MIMOSÍN

 

 Gracias, señor Presidente,  por venir a mi ciudad... de incógnito. Que Dios se lo pague.


El que hizo de la novena economía del mundo un país viviendo de subsidios, Sánchez, ha estado este fin de semana en Toledo; increíble pero cierto. Nadie le vio llegar ni partir; no se le vio por las calles ni se apreció movimiento policial alguno; como una sombra fugitiva pasó por la Ciudad Imperial el mayor traidor a la patria de nuestra historia. Es obvio que tiene los días contados un líder que teme a su gente; y si sigue adelante es porque acaricia, en su ego inflamado, colgarse la medalla de haber maniatado, él solito, al noble y altivo pueblo español. Vino escoltándole la hechicera de la que piensa valerse para lograr esa desquiciada gesta, la ministra de vivienda, la encargada de clavar la lanza en los mermados ahorros del esforzado ciudadano medio español. Antes había mandado a un embajador, embustero como él solo, o como él mismo; uno que decía del evento anunciado todo lo contrario de lo que en realidad fue. 
He encontrado todos los inconvenientes del mundo para escribir y aportar pruebas de esto que estoy diciendo. El congreso del PSOE empezó el sábado, y al final de ese día sólo circulaba por las redes un vídeo, oficial, de una hora y pico, en el que era imposible enterarse de nada; ni siquiera de dónde se había celebrado el encuentro. El vídeo hacía pensar en un gran recinto, y en un recibimiento espectacular, pero era todo mentira; tras una costosa indagación por la red, ocultadas intencionada y cuidadosamente las pistas sobre el lugar del encuentro, finalmente me enteré de que estaba aconteciendo en el Hotel Beatriz, en el que muy hábilmente habían trabajado los ingenieros para que el modesto salón de actos pareciera un palacio de congresos. En el nuestro -El Greco- se estaba celebrando algo sobre operadores de viajes, pero en las varias veces que pasé por allí apenas vi movimiento alguno, por lo que perfectamente hubiera podido ser aquél el sitio elegido para que un presidente se luciera.

 
    Aerolíneas Rayner, viajes Alcón...

Pero como Pedro Sánchez está deslucido, y cae mal a todo el mundo, debieron pensar que lo mejor para su intervención era un lugar apartado, en el que pesebristas y oportunistas fueran de figurantes, y las cámaras pudieran crear la ilusión de una apoteosis a partir de lo que no era sino un funeral de tercera -fíjense, si no, en las mujeres del primer plano, cómo mascan chicle, ansiosa y ostentosamente, para recrear aquel ambiente del Sánchez joven que entusiasmaba a las damas [aunque en el extracto que aquí pego no se aprecia tan bien como en la cinta oficial]

  

No se pueden imaginar los problemas que he tenido para poder traerles aquí estas imágenes y este comentario: el editor de videos dejó de funcionar, internet también, el ratón empezó a bailar y no había forma de posarlo en ningún sitio, me fallaron en cadena todos los ordenadores... Acabé cogiendo los portátiles que tenemos en casa y subiendo a los depósitos de agua a trabajar... Entiendan ustedes que la digitalización de la sociedad es una celada para convertirnos en números; y de ello son prueba el engaño que supone el video oficial de este congreso del PSOE y el calvario que pasé para contarlo.

                 

Que nadie piense que los diez minutos iniciales del video son un error, ¡qué va!, están pensados para disuadir de mirarlo, para quitar las ganas de ver lo que sigue después, por la sencilla razón de que después no hay nada, de que en esa hora y pico de vídeo no hay más que artificio para encubrir la falta de apoyo que tiene el presidente. Es realmente patético; la Agenda, desesperada por la resistencia de España a someterse a su tiranía, sostiene sobre el caballo a un fantoche de feria, a un cadáver, que otrora le dio pingües beneficios, y trata de vendérnoslo como si del mismo Mimosín se tratara, como si fuera 'Pedro, el melenas, el encanto de las nenas'. En cuanto a la versión que dio el embajador: un congreso abierto hacia afuera, que ponga las bases de la Castilla-La Mancha del futuro... es igualmente patético, sórdido más bien. Se encierran cuatro amigos en un hotel, para hacer que hacen y con temor a ser descubiertos, y nos cuentan la milonga de que los políticos son esa gente que nos representa e intenta construir una convivencia mejor... ¿Mejor?... Mejor pasemos página.
El Presidente de la Conferencia Episcopal ha dicho que ya no se puede suponer que ser español equivalga a ser católico; y una de dos, o peca de ingenuo o no quiere a la Iglesia; porque, ¿a qué viene hurgar en la herida? El buen médico cura sin restregarle al paciente la gravedad de su mal. Desde hace un tiempo me llama la atención esta falta de prudencia; y me recuerda siempre a un chiste de mi infancia. Eran dos pueblos en las dos orillas de un río -Riocimero y Riofondero- y estaban en guerra; el pregonero de uno de los bandos cantaba así: "En la batalla de ayer, matamos a cien de Riocimero"; "Ayer vencimos, y causamos treinta bajas en Riocimero"; "Victoria épica: en el día de ayer murieron doscientos enemigos"... E invariablemente, el noticiero daba a diario el número de bajas del rival. Y sucedió que un paisano, intrigado, le preguntó al pregonero si de los propios combatientes no moría ninguno, a lo que él, sin vacilar, respondió: "Eso que lo cuente el ciego del otro lado". Tiene sentido ¿no? Tanto como hablan de ciencia los medios, esto es psicología básica aplicada; es motivación en catástrofes... Sin embargo, no es lo que venimos observando en 'los nuestros': la prensa 'conservadora', destacados prelados al frente de la Iglesia, sus medios, etc. Todos estos parecen empeñados en desmoralizarnos en vez de animarnos. 
Por ir aterrizando, yo le daría la vuelta a las palabras de Monseñor Argüello, y diría: "Ya no se puede suponer que los que van a misa los domingos sean católicos". Y esto es 'más verdad que el cielo y la Tierra' si atendemos a lo que nos dijo el Papa Benedicto XVI en aquel texto memorable, del 2019, con el que salió al paso de cierta torcida gestión curial del fenómeno mediático de los abusos entre los clérigos: "La categoría básica del católico es ser testigo de Jesucristo". Está claro que es así, y que eso implica sufrimiento, pero esta desnuda realidad se aparta de la mirada de los fieles, dándoles a cambio consuelos falsos. Porque si quitamos de en medio la cruz, como pretenden los que se han metido en la Iglesia para neutralizarla, quitamos de en medio el acontecimiento central de la Historia, por el que todos los pobres pecadores tenemos esperanza y una razón para vivir, que no es otra que el Dios muerto y resucitado -Jesucristo- del que podemos esperarlo todo. 
La prueba de esta adulteración de la fe en marcha es el trato que se dispensa, por esa parte torcida de la curia, a quienes viven como cristianos. Estos tienen todos los problemas del mundo, y, sin embargo, se les tilda de malos cristianos, de locos, francotiradores, e, incluso, de blasfemos. Para la nueva cúpula romana ser cristianos es ser sumisos, pero para eso ya tenemos al islam, o a la iglesia china. 
Desde que comenzó el asalto definitivo a la civilización cristiana, hace unos diez años, no han dejado los perros ni un solo momento de lanzar desde el minarete el mantra del "caminemos juntos", como si eso fuese nuestra señal de identidad, y no la de ser testigos de Cristo. El mismo Benedicto XVI, que tanto tuvo que bregar en soledad contra esos infiltrados, dejó claro que bien puede Jesucristo pedirle a un alma que sacrifique su vida por el bien de los hermanos, al modo en que esos héroes legendarios, que surgen en todas las guerras, hacen frente al enemigo, en solitario, para abrir una brecha en sus defensas. Si uno es Iglesia, y ve de Dios significarse en la contienda por los desamparados del mundo, ése no es un francotirador desgajado de la Iglesia, es un simple trabajador de la viña del Señor al que le ha tocado una dura tarea necesaria.
El "Caminar juntos" es un lema discriminatorio, una forma de señalar y marginar al que se separe de la línea oficial marcada por Roma. Y, para más inri, el eslogan va acompañado de la obligación de asistir a esas tediosas reuniones que solo valen para justificar la desaparición de la Iglesia, fundada por Jesucristo en el cimiento de los apóstoles. Al católico, en vez de por participar en estériles corrillos, se le conoce por un modo original de estar en el mundo: dar en vez de atesorar, amar en vez de aborrecer, vivir con los pies en el suelo pero con la mirada en el cielo. Es natural que las conclusiones del sínodo aburran a las piedras, pues no pueden de ningún modo tener alegría y espíritu las palabras que empujan en la dirección contraria a la marcada por Jesucristo como camino de vida.
Desde hace años están cerradas las puertas de la participación ciudadana a la discusión sobre los destinos de la comunidad. Es la nueva era de la manipulación de masas -la conjura de los medios- donde todo parece seguir 'igual que siempre' pero donde ya no contamos nada y somos cada vez más pobres. Hemos llegado hasta este punto de la mano de la confusión, de una agitación provocada y violenta por demás. Como consecuencia de esa turbiedad, el ciudadano medio se siente 'colgado', paralizado, y presa fácil para los lobos con piel de cordero que se le acercan. Incapaz de decidir por sí mismo lo que está bien y lo que está mal, toma como propia la opinión de aquél que le inspira más confianza, procurándose un gran mal, pues sus ojos se han ido cegando -por efecto de la sociedad del bienestar- y ya no distingue quién puede ayudarle y quién no.
Y aquí está la madre del cordero, porque la única brújula disponible en estas turbulencias es justamente la que se nos intenta, desde dentro y desde afuera, robar: la voz del Dios vivo hablándole a una conciencia recta y bien formada.
El Presidente de la CEE viene comisionado a Toledo el próximo fin de mes. Como la vez anterior, aunque en distinta plaza porque en la de entonces sufrió una cogida, traerá en las alforjas su característica confusión ilustrada, pero, eso sí, con un barniz pío, a lo toledano. Si tengo ocasión volveré a dirigirme a él como padre de familia, pidiéndole una respuesta al problema de verme desamparado y humillado en la propia Iglesia al tener que dar la paz a mis contumaces e irredentos verdugos; o al ver ensalzados a los pastores a quienes reprocho hacer daño escudándose en su misión de cuidar almas; o al recibir marginación de los hermanos cuando mi familia y yo nos jugamos la vida y la hacienda dando pruebas de la perversión y rebeldía de las autoridades. También siento soledad al no tener respuesta a problemas muy profundos que por mi condición de fiel se me plantean; y también sobre éstos desearía conocer la opinión del líder de la Iglesia española...
Pero, en fin, entre todas estas idas y venidas, hasta que mis dudas se disipen, o hasta cuando Dios quiera, yo seguiré viviendo intentando agradarle a Él, al Dios que hace tanto por mí, a 'mi buen Dios', como le gustaba decir a nuestro amado Benedicto, quien fuera tan fiel colaborador de la Verdad.

 





















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