LA INSOPORTABLE RUINDAD DEL RESET
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Ya nos van llevando al matadero de las urnas... |
Con la primavera se desborda la belleza de la Creación,
y es fácil darse cuenta de que tal perfección no es fruto del azar. Contemplando
un paisaje hermoso, de un modo natural le hacemos sitio a Dios en nuestra vida.
Y ese dejarle sitio a Dios nos hace sentirnos bien.
Hay un reset en marcha, un plan de reformas
ambicioso, pero que no consiste en producir chips en vez de ladrillos, o telas.
El verdadero objetivo de ese gran proyecto es borrar a Dios del mapa. Una guerra de almas
La Agenda 2030 supone una reordenación del
mundo, con cambios de todo tipo; pero para su ejecución tiene una condición sine
qua non: deben abolirse todas las leyes que no surjan del consenso popular;
o, en otras palabras: incurrirá en delito quien obre en conciencia. Todo lo que
existe se considerará propiedad humana y quedará sometido a las leyes humanas. Cosas
tales como el amor se considerarán subversivas; y carecerá de justificación el
que apele a la ley natural. El consenso humano podrá decidir sobre todo
lo que se mueva en la Tierra. Quedará por tanto abolida la familia, basada en
el matrimonio, así como la propiedad privada y el Estado, porque también esas
realidades son propiedad del colectivo humano y es sólo él quien tiene la
legitimidad para decidir sobre su existencia.
¿Qué pasa si borramos de nuestro horizonte el amor? Imaginemos un día cualquiera de una persona cualquiera: "Como el amor no existe no estoy atado a nada, nada me obliga, excepto cumplir las leyes. Estuve casado, pero hace tiempo que me divorcié porque los vecinos se quejaron al comité de que mi mujer y yo discutíamos mucho, y molestábamos. Teníamos una niña, y durante un tiempo convivimos con ella en semanas alternas, pero como la niña empezó a suspender, el juez decidió que estaba mejor en un centro, y ya hace dos años que no sé nada de ella. Cuando llamo me ponen excusas, y cada vez llamo menos… para no tener problemas. Mis padres estuvieron en una residencia desde que se jubilaron los dos, y cuando empezó mi padre a tener achaques serios me restringieron el acceso a la institución; y al poco se murió. Mi madre entró en depresión y murió también en seguida. A mis hermanos apenas los veo, porque viajar se ha vuelto inasequible, y la telellamada me da mucha tristeza. Así que voy por ahí como una sombra, matando el tiempo… y mascullando maldiciones… Pero, perdonad, ya estoy otra vez hablando demasiado. Bueno, en realidad, no vivo mal, como todo el mundo; tengo todo lo que quiero, o, mejor dicho, no tengo nada… pero soy feliz."
Si a mí, que llevo un camino de treinta años tras las
huellas de Jesús, aun me cuesta ‘pensar’ mi vida como un tránsito al cielo, y
como una preparación para un examen final, ¿cómo va a aceptar la muerte uno que
no tenga fe? A medida que ese momento se acerque, y el cuerpo vaya dando
señales de agotamiento, el vacío interior, la pena profunda por una existencia sin
sentido, traspasará su alma, y por esa llaga se escapará su deseo de
vivir.
Quede claro una cosa: No hay otro camino de progreso
para las sociedades humanas que el conocimiento y la adoración de Dios a través
de su hijo Jesucristo, resucitado y vivo entre nosotros; y de aquí la insondable
maldad de querer suprimir ese ideal de hombre; porque cualquier otro que se nos
proponga, o imponga, traerá gran sufrimiento, y nos llevará a la destrucción,
pasando por la desolación.
Esta afirmación no es cosa que se pueda analizar para
alcanzar convencimiento; porque Dios ha querido que la Verdad que nos puede
salvar sea antes abrazada con el corazón que comprendida con la mente. De todos
modos, ahí están, como argumentos convincentes, las perfecciones de la
naturaleza, y los siglos de prosperidad del cristianismo.
La cuestión siempre presente en el devenir humano es
la de qué decisión tomar para perpetuarnos en la vida. En nuestra libertad, y en el santuario de nuestras conciencias,
valoramos y escogemos qué camino seguir entre distintas opciones. Siendo esto
así, y dada nuestra condición social, nuestra existencia se torna un campo de
batalla con dos rivales. Recibimos influencias de signo opuesto, y elegimos
constantemente entre dos caminos antagónicos. El modelo de Dios ha prevalecido
durante siglos, por las numerosas ocasiones en que se ha mostrado superior; y
esto gracias, mayormente, al empuje que le han dado los santos, las personas
que han abrazado a Jesús con generosidad heroica. Pero ha habido, por supuesto,
en la historia, momentos de encarnizados combates, en que esa entrega personal
ha cobrado tintes dramáticos. El modo en que las sociedades del pasado llegaron
a inclinarse peligrosamente a la impiedad, no resulta fácilmente distinguible;
aunque el patrón de “+ riquezas, + alejamiento de Dios” es una constante.
Al presente, está claro también que, después de las
grandes guerras del S XX, con el progreso científico y material hemos ido
arrumbando el temor de Dios; y se nos ha ido nublando la mirada del corazón. Y así
hemos ido resbalando hacia el pozo de la confusión.
El enemigo, como una araña, ha ido tejiendo en torno a
nosotros una pegajosa red para inmovilizarnos, y engullirnos en el momento
oportuno. Cuando nos alejamos de Dios caemos fácilmente en sus trampas, cuyos cebos
son los objetos de nuestros deseos, pasiones e instintos. Dios nos da fuerzas
para ser virtuosos y resistir la atracción de esos objetos, pero si nos
apartamos de Él perdemos la protección. En la red del enemigo, cuando ya
estamos muy debilitados, se nos puede engañar más fácilmente, de modo que terminemos
deponiendo toda voluntad de hacer el bien, y nos entreguemos a los proyectos del
mal, víctimas del auto-engaño. Este proceso, especialmente intenso desde finales
de los 60, está desembocando -‘Zona 0’, ‘Crisis’, y ‘Fake-attacks’, de
por medio- en un mega-engaño planetario, en una mega-web maligna.
Yo he visto muchas veces a Dios. Y no, no hay peligro
de que en esto me esté imaginando cosas… Ya sabéis cómo he puesto a prueba mi
salud mental; cómo me he expuesto a ser confundido por aquellos a quienes reprocho
su mala voluntad; y cómo, a pesar de todas sus operaciones, estoy cada vez más
firme y más seguro de que estoy cimentado sobre roca; la roca que es Cristo. Sé,
como San Pablo, de quién me he fiado, y sé que no quedaré confundido.
En esta primavera hermosa estoy viendo, como vosotros,
la sobrecogedora belleza del mundo que habitamos; y pienso en Dios. Estar vivo,
respirar, caminar, ver las formas y colores armoniosos de la naturaleza, su
impresionante diseño, su perfección, todo eso, estando en paz conmigo mismo, y
con los demás, es como un anticipo del cielo. ¡Qué incomparable ternura y
caridad de Dios para con sus criaturas!
Tengo paz y luz en el corazón que me hacen verlo así…
pero no todos tienen eso. ¡Qué pena! Sí, qué pena, aunque no hemos nacido para estar
tristes. Por el inmenso Amor de Dios nuestra vida ha quedado para siempre
transformada en un acto de amor, posible desde la unión con Él. Y donde hay
amor no cabe la tristeza. Cabe, eso sí, el sufrimiento, pero no ése del que
huye el mundo por miedo; sino el de los hijos de Dios, que está atravesado por
la esperanza, y lleva consigo una semilla de vida, una promesa de inmortalidad.
La cruz es un resumen de la Creación; expresión de la
infinita sabiduría de Dios; porque si en el paraíso plantó Dios un árbol ‘peligroso’
fue para preparar el terreno a este otro árbol medicinal; del que renace sin
cesar la vida; y en el que no hay principio de maldad ninguno.
No hay forma de escapar a la muerte del cuerpo… ni
aunque conquistáramos siete galaxias espaciales. Pero es un grave error dar por
hecho que todo aquello que amamos se termina con la muerte del cuerpo. Me
asombra ver a tanta gente oponiéndose al anuncio del Evangelio de la Cruz. He
tratado de imaginar qué caminos han seguido para llegar a actuar así, y creo
que es justamente su naturaleza inmortal, aliada con el engaño del pecado, lo
que les impulsa a avanzar por ese camino equivocado.
Pero, volviendo al principio, el Dios Creador de todo,
cuya mente maravillosa es absolutamente impenetrable, decidió, antes de dar
origen al mundo, que no hubiera otro nombre por el que nos pudiéramos salvar
que el de su Hijo único Jesucristo.
¿Salvar de qué? Salvar del no-vivir, o, lo que es lo
mismo, del no vivir satisfechos; y, sí, tal cosa existe, y está a nuestro
alcance. La satisfacción vital es, de hecho, lo que nos hace humanos; ser enteramente
humano es ser feliz, y sentirse satisfecho. Y si bien la vida es un camino hacia
el hogar de nuestro descanso, el ir por ese camino y experimentar paz es ya, de
alguna forma, como estar en casa.
Tengamos esto presente: ‘Que la paz actúe de árbitro
en tu corazón’ (Col 3, 15). Porque en esta guerra que estamos viviendo nos
enfrentamos hermanos contra hermanos, dos contra tres y tres contra dos, en
reñida disputa… y estando así es fácil que vacile nuestro corazón. La regla de
oro del combate de la vida es la de permanecer en la paz de espíritu, y va
asociada a la fe.
Unas líneas más abajo voy a poner un enlace a un
artículo que habla precisamente de la urgencia de anunciar la fe, por ser los
momentos actuales especialmente difíciles. Es una entrada del antiguo blog de fíate.es,
que apareció hace más de dos años; y si entonces era urgente anunciar la fe,
hoy lo es aún más. Porque los nuevos poderes que ya casi dirigen el mundo nos están
conduciendo a las urnas como llevaban antiguamente a los esclavos a sus horribles
destinos, encadenados. El 28-M no vamos a votar, sino que nos van a votar; nos van
a votar de nuestra casa, de nuestra patria, de nuestras raíces, del mundo… Y
sólo nos quedará refugiarnos en Dios. Si yo insisto tanto en poner nombre sin tapujos
a esta realidad terrible que estamos viviendo, es por la perversión que
encierra. Porque, mediante el engaño, refinado hasta la sublimación, nos están
sometiendo, y están a punto de encerrarnos de por vida en la más insoportable
de las cárceles: la que tiene aspecto de libertad. Esta tragedia que nos
amenaza supone que, una vez consumada, destrozará irremisiblemente a las
personas, obligándolas a habitar como extraños dentro de sí mismos; harán de la
locura colectiva la norma. Y nos obligarán a ser policías unos de otros, y a
tragarnos la desesperación que supone vivir en esa soledad. Tal es la lógica
del mal: que ser buen ciudadano consista en hacer daño; al revés, justamente,
de lo que dicta la lógica de la Cruz cristiana: que el que quiera ser el
primero sea el servidor de todos.
Ya ven cómo pasan los días sin que se informe al
ciudadano de las distintas alternativas políticas; y cómo lo que publican los
diarios parece que busca desanimarnos. Ciertamente, estas elecciones tienen un
contexto distinto a todas las anteriores; porque el reset está muy adelantado.
Para cuando se termine el cambiazo, seremos números. Ya casi lo somos.
Con una ley electoral de hace cuarenta años, y una Ley de Información inexistente,
los instrumentos de control social hacen inútiles las campañas electorales; de las
próximas elecciones saldrá lo que el Gran Hermano establezca. ¡Para que ‘molestar’
a los candidatos! La Prensa nos lleva la delantera en esta nueva situación
social, y se emplea a fondo en difamar lo que de noble perdura en la sociedad,
y en fomentar todo tipo de deseos puramente mundanos, y egoístas, que es lo que
nos van a dar a cambio de la libertad de ahora en adelante, y para lo que se
han cambiado todas las leyes, blindando el principio del deseo como norma del
Derecho, y laminando la Ley Natural.
Llevo años relatando en detalle este siniestro
itinerario social que estamos siguiendo. Y es por eso que he sido perseguido
con saña en todo este tiempo. Ahí está fíate.es, y aquí está este blog. Por ellos siguen diciendo de mí que estoy chiflado, y a punto de cometer cualquier locura…
Están al acecho para caer sobre mí como fieras salvajes ¡pero Dios me protege! Mis
blogs vienen profetizando estos dramáticos momentos históricos desde el primer día;
reto a quien quiera a que me muestre una profecía escrita en ellos que no se
haya cumplido, o esté a puntito de hacerlo.
Lo que me dio fuerzas para escribir todas esas páginas,
arrostrando por ello la marginación social, fue el descubrimiento de que la única
manera posible, y digna, de vivir, era renunciando a dar cuentas a los hombres
y acogiéndose al juicio misericordioso de Dios como única referencia moral. Y la
persecución que esta opción me trajo se recrudece ahora -haciéndose mucho más
refinada y taimada- porque nos vamos acercando al desenlace, y al cumplimiento
de mis profecías.
Enfilamos la recta final del cambio de era. Repito que
no vamos a votar, aunque lo parezca. Este juicio tan rotundo, tan difícil de
compartir, es, sin embargo, secundado inconscientemente por toda esa masa
silenciosa de personas de buena fe que ya se plantean no ir a votar, que tras
años de esfuerzos por un proyecto de convivencia en paz, se han decepcionado
hasta el punto de despreciar nuestro sistema político.
Falta sólo un mes para las elecciones y los periódicos
siguen sin hacer la más mínima alusión a lo que toda España tiene en mente, a
lo que han supuesto estos cuatro años terribles de desmantelamiento social. No
solamente callan el Gran Expolio nacional que los magnates extranjeros han
perpetrado en nuestra tierra, tras coaccionar a todos los que detentaban alguna
representación social en nuestro país. Es que, además, no dicen tampoco nada de
otras cosas: no sólo nos quitan el medio pan, sino también el medio
libro, que Lorca reclamaba con su vida para el pueblo; y lo hacen con saña,
para que les cojamos miedo.
El plan en marcha es tan antiguo como el pecado
original. Se trata de la soberbia de la criatura que se enfrenta a su creador.
Tiene siglos de historia, y acumula tanto conocimiento de malas artes que no
cabe en la Biblioteca de Alejandría; y haciendo acopio de talento, ha logrado
hacer converger los distintos vectores de fuerzas impías en este momento de la
historia. Desde hace unos cincuenta años -en España desde el tardofranquismo-
se han concitado la revolución cultural con la económica para fraguar este
proyecto. Al tiempo que se ponía en cuestión la autoridad moral de la Iglesia,
y se minaban sus cimientos con la perversión que traía el separar el sexo de la
procreación, se procedía a anestesiar a la población mediante el bienestar material.
De esta manera se fue sustituyendo la concepción antropológica del hombre, asentada
en el Evangelio de la Cruz de Cristo, por otra, antropocentrista, aunque
enmascarada con mitos y supersticiones.
En España, en los últimos cuarenta años, pasamos de tener
un país vigoroso y abierto al futuro a depender de las limosnas de Bruselas.
Los distintos gobiernos, tomando de la misma medicina que sus representados, se
fueron dejando camelar, y regalaron el país a los potentados. Pero aún
persistía una visión de vida fuertemente asentada en una tradición secular; y
estas ciudades interiores fortificadas aún resisten, y han de ser para los magnates más difíciles de conquistar.
Durante estas últimas cuatro décadas, hemos asistido a
un constante ataque a nuestras costumbres y creencias. El fomento desde el
poder de toda forma de perversión ha ido en aumento, hasta la desfachatez actual,
donde la desvergüenza se ha enseñoreado de las plazas. Y, aun así, como en
otras etapas de la historia, la fe del pueblo ha ido resistiendo los embates. Y
seguimos aguantando, a pesar de que muchos de ‘los nuestros’ ya han sucumbido y
se han pasado al otro bando…
En lo que va de siglo, cuyo comienzo estuvo marcado
por el hito criminal del gran atentado en Nueva York, esa guerra espiritual ha
experimentado un fuerte encarnizamiento. Con el atentado se cruzaron las líneas
rojas del Derecho Natural, pues con la excusa de la Seguridad Nacional entró el Gran
Hermano a saco en la vida privada de las gentes. Poco después, con La Crisis
se socavó la capacidad de defensa de los países, mellando el filo de sus
economías; y últimamente, amparándose en el falso virus y la falsa guerra, se está
acometiendo el derribo definitivo de los centenarios baluartes jurídicos y la
edificación de los inexpugnables nuevos centros de poder… que deben su fuerza a
que no se ven.
Pero, aunque muy mermadas, en el estado pre-distópico
en que nos encontramos, aún perviven formas de comunicación social que nos
mantienen en el ágora de la cosa pública; y el nuevo régimen no tiene más remedio
que aceptar esa participación ciudadana, y darle una respuesta. Así, por
ejemplo, acercándose ya el momento de ir a votar, aunque la prensa sigue erre
que erre con su versión de “En España no ha pasado nada especial en estos
cuatro últimos años”, últimamente, por la gravedad de ciertos asuntos, empiezan
los medios a dejar caer cositas, aunque, lógicamente, para seguir haciendo de
las suyas. Como ha ocurrido hoy, por ejemplo, con ‘la bonita historia’ de El
País, de adónde han ido a parar los famosos fondos NG. Pero para comentar este
engaño, conviene deshacer un malentendido.
El Gran Expolio que ejecutó Sánchez en estos cuatro
años de legislatura, robada a la Soberanía nacional con prevaricación de jueces
y corrupción de instituciones y Prensa, no fue principalmente material; aunque
también. Durante todo su truculento mandato se nos viene proyectando la imagen
de un desastre económico, que, sin embargo, no acaba de llegar del todo.
Vivimos justos, ciertamente, pero no nos falta de nada, ni nos hemos visto
obligados a cambiar sustancialmente de vida. La tan cacareada pérdida de tejido
productivo no responde a la realidad; y el número de empresas sigue siendo muy
parecido al de antes del covid:
Es verdad que cerraron muchos bares y pequeños comercios, justo los típicos que tenemos al lado de casa, pero eso ya venía sucediendo también antes del virus. Sin embargo, esos cierres resultaban muy útiles al plan, y por eso los incentivaron; porque permitían proclamar un colapso del sistema socio-económico -que nadie de a pie podíamos comprobar- y aportaban ‘la evidencia’ del agotamiento del sistema; y daban, finalmente, el argumento ‘irrefutable’ de la necesidad de una reforma en profundidad; del Reset.
Lo cierto es, sin embargo, que, ese cambio, ni se necesitaba,
ni vamos a adelantar nada con él, sino todo lo contrario. Toda esta operación
mafiosa que gestionó Sánchez iba dirigida a entronizar al dios dinero, que no
tiene corazón ni vergüenza, y a derribar al Amor del pedestal que merecidamente
venía -y viene- ocupando desde hace dos milenios. Y por ser este su verdadero
significado, quedaba mejor que la ejecutase un gobierno socialista -etiquetable
como marxista cultural, y compatible, por tanto, con descamisados, exproetarras
e indepes. Por otro lado, convenía reservarse al más correcto PP, para
que, una vez perpetrado el cambiazo, con todo igual pero todo distinto, se le
pudiera hacer volver entre laureles como si aquí nada hubiera pasado.
Despeñaron a Rajoy y alzaron a Sánchez. Le dieron el
cetro, y lo cogió como el que coge un garrote. Sumiso a su Jefe, arrasó con todo
vestigio del pasado que encontró a su paso. Flanqueado por las generalas del
Nuevo Orden, no dudó en ofender a más de media España, y desenterró a Franco. Y
como esa afrenta coló -con el clamoroso silencio de VOX- puso a continuación
una ley para castigar a quienes se atrevieran a decir la verdad sobre la Nueva
España que Franco nos legó al morir. Esa España lozana que Felipe González tomó
por esposa, y a la que desde el principio vejó y echó a rodar como la falsa
moneda.
Y tras esa gesta, el cobarde se creció, y sin respetar
ni Ley ni Rey, se dio al expolio del patrimonio moral de España, con tal saña,
que pasará a la historia como Pedro el VIL. Su frenética labor legislativa, al
amparo de decretos de alarma ilegales, le ha hecho justo merecedor de ese apodo,
y de los títulos que lo acompañan: Encarcelador de padres amantes de sus hijos
y de gente honrada, libertador de criminales y asesinos, amigo de impíos y
réprobos, corruptor de menores, perseguidor de cristianos (doy fe), jefe de
bandidos, y traidor a la Patria (entregándonos a der Leyen como un despojo, con
nocturnidad y alevosía).
Volviendo a la campaña, venía creciendo últimamente un
clamor de justicia saliendo de los féretros que, por millares, facturamos en
2020 -‘Urgente’ y ‘Sin seguro’- para el más allá; y se unía al de las voces que
salían de detrás de las persianas metálicas en miles de negocios cerrados bajo
promesa de ayudas millonarias; voces que traían el eco de dramas familiares sin
cuento, como el de Avilés, miles de dramas ocultos, y enterrados, que empiezan
a brotar como hierbas amargas en el trigal. Y por evitar que el clamor se convirtiera en tumultos, no ha tenido más remedio la
Prensa de DonDín que escribir algo en los periódicos sobre esos ciento cincuenta
mil millones ‘del ala’.
Al principio de esta semana había abordado El País tímidamente
el asunto, diciendo que ‘Bueeeeno, lo de los grandes planes… ya se sabe… que al
cocer menguan…”; pero debió de notar que no está el horno para bollos, y hoy, con
la temperatura social en aumento, ha dedicado al tema un espacio más amplio. Y
así sabemos, por ejemplo, que, de cada diez euros del pastel, cuatro vuelven a
sus dueños en negociazos verdes, y otros tres en negociazos grises (dizque
digitales); y el resto, pa’l Tito.
En resumen, después de unas décadas de desmantelar la
industria pesada y energética, la agropecuaria y la química, después de
cerrarnos las minas, quitarnos la pesca, y las manufacturas (textil,
conservera, etc., etc.), ahora, para salvarnos la vida, nos van a arruinar los
paisajes con ‘lo verde’, y nos van a encerrar sin escapatoria con ‘lo gris’… Como
se suele decir, apaleados, además de… (Realmente, Sánchez, más que aplaudirte, tus
ministros tendrían que haberte corrido a gorrazos).
¿Cómo justificar esta traición al pueblo español? Está
claro que es injustificable. Y por esa razón, Der Leyen-dar Sánchez se
pusieron de acuerdo para ejecutar esta agresión tan rápido que para cuando
el pueblo quisiera reaccionar ya estuviera maniatado digitalmente. Bruxelas ha
respaldado el crimen de Sánchez desde el primer momento; y como ve que aun
quedan flecos, le siguen dando cobertura.
La plandemia fue especialmente brutal en España, donde
miles de personas fallecieron en un limbo jurídico, sin certificación médica, y
donde nunca se sabrá la verdad que esconden 'las muertes del covid', ni el número real de
muertos. Este apocalipsis fue amplificado por los medios, para blindar el poder
del gobierno, y rodear de impunidad al rodillo legislativo, encargado de subvertir
el orden jurídico español, para que, cuando ‘pasara la pesadilla’, la soberanía
nacional estuviera ya sometida al oligopolio extranjero. Y esto sucedió así en
España, por ser especialmente refractaria a las imposiciones bárbaras.
El reportaje de El País -uno como los de la mejor época
del diario, de esos que ya no existen, a no ser cuando está en juego una
materia de seguridad nacional- se esfuerza en convencernos de que nada tienen
que ver con un gobierno mundial los llamados fondos Next Generation. Pero, una
lectura atenta del mismo, no nos quita esa sospecha, sino que nos la aumenta. Porque
las cifras dejan claro que el pastón es para los negociazos dichos, y que el
resto está para despistar, como lo de la financiación del equipo de chicas, o lo
del huerto ecológico del nostálgico de la España vaciada. ¿En qué puede cambiar
la economía nacional subvencionando sectores que van a reforzar la economía
dirigida por los capitostes? Véase los dos mil millones para la FP, los cuatro
mil para los coches eléctricos, los doce mil para chips o los paquetes de mil
para lenguaje computacional o telesalud. En tanto no se promocionen economías
locales protegidas, todo es dar más poder al poderoso, que es, para qué nos
vamos a engañar, la historia de siempre, y, tristemente, lo que está
ocurriendo. Y, en este caso, con el agravante de que, el engaño ha sido tan
gordo, que para que podamos tener parte en el pastel tenemos que firmarle a
Dondín un cheque en blanco de poder total sobre las conciencias, esto es, darle
hecha una legislación que castigue al que con su vida muestre que existe un
poder distinto al que él ejerce. Y esta importante cláusula del contrato es a
la que el diario alude, de forma tangencial, y disfrazándola además como sensata
queja de nuestros empresarios (lo cual, leyendo entre líneas, es: “Si los magnates
españoles se quejan, los fondos NG no pueden ser para favorecer a los magnates”).
Dice el portavoz de la CEOE, ‘resignado’:
Toma la palabra el nuncio
de Bruxelas en Moncloa, y dice:
“Son reformas acordadas con la Comisión Europea
y que responden a nuestras prioridades políticas. Y sí, se basan en nuestro
programa”.
Casi no sabe latín el delfín pagado por Dondín. Lo que
él llama ‘reformas acordadas’ es la alta traición perpetrada contra España; y todavía
se atreve a blanquearla, clasificándola de opción política; y por si fuera poca
su desfachatez, no se arredra ni se sonroja al reconocer que esa deleznable acción
-entregar España, de balde, a gente impía- es perfectamente compatible con los
planes del partido socialista.
En esos planes, él, por su parte, es la selecta pieza elegida
para torear el reparto de los fondos, de modo que cumplan su endiablado fin sin
que nadie pueda sospecharlo. El Sr. De la Rocha, derrocha mañas y señuelos para
satisfacer las altas expectativas de Dondín con respecto a nuestra tierra, en la
que tradicionalmente pinchaba en hueso cada vez que intentaba calarnos el estoque hasta la cruz…
Merece la pena pararse un poco en cómo trata el
reportaje el tema del covid. Como se ve en el cuadro, este fenómeno afectó
mucho más a los países llamados desarrollados, por cuanto a mayor número de
muertos mayor inhibición ciudadana, y mayor impunidad de los gobiernos para
perpetrar los cambios de leyes que armarían la estructura del nuevo poder
mundial.
Muertes por Covid (% de la población)
Asia: 0,0273 Africa: 0,0173 América:
0,267 Europa: 0,267 España:
0,26
El párrafo, a pesar de ser breve, porque de esto no les
conviene decir mucho, ya dice bastante. Empieza diciendo que en 2020 Europa
sufría muchas tensiones (las que sus inquietas mentes propiciaron), y que en esa
precariedad llegó Der Leyen y llegó el Covid, y, tal parece que estando los dos
de acuerdo, se dijeron: “La pandemia, y la subsiguiente crisis (la más
grave desde la II Guerra Mundial) deben convertirse en una gran oportunidad; el
desencadenante de un cambio de modelo económico…”
Sin embargo, el tal cataclismo que exigía un nuevo
modelo, parece una invención, a juzgar por los datos que antes he presentado. Ni
quebró la economía mundial ni sobrevino ningún cambio esencial en su
funcionamiento; lo único radical ha sido la imposición de un control digital de
toda actividad humana -telegobierno mundial- y la recentralización de la producción
energética. Y junto con ello, la eliminación de toda traba legal de las
naciones a ese súperpoder central. Camelo CarameloTípico de El País
Esa eliminación consiste en arrancarle al corpus legislativo español el espíritu que lo informa. Es una ardua tarea, y por eso exige el Dueño que se alargue la impunidad ejecutiva de Sánchez otros cuatro años. Esa amputación violenta da como fruto monstruosas decisiones judiciales. Una de ellas es la que sentará mañana ante un juez a otro que lo fue, después de haberle flagelado inmisericordemente durante años; y otra es mi propio proceso judicial. No es lo mismo ajusticiar que hacer justicia Nueva Ley
Entre las trabas que el reset está suprimiendo sistemáticamente están todas las que emanan del
Derecho Natural. En este aspecto, la situación se revela terrible; y la
opresión, cruel, porque, pensada ésta al milímetro, nos empuja a los ciudadanos honrados afuera incluso de la
mismísima esfera sagrada en la que nos sentimos seguros. Quieren suplantar a
Dios; y pisotean nuestra fe entrando a saco en la Iglesia, y removiendo los
cimientos seculares que la sustentan. Dos ejemplos:
Emaús y ese conjunto de iniciativas 'de generación
espontánea' -Proyecto de Amor Conyugal; Vida en el Espíritu; Worship;
Comunidades de Vida, la nueva movida madrileña, de Hakuna y demás- son en realidad esa invasión de la
Iglesia destinada a derribarla desde adentro. Son los frutos del
‘nuevo viejo espíritu’, envidioso del verdadero, y siempre disfrazándose;
los frutos del poder del dinero. Y todos ellos están aquejados de un mal que
los desvirtúa de raíz, a saber, que doblan su rodilla ante criaturas;
y el que los conozca, lo entenderá.
Un segundo ejemplo es el de la dominación de las
instituciones, valiéndose de la Prensa. Hay una parte dañada en la Iglesia -el cómo
ha llegado a desgajarse del tronco no lo sabemos- que tira del conjunto hacia
el abismo por el que se deslizan sus miembros. A éstos también los he visto
actuar en directo, y fui violentado por ellos; y al reprochárselo intentaron
callarme con discursos, lo cual es también propio de organizaciones jerárquicas
en las que la cúspide está ocupada por un ser humano. De hecho, mi denuncia pública
atrajo mitras más encumbradas que las que aquí quedaron en evidencia. Éstas, en
concreto, continúan siendo promocionadas por su Prensa, la cual, al mismo
tiempo, denigra a otra parte de la Iglesia, a la que trata de oponente… Aunque
según sea el caso también puede halagar en vez de criticar, que es otra forma
de perjudicar. A veces se dan cargos honorarios a los enemigos para que no
molesten. Toledo ebulle en el caldo de estas luchas, porque en la Iglesia de
Toledo se sigue diciendo en voz alta la verdad de lo que está ocurriendo, y molesta.
Por eso han hablado de nombrar a Mons. Cerro arzobispo de Madrid, para hacer
oscilar la balanza de apoyos, de modo que se ponga a favor de los mercaderes.
Teniendo claro que nos encaminamos a un mundo sin
Dios, sin bien ni mal, el paisaje que vamos viendo ya da una idea de cómo será
el destino: la locura de elegir tu identidad, por dar una pincelada del funesto
cuadro del futuro, ya nos basta para situarnos. Suprimir al Dios-Amor cristiano,
que, conmovido ante nuestra impotencia para alcanzar la felicidad, asume el
dolor inmenso de ver a su propio hijo sufrir con cuerpo de hombre la más abyecta
tortura, es retroceder a los tiempos más oscuros de la historia humana. Cambiar
al Amor encarnado por leyes dictadas por hombres codiciosos, es el proyecto más
extraviado de todos cuantos el hombre haya podido concebir en su atribulada historia.
Los ingenieros de semejante quimera, creyéndose hábiles, están ciegos;
creyéndose revestidos de ciencia, están desnudos del más elemental
entendimiento. No comprenden que no hay nada más pequeño que Dios que pueda
llenar el corazón humano; y negando esto, que es evidente para los sencillos,
nos van metiendo más y más en un mar de dolor, en una agonía sin esperanza. “No
tendréis nada y seréis felices”, se atreven a decir, imaginando que sus cortas
luces les bastan para ver el fondo de nuestras vidas. Ilusos.
La soberbia y el miedo, que son hermanos, les nublan
la mirada, y dicen que la vida animal es ideal: que teniendo las necesidades
básicas cubiertas puede el ser humano vivir perfectamente; que cuando hayan eliminado
el hambre del mundo -mediante su ingeniería sin sentimientos- habrá quedado
sellada la fuente de infelicidad de los hombres, y que entonces ya podremos todos
vivir tranquilos, entregándonos a un sinfín de placeres que el mundo y la tecnología
ponen a nuestro alcance.
Hacen de menos la magistral obra de Dios en la Creación,
y tienen al ser humano por poca cosa; son incapaces de imaginar el celestial
diseño con que Dios nos hizo, por el cual estamos capacitados para llegar a ser
semejantes a Dios, a través del amor. Pero el caso es que, desde su torpeza, se
imaginan que su chato diseño social, basado en la satisfacción de los bajos
instintos, será mejor que el permanente estado de conflictos que la humanidad
ha vivido hasta ahora; y dan por hecho que pueden clausurar ese pasado, encofrando
nuestras conciencias, como si fuesen residuos tóxicos.
Con precisión matemática han diseñado su artificio, y engrasan
puntualmente su maquinaria para que no se gripe. La sustitución paulatina y
encubierta de lo antiguo se puede sentir ya en todo: en las relaciones
familiares, laborales, en el ocio, la comunicación… Abre uno el periódico y ya
no encuentra el pálpito de su patria… El ABC, o El País, por ejemplo, que por
unos céntimos te aportaban cada mañana una buena ración de sana identidad, se
han ido convirtiendo, poco a poco, sibilinamente, en unos magazines sin gracia
y sin interés. Y no sólo no te cubren la necesidad de sentirte parte de algo,
sino que intencionadamente te desarraigan, con arteras y estudiadas técnicas. Cosas
como repetir varios días seguidos la misma noticia, con la misma foto y el
mismo titular; o poner en el centro de la pantalla una gran foto pero de un
tema irrelevante; hacer que tu periódico favorito te resulte cansino, o
antipático; desvirtuar su marca, como cuando el ABC pone ‘en la cabecera dos
cabezas al lado del logo’; o el descuido intencionado de la sintaxis de los
titulares; todo esto y más es el pan nuestro de cada día de la información
social, que ha dejado de estar al servicio del bien común para ser instrumento
de dominio en manos de los ricos mercaderes. Para complacer a sus amos intentan
desincentivar la preocupación de la gente por la cosa pública, y la
preocupación también por la suerte de los pobres; y fomentan sin cesar las
bajas pasiones de la población, su egoísmo; les interesa que nos ensimismemos con
vicios, porque de ahí sacan ellos pingües ganancias, que es lo único que les
importa. Y por eso quieren acabar con la Iglesia.
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