ENTRE CLAVELES Y ROSAS
Decía nuestro Arzobispo, en los pasados tiempos mejores, que lo malo no era meter la pata, sino menearla dentro. Acerca del espinoso asunto de la foto heavy de la calle del Darkness, les conté el 8 de noviembre del año pasado cómo Dios me había hecho un gran favor, dándome a conocer que era un montaje. En efecto, yo había sido despojado de fama y hacienda por esa misma 'pinza mentirosa' de política y prensa, y Dios, que es infinitamente bueno, me devolvió el crédito ante mis conciudadanos mostrándome la mentira abominable que escondía aquella noticia.
Había empezado a llover doce horas antes cuando España fue sobresaltada con una mentira gráfica que decía más que mil palabras: "Valencia es un infierno; hay agua por todas partes y arrastra violentamente todo lo que pilla". Y detrás del aluvión de coches vino el aluvión de muertos: 228.
La calle que muestra la foto en cuestión está en el barrio de Sedaví, a seis metros de altitud y a tan solo cuatro kilómetros del mar; ese barrio es, en sentido oeste-este, la última zona poblada, más allá de la cual sólo hay campo abierto y mar. La inclinación del terreno en aquel punto negro se puede calcular con una sencilla regla de tres: si en cuatro mil metros se descienden seis, en cien se descenderán x. La calle tiene pues un 0,15% de inclinación, es decir, que en cien metros lineales sólo se bajan quince centímetros; y cien metros es justamente el tramo de calle que la fotografía nos muestra ocupado por un montón de coches. Atando cabos: si el terreno es prácticamente llano, ¿cómo es posible que los coches fueran arrastrados por una corriente tan violenta?
La respuesta a esa pregunta es obvia: de ninguna manera. Pero lo que aún es más imposible es que ¡fueran arrastrados en contra de la supuesta corriente!
En efecto, perplejo al ver aquella foto por primera vez, la escudriñé con atención: me fijé en los rótulos de las calles, vi el 'Forn', la tintorería, y el pub Darkness. Metí en el buscador este nombre y me dio la información visual y la ubicación exactas del establecimiento: el letrero y la entrada del bar coincidían con los del montaje; y era la calle Gómez Ferrer, en Sedaví. A continuación abrí Google Earth, y comprobé que la calle tenía orientación oeste-este; o sea, que el agua de la lluvia circularía por ella en su camino hacia el mar del levante, de oeste a este.
Parecía una calle estrecha de dirección única, pues todos los coches aparecían arrastrados con el frente hacia delante, y habían sido detenidos -aparentemente- por el contenido de un gran depósito naranja que el agua había volcado. Pero, si era de sentido único, ¿por qué la foto mostraba, a la derecha, varias señales seguidas de 'Paso de Peatones'? Eran señales para los coches, luego la calle era de doble sentido y era absurdo que todos los coches estuvieran con el morro hacia delante. Comprobé por último, que la posición de los coches indicaba que habían sido empujados de mar a tierra -cosa imposible salvo en caso de un tsunami- con lo que acabé de confirmar mi temor de que la foto fuera un montaje.
Independientemente de la intención con que se hiciera la foto, y por encima de su significado político, nos interesa sobremanera tomarla como pie para enfocar el tema del borrado de la frontera entre la verdad y la mentira que caracteriza el calamitoso tiempo presente. La dana está siendo una gran batalla en esta guerra, con intervención del Capitán General de los Ejércitos, de portaaviones de la Armada, satélites de seguridad, técnicos y expertos de élite, y las más sofisticadas tecnologías comunicativas. Y aún no ha terminado. Hace unas semanas vi por televisión el documental "El día de los setecientos litros", un carísimo montaje en la estela de todo el despliegue anterior, para esconder la verdad a base de confusión, pero que finalmente no lograba explicar el por qué de esa foto fatal. Y aún ayer mismo escenificaban el diario de la Agenda y el de Jiménez Losantos su castigo a Mazón, con la intención de salvaguardar la mentira de la sociedad libre y el Estado de Derecho; la mentira de que 'la verdad sigue ordenando la vida ciudadana'.
Verdaderamente, en el contexto actual no hay ningún derecho vigente, es tal el poder que la mentira ha alcanzado, que cualquier ciudadano puede pasar de la noche a la mañana de ser sujeto de derechos a estar privado de ellos (tanto a nivel individual como colectivo; véanse, si no, el encierro covid y el apagón). A vuelapluma, enumero varios factores en relación al origen de esta situación de hecho, aunque sin pretender explicarlo, pues excede a mi capacidad.
Si la unión hace la fuerza, el aislamiento provoca lo contrario. De forma natural nacemos en una comunidad, desde la familia a la nación; pero la mala hierba de la desunión (cuña del género) ha corrompido a la familia, y desde ella ha ido rompiendo también el resto de vínculos. El lenguaje es otro medio natural que nos une, pero que es sistemáticamente maltratado: en prensa (que a diario se salta la gramática), en redes (que promueven jergas excluyentes), mediante modelos (vocalistas que no vocalizan, como Rauw), con la promoción del catalán frente al español, o de dialectos como el bable a la categoría de lenguas; facilitando ver películas en 'español latino' (español viciado); etc. etc. Y otro tanto sucede con el sistema educativo, que ha estado siendo devaluado sistemáticamente en las últimas décadas.
La lista es enorme, y todos los fenómenos convergen en atrofiar las facultades superiores del ser humano, con el fin de justificar el uso masivo, y único, de instrumentos artificiales de desenvolvimiento. Finalmente, se configura así una 'realidad paralela' (aunque el término sea contradictorio en sí mismo) dirigida por un ser humano sentado en la cúspide de la pirámide poblacional. El cambio que esto supone es la desaparición de la posibilidad misma de vivir y ser tratados como humanos; por cuanto desaparece lo que hasta ahora nos venía definiendo, que es nuestra radical igualdad en el Derecho Natural, que arranca de nuestro origen como obra de un ser superior, de modo que nadie salvo él puede decidir sobre nuestra vida. En la abolición del Derecho Natural desaparecen el bien y el mal objetivos, que pasan a ser dictados por la voluntad del más fuerte.
Estamos asistiendo a este proceso, sistemático y bien planificado, y la agenda ya está muy avanzada. El deterioro social y existencial, el expolio del patrimonio, las miles de muertes sin explicación... el aumento de la enfermedad, la violencia, el vicio... son evidencias de ese proceso de deshumanización en marcha; y el negarlas es suicida, y es, por tanto, inmoral, pues causa un grave daño al prójimo, y, a medio plazo, la desaparición de la especie.
Sobre todo a las personas religiosas nos compete denunciar y hacer frente a esta impostura. En este contexto social están pasando desapercibidos y/o consentidos muchos crímenes, engaños y abusos, y esa miseria está reclamando nuestra acción responsable. Ya no es tiempo de hablar de lo accidental o accesorio; contra la impostura que está degradando la condición humana hace falta declarar valientemente la existencia de la verdad.
Es urgente dar una respuesta, en el ámbito concreto de cada día y en los foros internacionales; cada cual según su estado y condición, y a través de la permanente escucha de la voluntad divina. Dios dio la vida de su Hijo Único por cada uno de nosotros, y no es moralmente lícito asistir como espectador al proceso de nuestro envilecimiento y aniquilación.
El itinerario de esta suplantación de las leyes eternas por las que dicte un dueño terreno cursa con promesas de mejora: la emancipación del trabajo; la vivienda digna universal; los bienes básicos al alcance de la mano y de todos... y utiliza para hacer creíble esa idea una propaganda asociada a la fuerza bruta (crímenes que se esconden). Nuestra sociedad es ya radicalmente distinta de la que dio origen a la Rerum Novarum, hace ciento cuarenta años. Lo propio de este momento es la mentira tomada por verdad, hasta extremos que dan miedo. Y esto hace necesario volver a comenzar la evangelización del mundo.
Dar por sentado que el principio de verdad sigue hoy ordenando la interacción social es colaborar con la mentira. Solamente el anuncio valiente del kerigma es, hoy en día, capaz de hacer frente a la barbarie que nos está asolando. Hace falta anunciar claramente que Dios, en su bondad infinita, viéndonos ya en el Paraíso incapaces de ser felices, ordenó a su Hijo Único que se hiciera ser humano varón, y que de esa manera, siendo testigo fiel de la verdad, y sin cometer nunca pecado, asumiera su vida terrena con todas las consecuencias, incluso con la de ser asesinado por ser fiel a la verdad; y que, resultando que Jesucristo cumplió con reverencia la voluntad de su Padre, éste lo devolvió a la vida desde el sepulcro, y ya no muere más, y se ha convertido en fuente de vida eterna para los que creemos en esa Buena Noticia.
Post data: los directores de diarios, la magistrada de Catarroja, y el ministerio de Presidencia, siguen sin hacerse eco de mi ruego de aclaración. Por eso, tal como había anunciado, he dirigido también ese ruego a S.M. el Rey.
Por otra parte, dos horas después de publicado este artículo, leo que Trump amenaza con subir tasas a partir de junio. No es Trump, sino su superior, quien amenaza. Y la amenaza es el lenguaje del violento y el mentiroso, el cual, frente a Dios, no tiene ningún futuro. Es necesario resistir a la impostura; a costa de lo que sea; es el futuro de todo lo que merece la pena lo que está en juego. ¡Adelante!
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