CIMIENTO PROFUNDO
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El cuerpo humano era espléndido antes de pecar; ahora, en virtud de Jesucristo, llegará a ser glorioso. |
Nos empujan, nos obligan, a armarnos para la guerra. Así, de la noche a la mañana, "somos reclutados" para nuestra propia devastación. Viene operándose desde hace años una enajenación ciudadana de su propio destino -desde que accedimos a ser socios secundarios de la Unión Europea, y a cambiar nuestra Constitución en aras de sus intereses- y aquellos limos han traído este lodo bélico. Aquel engaño, obra del vil metal, nos aboca hoy a un desplome económico impensable antes de Sánchez, a un empobrecimiento a escala superior, tal vez irreversible. Nos dicen que Europa está amenazada; pero lo cierto es que el contexto europeo es de lucha interna, una pugna entre romper con su fecunda tradición cultural o mantenerla.
Aparentemente, la desproporción de los bandos es abismal; de un lado el poder avasallador del dinero, y del otro, la pobre inocencia de la gente. Pero la ruptura que se pretende es un salto tan descomunal que sólo desde una profunda alteración de la vida social puede llevarse a cabo; y no sin grandes dificultades. Ese itinerario está siendo impulsado en este siglo por la mentira y la violencia institucional, mediante un concienzudo plan -de ingeniería social- que ejecutan principalmente los agentes de la política y la comunicación, convencidos o coaccionados.
El bando de la gente corriente ignora mayormente la batalla que está librando, aunque la padece. Para entenderla mejor, copio a continuación una reflexión de Benedicto XVI guiada por unas preguntas [entiendo que donde dice Europa puede leerse 'Occidente']
― Santidad, en sus encíclicas propone una antropología fuerte, un hombre habitado por el amor de Dios, un hombre de racionalidad ampliada por la fe, un hombre que tiene una responsabilidad social gracias a la dinámica de caridad recibida y dada en la verdad. Santidad, en este horizonte antropológico en que el mensaje evangélico exalta todos los elementos dignos de la persona humana, purificando las escorias que oscurecen el verdadero rostro del hombre creado a imagen y semejanza de Dios, usted ha reafirmado en repetidas ocasiones que este redescubrimiento de rostro humano, de los valores evangélicos, de las raíces profundas de Europa es una fuente de gran esperanza para el continente europeo, y no sólo... ¿Puede explicar las razones de su esperanza?
― La primera razón de mi esperanza consiste en que el deseo de Dios, la búsqueda de Dios está profundamente grabada en cada alma humana y no puede desaparecer. Ciertamente, durante algún tiempo, Dios puede olvidarse o dejarse de lado, se pueden hacer otras cosas, pero Dios nunca desaparece. Simplemente, es cierto, como dice san Agustín, que nosotros, los hombres, estamos inquietos hasta que encontramos a Dios. Esta preocupación también existe en la actualidad. Es la esperanza de que el hombre, siempre de nuevo, también hoy, se encamine hacia este Dios. La segunda razón de mi esperanza consiste en el hecho de que el Evangelio de Jesucristo, la fe en Cristo, es simplemente verdad. Y la verdad no envejece. También se puede olvidar durante algún tiempo, es posible encontrar otras cosas, se puede dejar de lado; pero la verdad como tal no desaparece. Las ideologías tienen un tiempo determinado. Parecen fuertes, irresistibles, pero después de un determinado período se consumen; pierden su fuerza porque carecen de una verdad profunda. Son partículas de verdad, pero al final se consumen. En cambio, el evangelio es verdadero, y por lo tanto nunca se consume. En todos los períodos de la historia aparecen sus nuevas dimensiones, aparece en toda su novedad, para responder a las necesidades del corazón y de la razón humana que puede caminar en esta verdad y encontrarse en ella. Y así, por esta razón, estoy convencido de que también hay una nueva primavera del cristianismo. Un tercer motivo empírico lo vemos en que esta inquietud se manifiesta en la juventud de hoy. Los jóvenes han visto tantas cosas ―las ofertas de las ideologías y del consumismo― pero perciben el vacío de todo esto, su insuficiencia. El hombre ha sido creado para el infinito. Todo lo finito es demasiado poco. Y por eso vemos cómo, en las generaciones más jóvenes, esta inquietud se despierta de nuevo y cómo se ponen en camino; así hay nuevos descubrimientos de la belleza del cristianismo; un cristianismo que no es barato, ni reducido, sino radical y profundo. Por lo tanto, me parece que la antropología, como tal, nos indica que siempre habrá nuevos despertares del cristianismo y los hechos lo confirman con una palabra: cimiento profundo. Es el cristianismo. Es verdadero, y la verdad siempre tiene un futuro.
― Usted ha dicho muchas veces que Europa ha tenido y tiene todavía una influencia cultural sobre toda la humanidad y tiene que sentirse especialmente responsable, no sólo del propio futuro, sino también del de todo el género humano. Mirando hacia adelante, ¿es posible trazar los límites del testimonio visible de los católicos y de los cristianos pertenecientes a las Iglesias ortodoxas y protestantes, en Europa del Atlántico a los Urales que, viviendo los valores evangélicos en los que creen, contribuyan a la construcción de una Europa más fiel a Cristo, más acogedora, solidaria, no sólo custodiando la herencia cultural y espiritual que los caracteriza, sino también en el compromiso de buscar nuevas vías para afrontar los grandes desafíos comunes que marcan la época post-moderna y multicultural?
― Se trata de la gran cuestión. Es evidente que Europa tiene también hoy en el mundo un gran peso tanto económico como cultural e intelectual. Y, de acuerdo con este peso, tiene una gran responsabilidad. Pero como ha dicho usted, Europa tiene que encontrar todavía su plena identidad para poder hablar y actuar según su responsabilidad. El problema hoy no son ya, en mi opinión, las diferencias nacionales. Se trata de diversidades que, gracias a Dios, ya no constituyen divisiones. Las naciones permanecen, y en sus diversidades culturales, humanas, temperamentales, son una riqueza que se completa y da lugar a una gran sinfonía de culturas. Son, fundamentalmente, una cultura común. El problema de Europa para encontrar su identidad creo que consiste en el hecho de que hoy en Europa tenemos dos almas: una de ellas es una razón abstracta, anti-histórica, que pretende dominar todo porque se siente por encima de todas las culturas. Una razón que al fin ha llegado a sí misma, que pretende emanciparse de todas las tradiciones y valores culturales en favor de una racionalidad abstracta. La primera sentencia de Estrasburgo sobre el Crucifijo (*) era un ejemplo de esta razón abstracta que quiere emanciparse de todas las tradiciones, de la misma historia. Pero así no se puede vivir. *[Si la razón prescinde de un principio creador se desvincula de un orden ético común -mentira y verdad se equiparan, no hay valores sino convenciones, el respeto a la vida deja de ser el principio que ordena las leyes; y la sociedad se desmorona]. Además, también la "razón pura" está condicionada por una determinada situación histórica, y solo en este sentido puede existir. La otra alma es la que podemos llamar cristiana, que se abre a todo lo que es razonable, que ha creado ella misma la audacia de la razón y la libertad de una razón crítica, pero sigue anclada en las raíces que han dado origen a esta Europa, que la han construido sobre los grandes valores, las grandes intuiciones, la visión de la fe cristiana.
Como decía usted, sobre todo en el diálogo ecuménico entre Iglesia católica, ortodoxa, protestante, este alma tiene que encontrar una común expresión y después tiene que confrontarse con esa razón abstracta, es decir, aceptar y conservar la libertad crítica de la razón con respecto a todo lo que puede hacer y ha hecho, pero practicarla, concretarla en el fundamento, en la cohesión con los grandes valores que nos ha dado el cristianismo. Sólo en esta síntesis Europa puede tener peso en el diálogo intercultural de la humanidad de hoy y de mañana, porque una razón que se ha emancipado de todas las culturas no puede entrar en un diálogo intercultural. Sólo una razón que tiene una identidad histórica y moral puede también hablar con los demás, buscar una interculturalidad en la que todos pueden entrar y encontrar una unidad fundamental de los valores que pueden abrir las vías al futuro, a un nuevo humanismo, que tiene que ser nuestro objetivo. Y para nosotros este humanismo crece precisamente a partir de la gran idea del hombre a imagen y semejanza de Dios. (Fin de la cita)
En este marco, y volviendo al principio, estamos enfrentados con un proyecto turbio de emancipación de la tradición, que avanza de mentira en mentira empujándonos a la insignificancia y al sometimiento. Y lo que toca ahora es arruinarnos con la amenaza de perder una guerra (ficticia).
Los tres primeros siglos del cristianismo fueron gloriosos por sus frutos aunque estuvieron regados de sangre de mártires. Hay por ahí un ensayo que dice que el triunfo final vino de la mano de la paciencia; que aunque la persecución era habitual, la fuerza obtenida por la gracia y la vida piadosa los alentaba en la lucha, inspirándoles una confianza firme en que la Verdad prevalecería.
Ayer, en la oración de Laudes, se rezó el cántico de Habacuc, en el que el profeta glosa esa experiencia básica del cristiano, de que, aunque todo falle alrededor, el Señor no falla, y nos da lo único que es insustituible: la alegría de la salvación. Eso sostuvo a la primera Iglesia, y será también el sostén de la presente, en los difíciles momentos que ya empezamos a vivir. Tal y como hemos leído antes, con la sencillez y claridad típicas de Benedicto XVI, está claro que Europa está debatiéndose entre arraigarse en su tradición cristiana o romper con ella, a lo que cabe añadir que el futuro de la familia y, por tanto, del mundo, va vinculado al resultado de esa decisión. Hemos entendido gracias a San Juan Pablo II que el diseño del cuerpo humano contiene una teología, un saber que nos lleva a Dios, puesto que fue creado a imagen y semejanza suya; y que la diferencia sexual es el cimiento puesto por Dios en el centro de la Creación; el cimiento sobre el que se va levantando el edificio de la humanidad.
Desde hace meses apenas encuentro nada interesante en los periódicos digitales; cada uno de ellos suelta a diario unas cuatrocientas 'piezas' periodísticas, y apenas cuatro o cinco rozan un poquito el tipo de informaciones que los ciudadanos ansiamos ver. Por poner un ejemplo de la burla, cuando el 99% ya vivimos contando cada euro, se nos 'pone al día' de que "Valtorta vendió a Ingenións el 50% de su paquete accionarial por ciento veinte mil millones", tomándonos por tontos, obviamente. Querríamos oír cosas tales como (voy a inventar): "el PP dice en el Parlamento que los problemas principales de la mitad de los españoles se solucionarían si los empleos fueran estables, y que para conseguirlo hay que presionar en la asignación de cupos que se hace en la Unión Europea, que a nosotros nos ha estado perjudicando durante todo este mandato... Y añade que la inversión en políticas sociales es pan para hoy... porque habría que hacerla, sí, pero sin descuidar lo estructural, lo estable...". Pero no vemos nada parecido a eso en los medios, desde hace mucho; de donde se deduce que quieren que nos desentendamos, y modelarnos a su gusto. Y continuamente intentan desmoralizarnos; a lo cual contribuye mucho el moderno formato comunicativo matrioska: una noticia contiene otra, y ésta a su vez, otra, y otra, y otra... Donde lo peor no es el abrir noticias, sino el hecho de que no hay ninguna seguridad de que en determinado "estuche" estén siempre las mismas noticias, ni de que siempre hayan estado ahí, sino que aparecen o desaparecen en función del relato que interese hacer. Ya no se puede argumentar "Es que fulanito ha dicho -o no ha dicho- esto, y lo otro...", porque el soporte es líquido, o lo que es lo mismo, porque se ha liquidado el soporte... y ahora se escribe 'en el viento', con lo cual lo dicho no vale nada... O casi nada, porque, de hecho, es justamente en este 'casi' donde se está librando la batalla: en la estrecha y difusa franja de la opinión pública que aún respeta la verdad, y preserva así el hilo de la tradición; en ese resquicio está el frente de batalla que está siendo incesantemente bombardeado para imponer el nuevo orden sin ley.
Uno de los nacho-pilares del ABC moderno hacía ayer un bosquejo del presente político que, de ser cierto, nos obligaría a admitir la ansiada entrada en escena del PPSOE. Lo lee uno y casi se convence; porque, cogiendo de aquí y de allí, apaña una explicación muy arregladita del lío enorme que nos rodea; y, aunque la argumentación es falaz, se siente uno tentado de asumirla y agradecerla, por lo de más vale algo que nada. Ahora bien, sabiendo que mienten más que hablan, podemos verle el plumero a Baldomero. Por un lado, está claro que 'el gran lío', el río revuelto, lo han creado ellos, prensa y políticos a la par. Una confusión abrumadora, y violenta. Nadie está contento. Los que siguen hablando como si en este siglo no nos hubiera pasado a los occidentales una apisonadora por encima, son los que nos aplastan; y su objetivo es arrasar, hacer tabla rasa de esta civilización... para que sus dueños escriban, sin Dios ni ley que los frene, un futuro a su antojo.
El itinerario político de este primer cuarto de siglo deja ver claramente esa finalidad; como deja ver también el empleo de una crueldad refinada, que da la medida de su ambición: Matar a los débiles, matar con engaño, matar lentamente, y justificarlo; ésta es, ni más ni menos, la 'política correcta' y el perfil inequívoco del proyecto en marcha que nos aflige.
Después de los inventos del Covid y la Ucra-Gaza, de los que lo único que sabemos es que nada impedirá a sus promotores secretos llevar hasta el final sus ambiciones, viene ahora la escenificación de un peligro de guerra mundial. Previamente han evacuado a unos actores-líderes, tan chuscamente como han hecho todo lo demás: con attrezzo de muchedumbres protestando, paripés de juicios, barbaridades que vete tú a saber si ocurrieron o son sólo montajes... A propósito de esto, circulan ahora por ahí versiones de otro Trump de medio lao abatido, que se levanta ya sin el hilillo de sangre inverosímil que vimos todos al principio; y videos en los que una loca 'posesa' arrastra al Papa consigo por una manga; y el IA-generator tiene ya enfilado a un Macron lerele que le pisa el callo a uno y el menda le solmena.
Con ese reparto de actores de tercera nos están vendiendo la moto de un ogro en la Casablanca que si nos descuidamos nos achuquina; lo cual no quiere decir, ojo, que el títere no pueda firmar la orden que suponga para muchos la tumba en extraños campos de batalla rodeados de espinos... muertes que luego la prensa exaltaría junto con 'los grandes ideales por los que cayeron'... Porque, ciertamente, vivimos en la época de los relatos, pero con fuego real y sangre de verdad. Y esa sangre puede ser también la de los jóvenes españoles; aunque el resultado ni por pienso vaya a ser -como nos repetirán hasta la saciedad para mantener el relato- la guerra del fin del mundo, sino, en el peor de los casos, la plasmación defectuosa en él del sueño de unos iluminados, y la esclavitud del resto.
Otro diario recogía un discurso del Presidente de la República italiana en el que también se hacía un esbozo de la situación presente, y que igualmente concluía con la necesidad de rearmarse. Se valía para ello de un paralelismo con el periodo de entreguerras, pero inconsistente. Muy poco tienen que ver las sociedades de hoy con las de hace un siglo. La disgregación que se ha impuesto, la atomización y el aislamiento que, en aras de un control que quiere ser absoluto, prima en Occidente, en nada se parece a la cultura del boca a boca, de las tascas y las asambleas sindicales de entonces, ni las ideologías están hoy para dar la vida por ellas... que no nos cuenten milongas. Este Mattarella tuvo un hermano, gobernador en Sicilia, al que asesinaron; y, cosa curiosa, en su discurso sobresale una cita, justamente de otro asesinado, dícese que por terroristas: Aldo Moro. Hablando del cercano fin de la guerra fría, dijo Aldo Moro en Helsinki, tres años antes de su muerte: "(La distensión significa) la exaltación de los ideales de libertad y justicia, una protección cada vez más eficaz de los derechos humanos, el enriquecimiento de los pueblos mediante un mejor conocimiento mutuo, contactos más libres y un flujo cada vez mayor de ideas e información".
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Hallan el cadáver de Aldo Moro en el maletero de un coche. Foto de Gianni Giansanti, premio World Press Photo en 1978 |
En su secuestro fueron asesinados cinco escoltas. |
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Se aprecia aquí la mirada de un hombre inteligente, honesto, valiente, sufrido... y esperanzadamente triste. |
'La derecha católica' es una incongruencia, porque Cristo, a quien seguimos los católicos, une lo que está 'partido' |
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Attilio Piccioni político honrado y hogareño, trata de progreso y paz con Kennedy. |
Tres años más tarde del asesinato de Aldo Moro tuvo lugar otro, el de San Juan Pablo II; y digo que fue asesinado porque la ciencia no puede explicar cómo la trayectoria de la bala en su cuerpo sufrió una desviación que evitó la muerte segura del Pontífice. Él no dudaría en atribuírselo a la Virgen de Fátima, cuyo aniversario se celebraba aquel día de 1981.
El cuerpo expresa a la persona; matar es querer borrar el significado personal; que en los tres casos que he traído a colación en este artículo es el mismo: Jesucristo vive y nos salva. |
El día de este atentado iba a ser anunciada al mundo la creación de dos órganos de gran relevancia para el estudio del matrimonio y la promoción de la familia. Se crearon, no obstante, con esa fecha, y por la intervención de la Virgen tuvieron un gran desarrollo. Aquel atentado suscitó una providencial correspondencia en la que se reveló al mundo una coyuntura que en la actualidad cobra dramática vigencia: el ataque a la familia.
Ni qué decir tiene que la intuición de San Juan Pablo II acerca de este combate final era providencial; y que hoy cobra excepcional importancia rescatar la eminente contribución de su Papado a limpiar la ganga que la perla de la creación de Dios ha ido acumulando por la desidia de los hombres.
San Juan Pablo II dirige nuestra mirada hacia ese cimiento profundo de la Creación: el cuerpo humano, varón y mujer. Sea este artículo un homenaje al creador de tan suma belleza.
(*) El Tribunal de Estrasburgo o Corte Europea de los Derechos Humanos declaró en 2009 la presencia de los crucifijos en las aulas "una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones" y de "la libertad de religión de los alumnos" [obviaba este Tribunal los valores que le habían dado a luz; negaba su origen, la tradición]
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