocuente de la violenta tiranía que nos gobierna. Estos 'demócratas constitucionalistas', que se las dan de progresistas, compran científicos y los esclavizan; a muchos forenses, por ejemplo, los han empoderado y les están construyendo palacios, a cambio de que den por 'naturales' muertes violentas, como las del covid y la dana.
Me produce una profunda conmoción esta brutal confirmación de estar habitando ya en un país bárbaro, donde el Derecho es papel mojado; pero, más que esa dura constatación, me consterna el hecho de que la Iglesia también esté guardando silencio, el cual agrava aún más el que ya venía manteniendo sobre las conclusiones del no-sínodo, y sobre la diferencia sexual como cimiento de la fe, y de la sociedad.
El contexto en que la rápida transformación de España en un país paupérrimo está aconteciendo, tiene en este lúgubre acontecimiento 'danesco' una imagen muy expresiva. Para escribir este artículo empecé metiendo en el buscador una frase, a saber: "¿Cuántas horas seguidas llovió en la dana valenciana?" Y el primer resultado fue un artículo de la BBC, lo cual, resumiendo, viene a significar que la versión oficial de lo que pasa en España se escribe fuera de nuestras fronteras. Ni qué decir tiene que la danza continua de 'Bruselas dixit' causa náuseas a un español de ley; porque se nota a la legua que aquellos señores van a lo suyo y que pretenden subyugarnos; actualmente prodigan subvenciones (una sopa boba que evita revueltas y, de paso, destruye empleos, porque esa paga suya es casi igual que el salario), y con ello adelantan el momento de meternos -indefensos- en su cárcel jurídico-digital (lo cual es inminente) de modo que, ya sin resistencia, puedan iniciar la fase de racionamiento previa a la quimera. Por otro lado, los bruxelianos suben o bajan la previsión de crecimiento español sin ton ni son, según convenga a sus manipulaciones; y dan o retiran, quitan y ponen, según ese exclusivo criterio (Ribera casus, por ejemplo). Cuando interesa dar seriedad a algo o a alguien se dejan ver dándose bombo, y así nos engatusan. Hay que pensar, pues, que del fraude organizado en Valencia han sido ellos los primeros en enterarse. Y que su interés en que Ribera esté cerquita de ellos, para poder seguir devastando a España por manos de Sánchez, pasa por encima de cualquier cosa. Porque si subiera Núñez al poder ahora, después de tantos años de sufrir España atropellos antinaturales y faltos de toda ética, no podría el gallego proseguir como si tal cosa con la quimérica transformación social en marcha.
El segundo aspecto clave del modus operandi del nuevo orden en España, es la actuación salvaje de los medios de comunicación, que no se someten a ninguna ley, ni humana ni divina; y que tienen a la mentira por reina y al desprecio al lector por norma. Esta pareja 'Europa-Medios' hace una pinza avasalladora de la población, que muere de asfixia sin que nadie la defienda. Y con dolor de corazón tengo que hablar ahora de la Iglesia.
Una semana antes del "diluvio programado", el día 21 de octubre, la portada del ABC era una marea de españoles pidiendo un cambio de gobierno. Unas horas más tarde salía una foto en las redes de un nada perspicaz cardenal español excusándose en un acto público por los abusos a menores de miembros de la Iglesia. Y hoy mismo, cuando oficialmente se pasa página al más truculento suceso político de las últimas décadas, cuya resaca informativa se prolongó como ningún otro suceso en la historia de la democracia, reaparece en la prensa la acusación a la Iglesia de 'abusadora de menores'.
Monseñor Cobo era uno de los seis obispos que atendían la diócesis de Madrid hace cuatro años, antes de ser dejada sólo con dos para allanar el camino del nombramiento como segundo de la CEE de Monseñor García. Comoquiera que el auxiliar de Madrid era el candidato idóneo para ese cargo, por su talante creativo y conciliador, al quedar apartado tan flagrantemente se desencadenó un movimiento insólito que, en un primer momento, elevó a Don José al cargo de titular de la diócesis capitalina, y, dos meses más tarde, a la dignidad del cardenalato. Pero pronto se evidenció lo forzado de esos nombramientos, cuando le vimos caer incautamente en las redes de la Prensa anti-cristiana, que rápidamente le metió en el saco de la nueva Iglesia. Y movido por esos hilos invisibles debió de actuar Mons. Cobo ese 21 de octubre para que tan ingenuamente diera munición a los que quieren acabar con la España católica. Porque no se explica que todo un cardenal consienta en crear una imagen tan alejada de la realidad de lo que es la Iglesia como la que los medios crean con estos "reconocimientos oficiales de los pecados de sus miembros". ¿Tan ingenuo es Mons. Cobo que no se da cuenta de que actos así no benefician en nada a la Iglesia, que no hacen justicia a la inmensa acción benéfica que realiza en cada uno de sus miembros, desde muchos de los obispos hasta el fiel que menos destaca?
Sin duda tiene Don José Cobo en su órbita algún asesor descolocado; de esos que tan flaco favor nos hacen intentando que la Iglesia actúe como una institución civil, y que tanto eco obtienen en los medios. Ésos descuidan el rebaño, no vigilan a las ovejas que andan desorientadas, no buscan a las perdidas, no nutren a las débiles ni vendan a las heridas, y a las sanas las maltratan. En suma, tienen otro amo distinto a Jesucristo. Siempre han existido, y las Escrituras nos previenen de su mala influencia. Y no aspiran más que a cosas terrenas. Pero los católicos hemos sido liberados para la verdadera libertad, y no para recaer en el temor. Tenemos por bandera la cruz, y distinguimos a los enemigos de Jesucristo por no tener el mismo aprecio por la Cruz que nosotros. Acosados, más no abandonados; derribados, pero no rematados... en todo momento llevamos en nuestro cuerpo el morir de Jesús, para que también su resurrección se manifieste en nosotros. Pero ellos rechazan esa vía de salvación; porque no viven según el Espíritu sino según la carne, y ceden a sus tentaciones...
Así estoy yo espantado de lo que tratan de hacer conmigo: intentar acallarme violentando a mi hija. Entré por pura diosidencia en el marco relacional de estos falsos pastores con ella, y vi el torcido ánimo que los mueve: apartándose de la caridad más elemental, les vi cabalgando maliciosamente a lomos de su pobre inocencia, deformando y trastocando su realidad, metiéndole cizaña, induciéndola a pensar mal de sí misma, a formarse una imagen negativa de su persona, a dudar y a temer; para debilitarla, manipularla y desestabilizarla, y así alcanzarme a mí. Pero aparte del sufrimiento que traen a mi familia, da mucha pena verles actuar, porque bastantes de ellos se han puesto a la cabeza del rebaño, y lo conducen de mala gana y por malos caminos, y si huelen el peligro, huyen. Sí, siento pena, porque no hay dolor más grande que ser herido por los de tu propia casa; y así comprendo bien que Jesús dijera que su madre y sus hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.
La coyuntura es dramática: está en juego la salvación. Tenemos en frente fuerzas poderosísimas tratando de conculcar definitivamente los derechos de Dios; están maltratando cruelmente a la población, aislándola y dividiéndola para dominarla; rompiendo con sus leyes y su violencia hasta el más pequeño vínculo social; robando al pueblo, esquilmándolo, y destruyendo sin piedad todos los recursos, toda la herencia de esta noble nación. Porque ansían implantar un reinado abominable, sentar en el trono a un señor haciendo de dios -creador y destructor de vidas- rodeado de vasallos ciegos y mudos, agentes de muerte elevados a dignidades.
Y Jesucristo -lo leemos en el Evangelio de hoy- llora desde la altura viendo esta destrucción y la que ha de venir: "Porque vendrán días sobre ti (ciudad de Dios), en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra,..." ("por haberte obstinado en no tomarte en serio que era Yo, Jesucristo, hombre y Dios verdadero, quien te visitaba"). [1]
Porque, que nadie se llame a engaño, en esta hora dramática que vivimos, consentir con la mentira -venga de donde venga, de fuera de la Iglesia o de dentro- supone vender el alma; y someterse a la aridez de una vida en la que cualquier forma de amor estará perseguida y castigada con la muerte. Es terrible, pero cierto; no es este momento mejor que el de hace noventa años, cuando la sangre empezó a correr por las calles de mi tierra, y poco después por todas las de España; es incluso peor, porque en vez de sangre, hoy arrolla por nuestras calles el agua turbia de la mentira, que mata más y mejor.
[1] Una nota de la Biblia de Jerusalén advierte de que no se puede concluir de ese texto que la ruina a la que se refiere el Señor sea la que aconteció en el año 70 de nuestra era, que no se puede, por tanto, asegurar, que no esté por ocurrir.
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