¡MAESTRO, QUE VEA!

Tanto que agradecer... Es una gran cosa cantar las proezas del Señor; en realidad, para eso hemos nacido, para alabar al Señor y darle gracias por siempre. Son innumerables los beneficios que el Señor nos ha otorgado en su hijo Jesucristo. Este nos ha abierto los ojos, como a Bartimeo, para poder contemplar todo ese bien: los colores de la naturaleza en las estaciones, las nubes, los pueblos y ciudades, la paz del hogar... Son tantas las maravillas creadas que no se acaba nunca su descubrimiento; y en cuanto a la recreación que supuso la Encarnación de Dios, Juan, que apoyó su cabeza en el regazo del Señor, nos dejó dicho que las obras buenas de Jesús no podrían contarse porque no cabrían tantas palabras escritas ni en el mundo entero. Asimismo, los que, como Bartimeo, fuimos curados de nuestras cegueras, hemos ido acumulando un caudal desbordante de gracias recibidas de Dios. En el inicio de nuestra fe, en el encuentro personal con Jesucristo, una luz nueva empezó a iluminar toda...