SANTIAGO, SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA

Las dos ventanas de tu salón te dan dos visiones distintas de la calle, dos lecturas, ¿cuál de ellas te deja más tranquilo? Me ronda estos días un extraño recuerdo. Yo debía de tener unos diecinueve o veinte años (una etapa en la que me recluí en casa, muy lastimado), y mi padre debía de tener muy reciente la cirugía de la amputación de su pierna; el caso es que, no sé por qué, me fui con él y con mi madre, sin mis dos hermanas, a pasar unos días a Valencia de Don Juan. De cómo transcurrió aquella estancia no me acuerdo bien; sé que yo tenía un conocido veraneando allí, pero no sé si estuve con él o no, porque hubo más visitas a aquel lugar y no acierto a casar los recuerdos, de los que unos fueron más alegres y otros menos. Lo que se fijó en mi interior de manera especial fue la condición humilde de la posada en que nos quedamos. Limpia, sí, pero muy pobre. Mis padres, al verla, no dijeron ni mú; creo que habían hecho el esfuerzo de dejar la comodidad de su piso de Oviedo por ayudarme...