CINCO PANES Y DOS PECES
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Cambiando el mundo... |
"Oiréis también hablar de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado, no os alarméis! Porque eso es necesario que suceda, pero no es todavía el fin." (Mt 24,6)
Me alegré ayer cuando el sacerdote empezó su homilía recordando el sacrificio de San Ignacio de Antioquía, porque este santo, amantísimo de la unidad de la Iglesia, es un gran ejemplo en tiempos como los presentes. Con su vida dio un mensaje clarísimo al mundo, y, concretamente, a los jóvenes, mostrándose íntegro hasta el final. Apresado por Roma, intentaban sus hermanos convencerle para que salvara la vida, pero él se negó, consciente de que sólo siendo fiel a la verdad podía alcanzar su meta, y podría dar frutos de vida. Y así salió, animoso, al circo, para ser 'trigo triturado por las fieras', y sangre vertida para la salvación del mundo. Merece la pena leer su Carta a los Romanos.
La vida tiene un sentido, y es ése: darla en aras de la verdad del amor. Sólo de esa manera nos consagramos, hacemos valiosa nuestra existencia, y edificamos el mundo.
Esta mañana, después de desayunar y ver las noticias, salí a dar un paseo; viendo los modernos edificios de cristal, con sus bellos reflejos luminosos, pensaba yo, justamente, en lo frágiles que son los bienes materiales cuando no tienen detrás vidas sacrificadas que les den consistencia; pensaba que es la sangre de los "testigos" la que da estabilidad y valor al mundo.
Había visto ayer el play-off de ascenso del Real Oviedo, y me había hecho pensar en esa misma fragilidad que nos circunda. En el gol que le dio la victoria fue necesario consultar el VAR; pero no se nos mostró la jugada dudosa, ni se nos dio explicaciones. En cuanto el balón traspasó la meta, la cámara se movió al festejo, cuando lo suyo hubiera sido fijarse en lo que era dudoso para sacar una conclusión.
Ya comenté esto a propósito del triunfo de la selección española hace un año, y, más recientemente, con ocasión de la victoria última de Alcaraz en París: cómo las cámaras rehúyen el ser testigos de la verdad; y cómo los jugadores se repliegan y no protestan. Por la sencilla razón de que si lo hicieran no podrían jugar, serían cancelados... Y así resulta que en todas las esferas de la actividad humana funciona una ley no escrita que nos obliga a aceptar por verdad lo que es mentira. Tanto en las federaciones como en el colectivo de árbitros ascienden a los puestos directivos los Cerdán de turno, que sirven al becerro de oro, y que corrompen todo por medio de la violencia y el miedo.
Pero en un contexto así, tanto el deporte como el resto de las maravillosas realizaciones humanas quedan reducidas a ruido, a algo que carece de valor real porque no va acompañado de verdad ni de amor.
En el caso del Oviedo, convenía, dado lo revueltos que están los tiempos, y la esclavitud creciente a que nos están sometiendo, que los aguerridos asturianos tuvieran un consuelo y algo de qué hablar para que se eximieran de intervenir en el delicado momento político del gobierno corrupto de Sánchez.
Pero, como antes decía, qué frágil es una sociedad que no se construye sobre la verdad de las cosas; qué vulnerable, pero sobre todo, qué dramática; porque mata a sus propias crías. Cuando no hay algo en qué creer, hasta el punto de permitirle a uno dar la vida por ello, la vida se nos desmigaja entre las manos, se vuelve polvo, viento, nada... Y entonces vemos a los jóvenes tambalearse al amanecer por las calles, trocando por unas horas su dolor en risas; para volver al día siguiente a tener que enfrentar su drama... como pueden.
La condición del hombre en la tierra va asociada siempre a ese drama; sin embargo, en cierto momento de la Historia todo cambió. Y se abrió un puente a una vida perfecta, para todo el que quiera aventurarse por él. Lo abrió Jesucristo, dejándose atravesar por los clavos y la lanza de nuestros pecados, y permanecerá abierto para siempre. La imitación de Cristo nos da acceso a la vida verdadera. Hacernos, como Él, pan para alimentar al mundo es la única forma de superar la limitación humana, los lazos que nos atan a la muerte; la solución para el miedo, la tristeza y el odio.
Lo entendió así San Ignacio de Antioquía, y junto con él, los millones y millones que conforman la Iglesia triunfante. Todos los que se oponen a la dictadura de la mentira, abrazando el amor, ven su vida lograda al final de sus días. Y hombres así han existido siempre.
En recuerdos así cobramos fuerza para resistir al tirano, sin caer en el odio; y en ese ejercicio de virtud nos sentimos vivos a pesar del sufrimiento que nos acarreamos. Y sentirse vivo es sentirse unido al que es la Vida, Jesucristo, Dios y hombre verdadero; la única fuente capaz de calmar nuestra sed, de llenar nuestra alma, de dar sentido a nuestro paso por la historia.
"Surgirán muchos falsos profetas que engañarán a muchos. Y al crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará. Pero el que persevere hasta el final se salvará." (Mt 24, 11s)
Falsos profetas, IA... la mentira hecha pasar por verdad, la caridad convertida en 'címbalo que retiñe', en algo despreciable, en un mar de cenizas...
"En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.
Dijo Dios: "Haya luz", y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad; y llamó Dios a la luz "día", y a la oscuridad la llamó "noche". Y atardeció y amaneció: día primero." (Gen 1, 1-5) Y desde entonces media un abismo entre el día y la noche; entre la mentira y la verdad.
Hoy, al parecer, nos hemos despertado con un serio peligro de guerra mundial. ¡Qué pena!, porque ayer estábamos a punto de echar a Sánchez por fin. En todo caso, cabe la posibilidad de que ese contexto que lo cambia todo no sea una verdad de las buenas; y que sólo sea otro ardid para seguir arruinándonos, quitándonos los pisos y los pocos ahorros que tenemos... De momento ya sirve para sostener a Sánchez, cadáver, sobre el caballo...
Yo ya estaba vivo en aquella época que llamaron 'guerra fría'. Cuando subía la tensión temblaban hasta las persianas; y lo digo porque la noticia de hoy parece cosa de broma comparada con eso. Como también parece de broma el presidente que dio la orden de atacar a Irán: con su gorra de beisbol roja, sus intervenciones estúpidas, sus gestos peliculeros... Trump es un personaje grotesco donde los haya. Aunque también lo son Zelenski, Milei, o, en su día, Pablo Iglesias y Zapatero, con su familia Monster. Son una nueva generación de líderes, que rompen con las formas del respeto y dignidad de la que solían revestirse las autoridades a lo largo de la Historia. Encarnan el tipo humano que encaja con la sociedad del ruido, con la sociedad que ha liquidado la verdad y el bien como fundamento de la vida común.
La Prensa no se avergüenza de mentir, porque ella representa el nuevo poder, esa nueva forma de organizar la sociedad que desprecia la verdad como cimiento de la convivencia.
En los años que llevo escribiendo crónicas de España, he ido dando cuenta de importantes hitos en este itinerario de cambio social. La exhumación de Franco, por ejemplo, marcó un antes y un después en la imposición de la mentira por medio de la Prensa. Me pareció asombroso que una acción que la mayoría del país rechazábamos se llevase a cabo sin que pasase nada. Pero posteriores fenómenos dejaron aquel hito en cosa de niños: el covid, Ucrania, Gaza, bloqueo de la navegación, dana, apagón... De menos a más hasta llegar hasta hoy, en que se nos suministra esta píldora intragable que pone en suspenso, una vez más, la importante recuperación del pulso socio-político que estábamos iniciando en nuestro país.
Ese ataque de EEUU es otro invento, otra mentira. Claro que puede suponer muertos, pero no los que nos cuenten ni como nos los cuenten; pero mentira al fin y al cabo en el sentido de que no es "una agresión que, en correspondencia con su gravedad, esté comprometiendo el futuro del planeta".
Ese futuro pasa por un control digital central de todo lo que se mueve y respira en el mundo; y nada ni nadie va a desviar el curso de la historia de ese itinerario; ni el personaje estrafalario de Trump, ni ninguna otra conjura humana.
Pero, retrocediendo al principio de este artículo -'el que se mueva no sale en la foto'- imaginemos que uno quiere comprobar la verdad de esta tesis que yo defiendo. Imaginemos que fuera usted mismo, ¿por dónde empezaría la tarea? Yo me tomo unos segundos para pensarlo...
'Llamar por teléfono', 'tomar un vuelo', convencer a alguna autoridad, divulgarlo en redes, explicarlo a la gente de bien que me rodea... Entonces te encuentras con que el móvil te da fallos inexplicables, que Internet no va, que las autoridades funcionan por consignas o están sujetas por complicados compromisos, y, en fin, que la gente no está para cosas raras... y ni siquiera tú tienes casi tiempo para hablar con tu familia o para cumplir con tus obligaciones...
Ciertamente, la Prensa podría crear la ficción que quisiera sin peligro de ser descubierta; y, de hecho, lo hace. Yo empecé a barruntar esto hace unos siete años, cuando me asfixiaba bajo una cruel envolvente de acoso y decidí ir con todas mis pruebas a un diario nacional para que se hiciera eco del asunto, pensando que por tratarse de una acusación contra el partido de su oponente natural sería escuchado. Mi intento quedó frustrado antes de empezar, al toparme con las medidas de seguridad militar que protegen estos recintos, verdaderos emporios de poder.
Los grandes nos oprimen, y nuestra vida se reduce a gestionar los despojos que arrojan a nuestras celdas. Con esto van dejando un rastro de dolor y muerte; una estela de desilusión y hastío; un mundo desolado en el que dicen que hay paz y libertad. Frente a esto, ¿qué se puede hacer?
He intentado decirlo desde el principio: ponerse en manos de Dios; convertirse y creer en el Evangelio, en la buena noticia de que dando tu vida como pasto a las fieras estás haciendo un mundo mejor, y estás logrando la meta para la que fuiste creado: amar sin fronteras y ser amado sin límites por toda la eternidad.
Naturalmente, es muy fácil de decir... e imposible de hacer... sin Dios. El que quiera, y crea, que se bautice, o si ya lo está, que renueve las promesas de su bautismo en alguna de las muchas formas que la Santa Madre Iglesia tiene para acoger a sus hijos alejados y devolverles la alegría y la riqueza que una vida sin Dios les pudiera haber robado. Yo inicié ese camino el 21 de octubre de 1993, con lo que me falta poco para cumplir 32 años de camino de conversión... y 64 de vida en la tierra. Ese día celebraré el paso del Ecuador, el de Julio César por el Rubicón, el de Aníbal por los Alpes, y el del Oviedo por el playoff... en definitiva, el paso de la muerte a la vida, de la nada a la felicidad completa, de la ignorancia al vivir cada vez más enterado, más entero. Y, por supuesto, estarán todos ustedes invitados a participar en la celebración de ese acontecimiento que lo cambió todo en mi vida y me puso al servicio de cada uno de ustedes y de Dios... al que sean dadas las gracias por siempre. Amén.
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